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Una cubanoamericana residente en Miami publicó el libro de cocina Recetas de mis 15 abuelas, que recopila antiguas recetas registradas y transmitidas por varias generaciones de tías y abuelas de su familia, para conservar una herencia cultural judía que tuvieron que mantener en secreto durante años.
Genie Milgrom, de 65 años, relató a NPR que hace ya tiempo, cuando su madre enfermó, encontró entre sus pertenencias una colección de recetas antiguas, algunas incluso databan de la época de la Inquisición en España y Portugal.
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Una de ellas era particularmente inusual: se trata de un postre azucarado llamado chuletas, como la palabra empleada en castellano para nombrar las chuletas de cerdo.
“Está diseñado para parecerse a una chuleta de cerdo, pero en realidad está hecho de pan y leche. Básicamente, son tostadas francesas que se fríen en forma de chuleta y se aderezan con mermelada de tomate y pimientos”, explicó.
“Las leyes dietéticas judías prohíben el consumo de carne de cerdo, por lo que estas chuletas se comieron como una especie de cobertura. Era el tipo de cosas que los criptojudíos (personas que practicaban el judaísmo y luego se convirtieron al catolicismo) tenían que comer para hacer ver a los demás que estaban comiendo esa carne, y no sospecharan que aún mantenían su fe en secreto”.
Otra de las costumbres que adoptaron en Europa en el siglo XV para esconder su verdadera fe era la de quemar una chuleta de cerdo en el fuego, para que sus hogares olieran a la carne mientras se comían el dulce.
Esas recetas ayudaron a Milgrom a confirmar lo que sospechaba desde niña: que descendía de judíos que se vieron obligados a convertirse al catolicismo hace más de 500 años, durante la Inquisición, pero que en secreto siguieron practicando el judaísmo.
Milgrom, que ha escrito varios libros e imparte conferencias en todo el mundo acerca de lo que significa ser un criptojudío, recordó otra costumbre aprendida también de su abuela: la de quemar un poco de masa de pan en el horno.
“Las mujeres judías, cuando hacen el pan para los viernes por la noche, toman un poco de la masa y la queman como una ofrenda y dicen una bendición en el horno. Siempre tienes que tener cinco libras de harina para hacer esto. Ella me enseñó a hornear con esas cinco libras y a tomar un poco y quemarlo en la parte posterior del horno”, dijo.
Aunque fue criada como católica, Milgrom se sintió atraída por la fe judía, a la que se convirtió en la adultez. Cuando murió su abuela, su madre le dio una caja que tenía un arete con una Estrella de David y un hamsa, “que es un artefacto que usamos y que es como la Mano de Dios”, contó.
A partir de ese momento, comenzó a buscar sus raíces genealógicas. Su investigación la llevó a Fermoselle, una aldea situada en la frontera entre España y Portugal, donde vivieron sus ancestros. Y comprobó que el pueblo fue judío hasta la llegada de la Inquisición.
“Gran parte de la historia criptojudía fue borrada deliberadamente, a menudo por las propias familias. Es por eso que estas recetas son tan especiales. Cuando las vi, dije: ‘Si estas abuelas las llevaron durante siglos, entonces es mi deber honrar el hecho de que descubrieron que era un tesoro para salvar’”, concluyó.
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