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Los cubanos tenemos un uso variopinto de la Lengua Española. Esa diversidad se nota especialmente cuando nos reunimos con personas de provincias diferentes a la nuestra. Lo primero que adviertes es el acento y lo segundo el uso de curiosas palabras.
A la hora de comer
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Si en una cosa no se pone nadie de acuerdo es en el nombre de los tostones o tachinos, quizás… ¿chatinos?. Está bien, en el nombre de los patacones, porque si no esto sería interminable. Mientras los dejo con el concepto: plátanos fritos, aplastados y refritos.
Respecto a los plátanos se abriría otro debate gastronómico. Alguien diría “¡Ah tú dices fongo!”. Luego otro añadiría: “bueno pero fongo son solo los plátanos burros”. Y una tercera persona que no se podría aguantar, terminaría sentenciando: “los mejores son los machos, verdes, grandes y robustos para hacer mariquitas”.
Aquí empieza otra vez el dilema. ¿Mariquitas o chicharritas? Y así, hablando sólo de gastronomía y plátano, se forma la Fiesta del Guatao.
Sobre objetos muy concretos
Algunos objetos sufren del mismo dilema. Nadie quiere renunciar a la forma tradicional en que han aprendido a llamarles. Te encuentras que a un refrigerador lo mismo le dicen el frigidaire que el aparato, el frío y hasta el closet, porque lo abres lo miras y no encuentras qué comerte.
El calzado es otro tema. A las chancletas, por ejemplo, cada quién las llama de un modo distinto. ¿En qué otro país del mundo usan cinco palabras para nombrarlas? ¿No me crees? Las chancletas, las hawaianas, las dupé, las cutaras, las chanclas.
El transporte no escapa. Este sí es un tema caliente, con un mundo de términos por documentar. Hablemos sólo del "moskovich", esos autos rusos que llegaron para enriquecer nuestra creatividad. Sus dueños les llaman: la mosca, el mostrovich, el perol, la bala, el moscardón y hasta etcétera.
Las cosas dulces de la vida
No puedo cerrar el artículo sin hablar de la parte más dulce de los cubanos, los postres. Quién no se ha quedado atónito y luego ha soltado una carcajada, cuando un santiaguero le dice: “Te voy a hacer un dulce de papaya”.
Es duro de asimilar de buenas a primeras, pero terminas riendo, porque al final los cubanos siempre nos entendemos.
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