Una doctora cubana introdujo el uso de nasobucos de tela en su centro de trabajo en España. Según explicó es una medida de protección segura, probada por ella misma en otras epidemias que enfrentó como profesional de la salud en Cuba y en misiones médicas fuera de la isla.
K. narra ante la prensa española que cuando trabajaba en Cuba a ella y a sus colegas les daban diez mascarillas de tela, elaboradas con los tejidos verde o azul que se usan para los quirófanos.
La doctora asegura por su experiencia profesional que estas mascarillas de tela son efectivas si se cambian cada dos horas, se lavan con agua y jabón y se hierven a más de 90 grados para eliminar los gérmenes.
Ante la posible crisis de nasobucos y otros productos para enfrentar el coronavirus en su centro de atención médica, K. comenzó a impulsar entre sus colegas españoles el uso de mascarillas de tela.
K. es médico coordinadora de la atención sanitaria de los Servicios Asistenciales de Envera, una entidad sin ánimos de lucro, cuyos trabajos van dirigidos a personas con discapacidad.
Su equipo atiende a más de 150 pacientes en residencias y centros de día en Madrid y Colmenar Viejo.
En el Estado de Alarma que vive España por el coronavirus, el principal objetivo de este equipo de profesionales de la salud son los residentes que mantienen en sus centros, 83 personas con discapacidad intelectual, entre adultos, mayores y dependientes.
K. proviene de una familia de médicos cubanos. Según explica sus padres forjaron en ella el amor a la profesión de la cual se graduó en la isla. Como profesional de la salud tiene experiencia en combatir diferentes epidemias como el cólera y el dengue en Cuba o el ébola en misiones médicas fuera del país.
En esta crisis sanitaria del coronavirus ha preparado a su equipo con técnicas propias de tiempos difíciles que conoce sobradamente por su experiencia de trabajo en Cuba, donde los médicos deben palear a diario situaciones de severas carencias materiales.
Además, esta doctora destaca la importancia de la prevención como primer factor para evitar contagios por el coronavirus. La falta de mascarillas no es un obstáculo para su equipo, pues asegura que, si no las tienen, serán capaces de hacerlas.
K. confiesa además que los médicos cubanos saben cómo impermeabilizar batas o hacer gafas protectoras con carpetas de plástico, por si llegaran momentos de gran dificultad, como lo que se han vivido en regiones de Italia.
Las mascarillas de tela serán cruciales para los trabajadores y para evitar la infección de los más vulnerables -asegura la doctora en su entrevista a El Confidencial. Esta fue la razón por la cual se prepararon con antelación, a pesar de tener una reserva de nasobucos clínicos.
Esta doctora cubana lleva cuatro años residiendo en España y no imaginó que viviría en un país del primer mundo una crisis sanitaria tan grave. Como profesional de la salud, tampoco recuerda una situación como ésta a escala mundial.
Con respecto a su país natal, K. recordó momentos difíciles como la epidemia de cólera, en que llegó a atender 3 o 4 casos en un centro, algo completamente asumible. También hizo referencia a los continuos brotes de dengue. Sin embargo, asegura que le atemoriza pensar los efectos del coronavirus en Cuba.
Una de sus principales preocupaciones es la velocidad tan alta de los contagios. Su experiencia le indica que, si está resultando duro para los profesionales españoles que tienen un sistema de salud pública sólido, puede resultar sumamente complejo para los cubanos por no contar con suficientes recursos económicos para enfrentar lo que se avecina.
K. recuerda también un aprendizaje en Cuba que tiene que ver con los valores humanos. Asegura que los médicos allí han estado 50 horas al pie del cañón, han descansado 6 y han vuelto de nuevo a cumplir con su deber.
Es quizás esa madera singular de la que están hechos los cubanos y ella está formada así. Por eso, mientras sabe que su madre, médica jubilada en Cuba se ha puesto a fabricar mascarillas, K. se pone manos a la obra y lo hace en España. El amor por su profesión nació en la familia, es una entrega a la comunidad y los enfermos, sin importar el coste, incluso el que puede tener para la propia vida.
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