El músico cubano Lázaro Valdés, director de la orquesta Bamboleo, publicó una foto en Facebook denunciando el elevado precio que tienen los repuestos de máquinas de afeitar Gillete en las tiendas recaudadoras de divisas de la isla.
Según puede verse en su publicación el paquete de cuatro piezas tiene un valor de 50,35 CUC, o lo que es lo mismo 1258,75 CUP.
“Creo que me voy a dejar la barba y el pelo largo” escribió el artista cubano, asegurando que "ya estos precios pasan de hacer los más caros del mundo, a los más cómicos y absurdos".
La etiqueta permite saber que el producto es vendido en la tienda Panamericana del edificio FOCSA, en el Vedado habanero.
Las reacciones de sus seguidores estuvieron dirigidas en varias direcciones. Algunos le apoyaron en su comentario, asegurando que esos precios son abusivos. Pero otros le mostraron diferentes precios del mismo producto y marca en mercados como el norteamericano y el europeo, donde ese mismo paquete puede llegar a costar menos de 15 euros.
Incluso algunos llegaron a preguntarse si el personal de la tienda no sería capaz de poner el producto por su propia cuenta o haber alterado los precios, algo que con frecuencia se denuncia en el país.
En medio de una situación socio-económica que parece tener más sombras que luces, este tipo de comentario se suma a la larga lista de asombrosos precios que hoy impera en las tiendas en divisa del país.
Hace pocos días fue reportado el caso de unas llaves de agua que tenían un precio superior a los mil pesos cubanos. La denuncia llegó a través de Twitter y la persona que la hacía se preguntaba quién le topa los precios al Estado.
Si de precios elevados se trata, los calentadores solares tendrán un valor en el mercado habanero de 110 CUC, y forma parte de un experimento que lleva a cabo una de las instituciones estatales cubanas.
Todo esto ocurre mientras el Gobierno anunciaba medidas para que el sector privado no aumentara los precios de sus productos y servicios y establece controles permanentes sobre los cuentapropistas.
Sin embargo, al poseer dominio absoluto sobre el comercio interno de la isla, y no existir una diversidad de mercado que permita la competencia entre proveedores y servicios, los ciudadanos tienen que conformarse con los precios que se establecen desde las instituciones que atienden el tema.
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