La década de 1920 fue para La Habana de pleno proceso expansivo desde el punto de vista urbanístico. En el corazón de la ciudad, municipio Centro Habana, el flujo de visitantes y el comercio crecía sustancialmente.
En el año 1926 el arquitecto Horacio Navarrete diseña un edificio que se convertiría con el paso del tiempo en una referencia de hospedaje en las principales guías turísticas internacionales, el Hotel Royal Palm.
Este impresionante inmueble se ubica en la esquina de San Rafael e Industria. Se inauguró como “Edificio Luis. E. del Valle”, en honor al reconocido magnate azucarero que ostentaba su propiedad. Sin embargo, en poco tiempo fue vendido al canadiense Wilbur E. Todgham, quien lo convirtió en el afamado Hotel Royal Palm.
Tenía un total de 200 habitaciones que se encontraban repartidas en 9 nueve plantas. En el décimo piso había un maravilloso restaurante-mirador.
Una característica que lo colocaba entre los preferidos de su época era que casi todas las habitaciones tenían baño privado y agua caliente. Además, el edificio poseía dos modernos ascensores y una escalera protegida contra incendios.
En la década de 1930 el hotel es comprado por Pascual Morán Pérez, empresario de origen español que se destacó en el ámbito de la hostelería en Cuba.
Morán era un hombre muy habilidoso en temas de marketing y supo aprovechar la marca construida por los propietarios anteriores para posicionarse en el mercado. Comercializaba su hotel como el mejor y más céntrico de la ciudad.
El Hotel Royal Palm estuvo vinculado sobre toda al turismo proveniente de Estados Unidos, aunque entre sus huéspedes ilustres se nombra al entomólogo Italiano Filippo Silvestri y la cantante argentina Mercedes Simone, conocida como “La Dama del Tango”.
En la década de 1960 este hotel fue nacionalizado, como otras muchas propiedades en el país. No aparece una referencia exacta de cómo y cuándo, pero el edificio poco a poco se convirtió en viviendas familiares.
La práctica de expropiar hoteles y convertirlos en edificios multifamiliares fue una de las estrategias del Estado revolucionario para resolver el problema de la vivienda en Cuba.
Lo único que conservó el edificio hasta la actualidad fue la función comercial de la planta baja, aprovechando su excelente ubicación en el Boulevard de San Rafael.
Atendiendo a los valores arquitectónicos de esta edificación y su importancia sociocultural dentro del paisaje urbano en que se encuentra, el edificio recibió una restauración capital en el año 2000, con el apoyo de la Diputación Provincial de Sevilla, España.
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