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Las tradiciones gastronómicas definen parte de la identidad de los pueblos. A los cubanos poco nos queda de las costumbres culinarias de nuestros abuelos porque la crisis económica de los últimos 60 años nos ha empujado a olvidar sabores y prácticas socioculturales en este ámbito.
Sin embargo, hay una fiesta que continúa reuniendo a la familia cubana alrededor de la mesa cada año, a pesar de todas las crisis, las discrepancias políticas y la diversidad de credos: la cena de Nochebuena.
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En Nochebuena se celebra la llegada de Cristo
Durante seis décadas de Revolución, muchas familias seguidoras de los principios fidelistas se hicieron los de la vista gorda para hacer perdurar la tradición y poder reunir a padres, hermanos, sobrinos, hijos y nietos, olvidando al menos por un rato las divergencias.
Sirvió el silenciado pretexto de la llegada de Cristo para unir lo que dividió la política y la economía mal gestionada; para salvar por una noche la unidad y la armonía de la familia cubana.
A muchos nos toca vivirlo desde otras tierras y gastarnos más dinero llamando por teléfono que en comida, pero sabemos que unas palabras le servirán de aliento a la abuela. Los “malnacidos por error en Cuba” tenemos corazón y además de añorar, también sustentamos las risas y el brindis de Nochebuena.
Un salario no paga una cena
Quien asume la cena de Nochebuena, en Cuba, sabe que tendrá un reto para el que debe prepararse con antelación. Las familias grandes, por lo general, acuerdan dividir los gastos tal como ocurre en otros lugares del mundo.
Muchos cubanos desde el exterior contribuirán a que sus familiares en la Isla puedan disfrutar en Nochebuena de los alimentos básicos para el festejo, un trozo de carne y unas cervezas. De otra manera, es casi imposible por los precios que alcanza todo en Cuba en estas fechas.
Recuerdo aquella frase… “no saques la cuenta, compra el vino, los camarones, el turrón y ni lo pienses”. Se iban los ahorros de varios meses en una cena. Y es que no es noche de hacer cuentas. Es tiempo de sacar el mantel de la abuela, desempolvar las copas y lavar bien la vajilla vieja.
Entraba en mi cocina y pensaba: “que se abra la yuca, que se ilumine el horno otra vez y que la carne huela”. Nos reuníamos tantas personas a comer que no cabíamos en la mesa. Hoy estamos todos en países diferentes, y en casa solo sobran las sillas.
Nunca ha sido el 24 de diciembre el día de hacer cuentas. Toca construir un recuerdo en nuestros hijos, la memoria de esa noche, buena, en que todos nos sentamos a la mesa y compartimos con alegría lo que había.
Donde sea que estés saca tus copas, el mejor mantel y desempolva la vajilla. Que brillen las luces, es tiempo de paz, mañana es Nochebuena.
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