Probablemente sea la primera vez, en la historia cultural de Cuba, que una obra de teatro se esté representando en Miami, mientras La Habana le concede uno de sus premios literarios más prestigiosos. Y este es una suerte de "milagro" verificado gracias a la apelación de una obra de teatro a la cubanía originaria, ancestral, y a un relato de lo nuestro con el cual todos podemos identificarnos.
El autor cubano Abel González Melo ganó nada menos que el Premio Casa de las Américas 2020, en el apartado de Teatro, por la obra Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés, un texto que muestra, entre otras virtudes, «una dramaturgia madura que fluye de manera clara y profunda», según reconoció el jurado.
Según la sinopsis, en la obra hay una compañía de teatro que, al descubrir manuscritos inéditos de la poetisa bayamesa María Luisa Milanés (1893-1919), ardiente feminista y patriota, decide preparar un espectáculo inspirado en su complicada vida, descubriendo una fascinante historia sobre el peligroso enfrentamiento a la tiranía patriarcal.
La Milanés se quitó la vida a los 26 años de un disparo en el pecho tras dejar inconcluso un manifiesto feminista. «¿Morirá mi recuerdo, morirá en el olvido?», se pregunta en un verso esta mujer sojuzgada por el férreo control del padre, un general de la guerra de independencia, y el desamor de un marido mujeriego y tirano.
Mientras la cultura de la Isla celebraba el triunfo Gónzález Melo en La Habana, Bayamesa llegaba a la escena en Miami, y una foto de la puesta en escena se desplegaba en la portada del suplemento Viernes, de modo que la redacción cultural de El Nuevo Herald consideraba esta puesta entre las recomendaciones especiales para el público latino, y especialmente cubano, en Estados Unidos. Las funciones continuaban, hasta este fin de semana, en la escena del Miami Dade County Auditorium.
La obra subió a escena en julio como una vía para celebrar los 40 años del grupo Teatro Avante y la puesta está dirigida por Mario Ernesto Sánchez. De acuerdo con el director, quien además de fundar hace 40 años la compañía Avante, dirige el Festival de Teatro Hispano de Miami, Milanés vivía en Bayamo, y aunque apenas la dejaban hablar o salir a la calle, “nació fuera de tiempo, era feminista, no resistía el machismo cubano, y tanto el marido como el padre odiaban la idea de que ella escribiera versitos”.
En contradicción con el padre, incomprendida por el esposo, limitada por la vida social de una pequeña ciudad provinciana, ella escribía y rompía o quemaba, comenzando así un proceso de autodestrucción que asume cuando entiende que lo soñado era inalcanzable, y comprueba que el amor y la comprensión anhelados eran imposibles: “No puedo más y voy a huir, el miedo / que me inspira la dicha que he soñado / es tal de enorme y hondo, que me excedo / en mi pena, a llorar lo no llegado”.
Según declaraciones en una reciente entrevista, González Melo considera que la poetisa bayamesa era un alma tocada por la divinidad y ese don superior ella lo desarrolló con empeño, dedicación, estudio: "Llegó a conocer varias lenguas, dominó el latín, el francés y el inglés a la perfección, leyó muchísimo. De su obra se conoce solo lo que no fue destruido por ella misma o su padre o su marido, y es una obra impresionante, en volumen y en calidad".
“Que fue víctima de la violencia machista —declara González Melo— y que ello moldeó su existencia, su carácter y sus decisiones vitales, que el entorno patriarcal la asfixió y la enfermó, que tenía que esconderse de todos en su casa para escribir, que intentó volar y escapar del encierro, que sus versos y sus prosas dejan entrever a una filósofa preclara y visionaria, no son cuestiones subjetivas ni secundarias al acercarse a su figura: son el centro mismo de la cuestión”.
La triste historia de la cubana sojuzgada y del talento incomprendido alcanza notable resonancia para los cubanos de ambas orillas, como lo acaba de demostrar, al unísono, la entrega del Premio Casa a la obra escrita, y su llegada a la escena de Miami. El sensible conocimiento de "lo cubano" por parte de Abel González Melo verificó el milagro antes aludido, el miladro de conseguir el aplauso entre los cubanos de adentro y de afuera.
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