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El tardocastrismo acaba de dar muestra de su osadía pragmática, burlando el cruel bloqueo imperialista ante las narices de Washington para llenar de cacharería capitalista unas tiendas donde policías socialistas guardan el orden de las crónicas colas.
Será fácil imaginar la alegría de los que aguardan bajo el sol, primero en los bancos para proceder a “aperturar” una cuenta en dinero real, convertirse en “tarjeta habiente” y luego ya marcar en la cola de la tienda más cercana a casa o en aquella que venda el juguete necesitado y/o soñado.
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En realidad se trata de una alegría triple. Los cubanos son más adultos desde que el Gobierno les permite tener cuentas en dólares norteamericanos y otras divisas enemigas; tienen algunos de sus fetiches preferidos al alcance de su tarjeta plástica, como la chica de Rubén Blades, y –lo más importante– están ayudando a su patria a evadir el "inhumano bloqueo yanqui".
Por supuesto que el Gobierno no revelará aún cómo un intrépido grupo de funcionarios, elegidos por confiabilidad, consiguieron burlar el cerco norteamericano y regresar victoriosos –una vez más– a la patria con la misión cumplida y cargados de esas fruslerías capitalistas que hacen más llevadera la vida a los cubanos que usan, con firmeza revolucionaria, la moneda enemiga.
Habrá que esperar a una próxima emisión de la mesa cuadrada para que sus periodistas pongan en un aprieto a los ministros concernidos en la Operación Motorina, preguntándoles los detalles de esa burla colosal a Donald Trump.
El presidente Díaz-Canel, comentando la coyuntura, había avisado que esos episodios eran buenos porque eran como “corrientazos” que hacían más imaginativos al poder y a los funcionarios y tenía razón: dicen que habrían invertido cuatro millones de dólares de los Estados Unidos de América en la Zona franca de Colón, Panamá, a donde los cuadros revolucionarios acudieron disfrazados de Gentlemen tiroleses.
¡Cuánto peligro habrán corrido esos compañeros en su viaje al enclave capitalista, sabiéndose vigilados de cerca por la CIA!, pero con la emoción de estar salvando a la revolución y el socialismo, entre una cerveza y otra, mientras el atento vendedor preparaba la documentación a nombre de una empresa fantasma porque en esos lances mientras menos pistas se den, mejor.
Como siempre hay un grupito, quintacolumnistas, que critica todo. Algunos se han puesto a comentar que la mayoría de los cubanos ha estado y estará excluida de esta operación secreta para evadir la persecución de Trump, ignorando que parte de la recaudación se destinará a comprar leche en polvo y pollo por pescado, como corresponde a un país desértico y sin costas.
Lamentablemente, la revolución no va a poder dedicar mayores recursos a la jama del pueblo porque el otro objetivo de la Operación Motorina es recoger dólares, euros y demás divisas reales en manos del proletariado y hacer caja para eliminar el CUC, esos vales inspirados en el sistema de la tienda mixta de Birán.
Ha sido increíble la respuesta del pueblo dolarizado al llamado de la revolución. Un 13% de los “aperturantes” de cuentas depositó parte o todos sus ahorros para que el Granma siga navegando invicto.
Derrotado el bloqueo yanqui con una operación relámpago ante sus narices; ahora solo falta derrotar el embargo interno, ese que mete en la cárcel a cubanos que disienten y que serán liberados una vez regrese el presidente Díaz-Canel a la patria, que esperemos sea pronto, porque está dejando sin adjetivos a una enviada especial, a quien el insomnio sufrido desde Irlanda hasta Moscú la ha hecho cucalambeana.
El mismo embargo que convierte la educación en adoctrinamiento ideológico y que contribuye a mantener empobrecida a la mayoría de los cubanos, a los que “las tiendas de Alejandro” (en alusión al ministro de Economía) no les hace ni fu ni fa porque siguen sin entender que ahora tampoco se trata de comer tres veces al día, de bañarse con champú y jabón y de vestirse y calzarse sin apreturas, sino que se trata de salvar la patria, la revolución y el socialismo.
Derrotando una vez más al enemigo bloqueador, el compañero Presidente de la República reafirma su vocación de continuidad porque no es la primera vez que la revolución –únicamente para salvarse– ha tenido que recurrir al dinero ajeno como ocurrió con aquellos 50 mil dólares de Carlos Prío Socarrás y con los viajes de los cubanos emigrados, obligados a pagar tarifas de atraco por trámites consulares, para abrazar a sus familiares y honrar a sus muertos, después de muchos años siendo gusanos y casi persuadidos de que no los querían, de que no los necesitaban.
¡Qué cosas tiene la agresividad imperialista!, 57 años bloqueados y, en descuido, un pelotón suicida viaja a Panamá y regresa triunfante a la patria que os contempla orgullosa, pero dolorida porque otra vez se haya visto obligada a contaminarse con el dólar yanqui, aunque confiada en poder ver la mesa cuadrada, la novela, la pelota y el paquete en 8K.
¡Emigrados, manden refuerzos, que estamos ganando!
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