De plácemes termino este segundo mes del 2020 con el lanzamiento de un nuevo Micro Cinema titulado "Azúcar abanicando". *
Es el segundo -de apenas dos minutos- de un trío de solos bailados, que comenzó con el debut de "Yo soy giselle", el mes pasado.
¿Por qué ballet?
Creo convencido que la respuesta más antigua ha de esconderse en el vientre de mi madre. Coreógrafa.
Ella montó y dio sentido a mis primeros pasos. Y a todos los que les siguieron, después, también.
Es decir, puede que la sangre me baile en las venas, pero es un hecho irrebatible que la danza le hace bien a mis ideas y se instala, a comodidad, en mis personales fueros internos. Me aplaca e ilumina.
Junto a mi mamá, creamos un espacio en la televisión cubana, que se llamó "Y dice una mariposa"…usando el lenguaje danzario, en horario infantil. Desde ahí pudimos filmar varios programas -algunos con el Ballet Nacional*- donde, incluso, experimenté la dicha de coreografiar.
* Junto al maestro Joaquín Banegas.
Lo que muchos no saben es que, además, soy graduado del Instituto Superior de Arte -ISA- en la especialidad de Teatrología-Dramaturgia. Y, específicamente, como crítico de ballet y danza moderna. Aunque nunca lo ejercí. *
* Creo sólo haber publicado una suerte de reseña, alabando la figura y la obra del excepcional ser humano, artista y bailarín, que es Jorge Esquivel.
Mi Tesis de Graduación fue Coreografía Cubana de Ballet y Danza Moderna. Y su Tutor, el inmenso, excelso y noble, Don Fernando Alonso - quién vi muy poco, la verdad- y hasta recomendó, al tribunal universitario, una calificación final de 4, mucho más moderada.
En cambio, su Oponente, esa exquisita artista que es Aurora Bosch, -una de las cuatro joyas- demandó la calificación de 5, con excelencia, que me permitió egresar con un Título de Oro universitario. *
* Absurdos y estupideces de la “educación”. Porque hoy pienso que el sacar buenas notas no significa, precisamente, el ser inteligente.
Todo eso, en realidad, se lo debo a quien fuera mi profesor y amigo, el estudioso y crítico Orlando Taquechel. Fue él quien, con sapiencia, dedicación y seriedad, me guio, alentó y cuidó. Por siempre le estaré agradecido.
Unos meses antes, había cumplido el servicio social, con la tropa que lideraba Mayda Bustamante, al frente del Departamento de Relaciones Públicas del Ballet Nacional de Cuba*.
* De no haber entrado en la primera generación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, quizá, ese hubiese sido mi ocupación laboral. Si bien, el servicio social - que nunca llegué a cumplir, precisamente, por comenzar a estudiar cine - me lo habían ubicado en la casa de Cultura del municipio Colón, en la provincia de Matanzas. Una vez aprobada mi plaza en la EICTV, me amenazaron - en el Ministerio de Cultura - con quitarme el diploma de graduado. Yo les respondí, que lo que no podría devolverles, afortunadamente, eran los conocimientos adquiridos. Y que yo no nunca renunciaría a mi viejo anhelo de dirigir y de hacer cine. El conflicto - alguien me contó luego, aunque, no sé hasta dónde fue verdad - se dirimió a nivel de aprobación del vice ministro de cultura - que también era cineasta - Julio García Espinosa.
Aquello fue toda una escuela de protocolo. Más la extraña sensación de haber estado recorriendo los salones de una, más que estricta, corte versallesca. También fue un inolvidable honor el haber estado cerca de grandes creadores e intérpretes. *
* Entre ellos, mi ídolo creativo, Alberto Méndez. Y mi bailarina preferida, Rosario Suárez.
De esa manera - durante dos festivales internacionales de ballet - tuve acceso a prominentes figuras internacionales, verdaderas estrellas mundiales, con las que compartí momentos inolvidables. *
* Recuerdo haber atendido a Eva Evdokimova, Guislaine Thesmar, Nina Ananiashvili - amorosa y hasta un tanto interesada en mí, ji, ji - y los que eran, por aquel entonces, los primeros bailarines del Teatro Bolshoi. Con quienes guardo una simpática anécdota, frente al Ministro de Cultura de ese entonces, Armando Hart, que, alguna vez, contaré.
La más apreciada de todas las experiencias vividas, fue el encuentro con ese gran coreógrafo argentino, que fue, es y será per seculam seculorum: Oscar Araíz.
Quien llegó a Cuba, por primera vez, como director del Ballet del Grand Théâtre de Genève.
Primero, fue sólo con una pareja: Bonnie Wyckoff e Iván Michaud. * Luego, a los dos años siguientes, con la compañía entera. De la que, asimismo, se me encargó atender.
* Y con él tengo otra larga, larga, muy larga historia que, también, algún día -si me embullo- contaré.
Jamás olvidaré la ocasión en que fuimos al primer ensayo, en el teatro Mella, de su Adagietto con la incomparable música de Gustav Mahler. *
* Desde ese entonces, la pieza se convirtió en mi favorita en la música clásica y escucharla me sume en un pozo hondo de meditación y dolor.
Al terminar el primer pase, Oscar me encontró a su lado, llorando a mares. Pocas veces he llorado con tal profusión. No podía controlarme y él no sabía qué hacer o decir.
Desesperado me preguntaba: ¿Qué te pasa? ¿Puedo ayudarte en algo? ¿Te sientes mal? Y yo era quién, se suponía, estaba allí para atenderlo a él.
Tuvo que pasar un largo rato para poder responderle calmado.
- Es que es la primera vez que el arte me deja sin un resquicio de defensa.
Más tarde, durante los dos años que viví en Buenos Aires, nos reencontramos.
Y me permitió ir, cada día que pude, a ver las clases y sus ensayos en el Ballet del Teatro San Martin, en plena calle Corrientes.
Es más, creó una pequeña pieza, que filmamos en 16 milímetros, con la versión del himno nacional argentino, cantado por Charlie García e interpretado por una bella bailarina semi desnuda.
Lamentablemente, todo ese material se extravió en mi mudanza a New York, cuando obtuve la beca Guggenheim. *
* Quizá, alguien conserve una copia del material original en celuloide, mas, no lo creo.
Siempre he dicho que soy coreógrafo frustrado. Pero, que he encausado esa pasión, de algún modo, recreando historias, distribuyendo colores, entretejiendo encuadres, dibujando sonidos, o desatando sentimientos.
Que es - de cierta manera y hasta cierto punto - una vía de hacer realidad mis sueños, valiéndome de la creación teatral y/o audiovisual.
Por eso, esta nueva entrega.
He de agradecer, con especial cariño, la ayuda brindada en el uso de la terminología específica, a esa singular bailarina, maestra y creadora que es Caridad Martínez.
Reencontrarme con ella, a través de las redes sociales, ha sido toda una dicha y un inmenso honor. *
* Con ella filmamos su "Muñecos" para la televisión cubana y luego de su experiencia con el Ballet Teatro de la Habana le adoré el triple.
Asimismo, he de hacer mención a mi amigo y mentor Carlos Ferrera. Como tenemos parecidos sentidos del humor, siempre antes le consulto.
¡Disfrútenlo! ¡No se lo pierdan! ¡Suscríbanse al canal! ¡Compartan!
Gracias miles.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.