La televisión anticubana que paga el partido comunista sigue empeñada en ocultar la responsabilidad de la casta verde oliva en los males de Cuba; como acaba de hacer ahora con los destrozos causados, en el re inaugurado mercado de Cuatro Caminos, por un grupo de ciudadanos ansiosos por comprar lo que escasea.
Sin novedad en el frente ideológico, que ya ha dado muestras de su peculiar manera de visibilizar Cuba: si hay pugilato con daños en una tienda es porque los cubanos son indisciplinados; si los barrios padecen de acumulación de basuras es porque los cubanos son sucios; si el gobernante Miguel Díaz-Canel tiene que dar botella a los viajeros amontonados en las paradas es porque los cubanos rompen las guaguas que el Estado compra y pone en circulación; si la economía padece de baja productividad es porque los cubanos son vagos; si hay escasez de todo en las tiendas es porque los cubanos acaparadores y corruptos hacen el juego a Donald Trump.
Tampoco falta el vivo con acceso a Internet y servil a la dictadura que rescata fotos del Black Friday de 2018 en USA y las sube a la red para intentar demostrar que los cubanos tienen un comportamiento similar al de los norteamericanos durante la jornada de mayores rebajas. Increíble, si no revelara la bajeza ética de quien intenta manipular. Es lógico que los consumidores norteamericanos cometan esos excesos mercantiles porque no han tenido la dicha de sentir en sus carnes y cerebros una revolución de los humildes, por los ídem y para los ídem.
Los destrozos ocurridos en Cuatro Caminos obedecen al empobrecimiento crónico impuesto a los cubanos, como mecanismo de control social del Estado jinetero que asola la isla desde 1959. El castrismo ha sido experto en el tumbe, su práctica económica más rentable.
Primero se financió con el tumbe a la mansa y racista burguesía cubana y de incautos como Carlos Prío Socarrás. Luego tumbó a los soviéticos más dinero que el enviado a Europa por Estados Unidos con el Plan Marshall.
En 1989 despolitizó la emigración y, desde entonces, aplica el tumbe a muchos emigrados con tarifas de atraco, remesas y recargas. En paralelo, tumbó el dinero a Hugo Chávez, trampeando hasta el número de consultas ofrecidas por médicos cubanos en Venezuela, modelo que luego extendió a Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y demás países donde hay misiones médicas cubanas.
Bastante sano y disciplinado es el pueblo cubano, teniendo que padecer, durante más de medio siglo, a una casta verde oliva parásita que recauda 6 mil millones de dólares anuales de ciudadanos forzados a emigrar por la represión y pobreza en la isla; incluidos los gusañeros (mitad gusanos, mitad compañeros) que hacen coro a las embajadas, consulados y al ICAP.
¿Cómo explicaría la televisión anticubana que todos esos destrozadores de Cuatro Caminos han sido formados en el sistema educativo de la revolución? ¿Quién destruyó la antigua Plaza del Mercado Único? ¿Quién desalojó y consintió el deterioro del Capitolio Nacional? ¿Quién impuso los maestros emergentes y las universidades municipales? ¿Quién ha destruido el sistema de salud? ¿Quién destruyó la agricultura, la ganadería y la pesca?
¿Quién destruyó la norma republicana que incluía: Buenos Días, Por Favor, Gracias; cederle el asiento a una mujer o persona mayor en las guaguas puntuales o el paso en una acera segura y limpia? ¿Quién suplantó la polémica y el debate de los asuntos públicos con mítines de repudio? ¿Quien eliminó de La Habana 42 periódicos y revistas, de todas las tendencias políticas, para imponer la guataquería impresa y audiovisual? ¿Quien insultó al adversario con el epíteto de Gusano; al bien vestido y aseado con el de Bitongo; al de pelos largos y pantalones apretados con los de Feminoide y Elvispreliano?
Ya podrá empeñarse una y otra vez la prensa anticubana pagada y al servicio del tardocastrismo en achacar a las víctimas las irresponsabilidades del victimario; pero sucede que la mayoría de los cubanos, cuando emigra, se inserta rápidamente en las sociedades democráticas y prósperas que los reciben y asumen sus códigos sin olvidar la solidaridad con sus familiares en Cuba.
Queda claro, excepto para la guara subvencionada.
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