Tras el hallazgo de restos óseos en Playa Girón en agosto pasado, los investigadores acaban de confirmar la aparición en los registros documentales de otros dos nombres de combatientes fallecidos en la invasión de abril de 1961 y que hasta ahora no habían sido incluidos en la relatoría oficial de los hechos, que consta de 156 caídos.
Se presume que la osamenta encontrada, a la que aún no se le ha hecho la prueba de ADN, corresponda a un miliciano cienfueguero de 20 años nombrado Ramón Jáuregui Díaz, quien murió durante las batallas. Junto a los huesos había una mochila con pertrechos de guerra y objetos personales que incluían un certificado de entrega de arma de combate y un carné de miliciano expedido a su nombre.
Según dijo a Radio Rebelde Humberto Rodríguez, historiador del municipio de Jagüey Grande, al cotejar los libros de asentamiento de la funeraria de la localidad con los de enterramientos, comprobó que los datos de ese combatiente no constan en los registros de inhumación.
Por otra parte, Mirna Jáuregui, sobrina de Ramón, confirmó que su familia terminó por aceptar la desaparición de su tío, ante la ausencia de pruebas que mostraran que estaba con vida. “Es algo que lamentablemente comprobaron sus otros tres hermanos, quienes después de lo de Girón recorrieron la zona e indagaron. Ellos eran cuatro y todos participaron en los combates, aunque en diferentes destacamentos”.
Pero la investigadora matancera Clara Enma Chávez fue más allá de este caso en particular, y aseguró que el hallazgo obliga a un nuevo examen de la información y revisión de la base documental usada hasta el momento, pues se ha redactado documentación errónea que con los años ha habido que reconstruir.
En su opinión, aunque se realice la prueba de ADN a los restos encontrados en Playa Girón y se confirme la identidad del sujeto, aún quedarían por investigar los casos de los otros dos combatientes, cuyos nombres aparecieron en los registros documentales pero de los que hay que precisar a qué unidad o batallón pertenecieron. “Todo un reto”, precisó.
“Hay que reconocer que todo esto aconteció en un escenario de guerra, donde los caídos eran trasladados según la distancia, a Jagüey Grande o Covadonga; no pocos desfigurados por las horribles quemaduras del napalm, otros deshechos por las bombas y la metralla, y en ese contexto se procedía a la identificación”, añadió.
“Por ejemplo, en Jagüey Grande se habilitaron en el cementerio dos cuartones en una fila para milicianos y mercenarios y además, se conservaban las pertenencias para que los familiares también pudiesen contribuir al reconocimiento de las identidades, pero te reitero, en una situación convulsa”, concluyó.
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