Próximamente se cumplen los 500 años de la capital de Cuba. Es una ciudad con un patrimonio urbanístico impresionante. En ella se pueden ver diferentes estilos arquitectónicos que dan fe del paso de distintas generaciones de cubanos y sus modos de edificar.
La Habana habitualmente muestra un rostro agotado, envejecido y sucio. El paso del tiempo, la carencia de recursos, la violación de sus regulaciones urbanas y la mala gestión del gobierno han dejado una mella profunda en el paisaje de la ciudad total.
Cuando cae el sol, La Habana cansada se recoge y el aire de mar descarga sobre ella una magia luminosa. La ciudad se renueva y vuelve a brillar en el silencio de sus calles vacías, mientras las filas de farolas doradas se pierden en el horizonte.
La mayoría de las ciudades del mundo exhiben diferentes modos de comportamiento de sus ciudadanos según los horarios del día. Algunos lugares que durante las mañanas están muy concurridos al llegar la noche quedan desiertos, o viceversa.
La Habana tiene muchos ejemplos de este tipo, lugares en los que la noche nos muestra un paisaje urbano diferente, un rostro desconocido de la ciudad. Esa cara, a la que no estamos habituados, también merece la pena descubrirla.
La Habana solía ser una ciudad con una vida nocturna bastante agitada, pero con el tiempo y las restricciones de todo tipo, esta realidad cambió. Actualmente disfruta de la noche habanera un grupo reducido de personas, la mayoría de ellos turistas.
Hay un viejo refrán que dice “de noche todos los gatos son negros”. La sabiduría popular lleva razón. Sin embargo, aunque sabemos que el manto de la noche oculta las heridas de la ciudad añosa, es imposible dejar de reverenciar la magia de La Habana bajo la luz de Luna.
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