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Un anciano cubano de Santiago de Cuba que padece hipertensión arterial y artrosis generalizada, malvive en una casa a medio construir que solo posee algunas paredes de bloques y dos ventanas de aluminio.
Jesús Tamayo Valdés, residente en la carretera de la Mina, en el poblado El Cristo, denunció a la agencia CubaNet que ya no sabe qué hacer para que las autoridades lo ayuden a solucionar su terrible problema de vivienda.
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“Me cansé, de verdad. Ya yo tengo 70 años, padezco de muchas enfermedades y me duelen todos los huesos. Ya yo perdí las esperanzas de que el gobierno me ayudara”, criticó.
“Ni por el Estado ni por nadie he tenido respaldo de ningún tipo, porque me empezaron a hacer esta casa, y después de estar esta parte hecha, vino el arquitecto o ingeniero y me dijo que esto no podía seguir así, la mandó a parar porque tenía tres cabillas”, añadió.
“Desde entonces, cada vez que voy a una institución del gobierno, no me hacen caso”, precisó.
El video de CubaNet permite ver la terrible situación de la morada de Jesús, donde tanto el techo como el suelo están destruidos, y él ha tenido que improvisar un lugar para cocinar y un baño.
Para dormir tiene un colchón que le fabricó un amigo con sacos y hojas de plátano. “Se lo agradezco con el alma, porque mire dónde yo dormía, en sacos sueltos y un colchón roto”.
Jesús reveló que empezó a trabajar a los 12 años y solo percibe una jubilación de 285 pesos.
“Estoy solito. Y mira que yo luché por esto como nadie se imagina. Me pasé toda mi vida de esclavo, porque me decían que esto iba a ser algo grande, ¿y al final qué?”, lamentó.
La situación de Jesús Tamayo Valdés es similar a la de muchas personas de la tercera edad en Cuba, donde son pocas a las que les alcanza la pensión que reciben. Recientemente CiberCuba divulgó la historia de Víctor Manuel Vera Arencibia, también de Santiago de Cuba, que recibe una chequera de 280 pesos que solo le alcanza para vivir algo más de una semana.
Personas que dedicaron toda su vida a trabajar, y que incluso arriesgaron sus vidas por la Revolución, se sienten defraudadas al llegar a su vejez. Es el caso de Miguel Ángel Bravo Noroña, un exmiembro del Movimiento 26 de julio, que a sus 78 años afirma sentir “vergüenza” de tener que confesar que jamás sospechó que el gobierno lo dejaría abandonado a su suerte, después de haberse jugado la vida luchando contra Batista.
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