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Memoria de un hippie cubano

Me detuvieron en la terminal de trenes de Matanzas a finales de septiembre de 1969. mientras el público en la terminal gritaba “¡Paredón pa' los pelu'os, Paredón!”, asegura en esta entrevista el cubano que reside en España desde el año 2000.

Gilberto Piñeiro Fernández reside en España desde 2000 © Cortesía del entrevistado
Gilberto Piñeiro Fernández reside en España desde 2000 Foto © Cortesía del entrevistado

Este artículo es de hace 4 años

Gilberto Piñeiro Fernández (La Habana, 1946) es un hippie que vive en España desde el año 2000, cuando pudo irse de Cuba, donde pasó por la cárcel, por campos de trabajo y padeció el rechazo de la mayoría de los cubanos de entonces que gritaban: “¡Paredón para los peludos, paredón!”

Pero el arquitecto que es Gilbert, como lo llaman sus amigos más cercanos, no guarda rencor, ni siquiera a Silvio Rodríguez y Vicente Feliú, de quienes fue amigo y con quienes compartió horas y confidencias.

De aquellos años duros, Piñeiro Fernández resalta que en los campamentos no hubo ni una sola droga, y que todos los internados se amaron y respetaron sin discriminación, convirtiendo la imposición en una verdadera comuna hippie.

Desde entonces, Gilberto Piñeiro Fernández ha seguido emocionándose y bailando con la música del enemigo, según una de las acusaciones que le propinaron los represores castristas, y aunque se siente como su canción favorita Still Unbroken, medio roto, vive convencido de que ser hippie le hizo mejor persona.

Cortesía Gilberto Piñeiro Fernández

¿Desde cuándo y porqué vives en España?

Desde el 29 de diciembre del 2000, cuando conseguí emigrar y por total rechazo a la realidad cubana en todas direcciones.

¿Cómo ha sido tu vida profesional como arquitecto en Cuba y en España?

Mi primer trabajo como arquitecto fue en la Empresa de Mantenimiento Constructivo de San Miguel del Padrón. Primero como técnico a pie de obras y después como Vice Director Técnico de la empresa, en la que permanecí tres años. De ahí me trasladé a la Empresa Playas del Este de la Habana, del entonces INTUR. Primero como inversionista y después como especialista en proyectos de Instalaciones turísticas. Allí trabajé un total de ocho años.

Paralelamente, en trabajos de Proyectos de remodelación, ampliación, reparación, y restauración de edificaciones, en el sector residencial, donde trabajé cinco años.

En España, al principio, trabajé como peón de construcción. Nunca pude homologar mi título porque el dinero que ganaba lo guardaba para traer a mi familia que se había quedado en Cuba. Pero un día los jefes descubrieron que yo sé replantear, que sé de excavaciones y de construcción de edificios y en eso me jubilé en junio pasado.

Siendo un joven, fuiste hippie. ¿Cómo recuerdas ser hippie en el castrismo?

Fueron años muy duros sometido a hostigamiento, represión, persecución, segregación, detenciones, encarcelamiento, y al rechazo expreso de un gran sector de la población manipulada por la doctrina castrista que calificaba como inadmisible cualquier tendencia extranjerizante.

Fueron años muy duros sometido a hostigamiento, represión, persecución, segregación, detenciones, encarcelamiento, y al rechazo expreso de un gran sector de la población manipulada por la doctrina castrista

Básicamente fue "la música del enemigo" el denominador común de los jóvenes hippies; algunos habíamos empezado antes a partir de relacionarnos con estudiantes de los últimos años del extinto bachillerato y con otros con acceso entonces a niveles de información en cuanto a música y otras tendencias culturales y sociales.

Cortesía Gilberto Piñeiro Fernández

Me convertí en hippie prematuro por cuenta propia a mediados de los 60 y ahí empezó todo al punto de ser “galardonado” en el 1969 con una reclusión por prescripción facultativa. Con el tiempo nos convertimos en el tumor a extirpar y llegaron las recogidas del Capri (zona aledaña al hotel de igual nombre en La Habana), Matanzas y otras a domicilio por el simple hecho de tener los pelos largos y ser extravagantes.

Nos convertimos en el tumor a extirpar y llegaron las recogidas del Capri (zona aledaña al hotel de igual nombre en La Habana), Matanzas y otras a domicilio por el simple hecho de tener los pelos largos y ser extravagantes

Optamos por el rechazo a una imposición ideológica que nunca nos superó a pesar de proposiciones indecorosas y oportunistas, e inventaron un tipo de acercamiento con la aparente intención de atenuar diferencias mediante una reunión en la sede de la UJC de la Habana citándonos a 25 "cabecillas hippies" que terminó sin consenso, pero con el acuerdo de celebrar otra reunión en el pre del Vedado, donde aparecieron Silvio Rodríguez, que intentó hacerse pasar por uno de los nuestros, y Vicente Feliú. Ambos venían de un evento cultural en La Casa de las Américas donde fueron advertidos de que "ya la canción no era protesta sino comprometida", y al buen entendedor... ya sabes. En la tribuna un séquito de funcionarios del MININT, UJC, Sección Fílmica del MINFAR, Psicólogos, Periodistas, y hasta del KGB.

Junto a nosotros, estaban algunas víctimas de otras ofensivas revolucionarias en las universidades, y otros hippies que acudieron al aviso. No tardó la reunión en ir a pique tras "ciertas diferencias" entre ambos bandos cuando, por arte de magia Silvio (Rodríguez) levantó su mano y cantó: "Nosotros estamos dispuestos a demostrar que somos gente trabajadora y nos comprometemos a incorporarnos a la zafra de los 10 millones (…) de engaños sin endulzar.

Estuvimos en dos campamentos cañeros, Verdún y Jicoteíta, en Habana campo, organizados por la UJC donde solo admitimos como disciplina la de carácter laboral. Aquello no fue más que un laboratorio con fotógrafo profesional incluido, psicólogos tambaleante de ojos desorbitados, dedicados a elaborar nuestra clasificación definitiva.

Pero ambos lugares los convertimos en comunas hippies en toda regla, donde no se discriminaba a nadie por género, orientación sexual, o creencia religiosa. Fue una experiencia inolvidable donde respetamos y amamos la gente que nos negamos a entrar por el aro verde olivo, la gente que resistió. Y un dato importante, allí no se consumió ningún tipo de drogas, que era una de las acusaciones que difundían entre la población para aislarnos. Allí no hubo drogas, lo nuestro era el rock y vestirnos a la moda.

Cortesía Gilberto Piñeiro Fernández

¿Consideras a Silvio Rodríguez y Vicente Feliú traidores a la causa hippie?

Silvio Rodríguez es un traidor sin ninguna duda, pero a sí mismo. Nunca fue hippie; es un tipo inteligente, que sabe donde se mete y calculó y calcula todo lo que hace, incluidos sus ejercicios de doble moral. Lo digo con dolor porque fuimos amigos; a mi no me gustó su intervención en aquella reunión en la que pretendió apropiarse del discurso hippie, cuando nunca lo fue. Luego nos encontramos varias veces por la calle, pero no nos saludamos más.

Silvio Rodríguez es un traidor sin ninguna duda, pero a sí mismo. Nunca fue hippie; es un tipo inteligente, que sabe donde se mete y calculó y calcula todo lo que hace, incluidos sus ejercicios de doble moral

En el caso de Vicente Feliú no. Porque es un hombre puro, utópico y admirador honesto de las revoluciones, incluidas las latinoamericanas. Fuimos amigos y visitaba su casa. Vicente es miope y le regalé unas gafas montadas al aire que habían sido de mi abuelo, que le quedaron muy bien. Luego se alejó, pero nunca tuvimos una discusión.

Vicente Feliú es un hombre puro, utópico y admirador honesto de las revoluciones, incluidas las latinoamericanas

¿Cuándo y cómo te detienen y cuánto tiempo estuviste en la cárcel?

Me detuvieron en la terminal de trenes de Matanzas a finales de septiembre de 1969, mientras el público en la terminal gritaba “¡Paredón pa' los pelu'os, Paredón!”, y fui conducido al Castillo de San Severino, donde me encerraron durante quince días hasta la celebración de un juicio en el Tribunal popular del lugar, acusado de “pertenencia a banda de hippies armados”, fui condenado a noventa días de privación de libertad, que cumplí en la granja Dos Hermanos, en Jovellanos, y me soltaron a finales de diciembre de ese mismo año.

¿Sigues siendo hippie?

Mantengo mi lealtad a los postulados de nuestro movimiento, sigo sintiéndome hippie y me comunico con mis amigos de entonces. Haber sido hippie me hizo mejor persona y prueba de ello es que aún Lynyrd Skynyrd vuelve a cantar mi canción preferida Still Unbroken.

Cortesía Gilberto Piñeiro Fernández

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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