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Delia Otero, madre de un recluso que murió bajo atención médica el 23 de enero de 2018 en circunstancias aún sin aclarar, clama justicia por el fallecimiento de su hijo y asegura que nadie quiere asumir la responsabilidad verdadera de los hechos.
En una entrevista al medio Cubanet, Otero expresó que Cuba “es el país de la mentira, en el que no hay justicia porque la vida de un ser humano no se paga con una sanción administrativa”.
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Su hijo, quien cumplía condena en la cárcel de Valle Grande, presuntamente sufrió un catarro que fue agravándose, pero al llegar al hospital Salvador Allende en La Habana, conocido como La Covadonga, ya era muy tarde al parecer: Reydel García Otero tenía los pies cianóticos y enfrentaba un paro respiratorio.
Allí permaneció en estado de coma, auxiliado por equipos médicos, hasta que murió a las 2:35 de la madrugada, con las manos, pies y orejas necrosados. Tenía 30 años de edad.
“Falleció a causa de un fallo multiorgánico. Fueron colapsando sus órganos hasta que diagnosticaron la muerte clínica”, comentaría un familiar por aquel entonces.
Reydel García trabajaba en una carpintería militar y cometió el 'delito' de hacer trabajos particulares fuera de su centro laboral.
A raíz de su deceso, se les impidió a los médicos involucrados hacer una especialidad, asegura Delia Otero, aunque se comprobó que no hubo intencionalidad. Sin embargo, ella no tuvo acceso a los resultados de la supuesta investigación que hicieron los servicios médicos del Ministerio del Interior (MININT) ni las sanciones que se imputaron como resultado de la misma.
Con anterioridad, su hijo había descrito las pésimas condiciones en que lo tuvieron retenido en el centro penitenciario de 100 y Aldabó en La Habana. “Las camas son de hierro cogidas a la pared con cadenas gordas como las que utilizan en los barcos, la ducha está encima de la letrina, es decir, que te bañas arriba de la mierda y el meao”, refirió en una carta.
“Viví momentos muy duros con Reydel en terapia. Él era un muchacho muy libre, muy feliz, muy contento, muy de ayudar a la gente. Yo perdí a mi hijo que no era un delincuente ni un asesino, perdí a un muchacho que fue a buscarse dos pesos y que desgraciadamente le tocó”, señaló Delia Otero.
“¿A quién le escribo ahora para encontrar justicia?”, se pregunta Otero en medio de su desazón.
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