Con otra recaída energética a la vista, en la isla vuelve a ser protagonista el gas licuado del petróleo (GLP), que se distribuye en la “balita”. La estabilidad de un recurso del que dependen miles de hogares cubanos para la cocción de alimentos siembra una nube de incertidumbre y desazón.
Una nota de prensa trajo la mala nueva este lunes al informar que debido al embargo estadounidense, los proveedores se negaron a realizar las entregas de gas planificadas para el consumo de la población y de los sectores estatal y no estatal.
Además de reclamar ahorro y uso eficiente del gas, el gobierno ha reconocido la existencia de afectaciones en la venta normada y liberada de GLP y “sólo podrá garantizarse para los centros que brindan servicios básicos a la población”, y agregó que se aplicarán medidas de reducción del consumo.
Una residente de Marianao, La Habana, indica que “en mi casa cocinamos y comemos gracias al gas de balita que se vende de forma liberada porque tengo varios electrodomésticos inservibles. La única esperanza que me queda es que la situación vuelva a ser coyuntural, aunque lo dudo”.
De acuerdo con la entrevistada por CiberCuba, las restricciones que se implementaron hace unos seis meses para alargar los ciclos de comercialización normada y liberada del GLP -del cual son clientes 1,7 millones de consumidores distribuidos en más de 600 mil núcleos familiares- “fueron un aviso de lo que vendría”.
Alguien que se hace llamar Curiosidad en el sitio oficial Cubadebate considera que es muy duro levantarse y leer algo así cuando uno tiene niños chiquitos y ancianos “que dependen de uno”.
“Si sigue esto como va deberían volver a vender carbón y luz brillante, al menos uno así sabe que si hay necesidad con la electricidad puede cocinar alguito para los que más lo necesitan. No hay que ponernos a pelear entre nosotros, ni con los que dicen que hay que apretarse el cinto, ni con los que nos desesperamos porque no escampa”, agrega el usuario.
Es válido recordar que en agosto de 2019 las empresas comercializadoras de la Unión Cubapetróleo (Cupet) mandaron a dilatar el tiempo de reposición del combustible doméstico que se adquiere por ciclo a través de la libreta de abastecimiento.
Además de implementar un nuevo ciclo de ventas que variaba en dependencia del número de miembros que conforma cada hogar, la regulación mantuvo prohibida la firma de nuevos contratos para el arrendamiento de cilindros para la compra “liberada” de gas, que se dio a conocer en abril del mismo año.
Una vez extendido el período de adquisición de la balita fundamentalmente por “problemas de financiamiento” para sostener la producción nacional de cilindros, las autoridades cubanas afirmaron en septiembre que el suministro de gas licuado estaría estable en lo que quedaba de 2019.
Al respecto, opina la educadora retirada Fermina, de 66 años, “lo bueno duró poco. Lo gracioso es que se planteara que ese tipo de gas estaba garantizado al menos hasta diciembre y justo en enero soltaran la bomba de que volverá a estar en falta. Evidentemente los que nos bloquean saben más de nuestros recursos que nosotros mismos”.
Asimismo, la administradora de un mercado agropecuario, Miriam, asegura que “nos volverán a alargar el ciclo de compra, incluso sabiendo que el que nos dan no alcanza y que no existen otras alternativas.
“Ya el que vende los cilindros en el ‘punto del gas’ me explicó que está prohibida la comercialización de gas liberado. Hasta ahora yo cogía mi gas normado y arrendaba una balita por 400 pesos cubanos y pagaba 110 (poco más de 4CUC) cada vez que iba a comprarlo. En condiciones normales, yo podía comprarlo cada vez que quisiera y ya no podré hacerlo”, acota la vecina del Cerro, en la capital.
Las estadísticas oficiales más actualizadas reflejan que en 2017, cuando se extendió a todo el país la venta liberada de gas (que se tenía en experimento desde 2013), se consumieron más de 159 mil toneladas de gas licuado de petróleo y 93 mil de ellas correspondieron al sector privado.
Para el jubilado Emiliano, “los más embarcados serán los que no tienen ni el servicio contratado porque no podrán tener gas ni en mil años. Al menos a los que lo tenemos asignados nos queda la esperanza de que una vez cada tres meses nos lo vendan”.
De una u otra forma, “habrá que volver a la cocina eléctrica, aunque la cuenta de la corriente nos ‘coma por una pata’, y a montar un fogón de leña en el patio, como mismo hicimos en los noventa”, recuerda.
A tenor con la ama de casa Amanda, “ya que no volverá a la normalidad la comercialización del gas, ojalá no vuelvan las tandas de apagones porque ahí sí que me quedaré más de una vez con la comida a medias. Sin electricidad tampoco podré usar la arrocera o la reina para adelantar”.
La también madre de tres hijos menores de 16 años resalta que “es un golpe grandísimo no poder comprar la balita de 110 pesos al menos una vez al mes. Nos volveremos locos si continúan haciéndonos difícil la vida para dondequiera que uno se vira”.
En tanto, cifras informales calculan que el gas licuado que se produce en la isla cubre alrededor del 30% del consumo nacional. En el caso de Amílcar, el cambio de cilindro le tocaba cada 19 días, luego cada 21 y ahora cada 32. “Uno no solo lo tiene que utilizar para cocinar, sino para hervir el agua para bañarse y para ingerir”, acota.
Por otro lado, Tony confirma vía telefónica que en Santa Clara las cosas están “bien feas” con el gas y que “los especialistas de Cupet tenían que haber detallado mejor la situación”. “Lo jodido es que nos pusieron la soga al cuello sin previo aviso y ahora habrá que hacer maravillas para cocinar”.
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