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Pablo Pacheco Ávila, miembro de los 75 de la Primavera Negra cubana, cuenta a los lectores de CiberCuba cómo fue su aislamiento de castigo en una mazmorra cubana, ahora que el coronavirus le ha hecho recluirse por prevención, aunque ahora no en una celda, sino en su casa en Miami
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Es difícil el aislamiento, muy difícil. Me ha tocado el confinamiento voluntario y el involuntario, y ese último es el más cruel de los castigos en la cárcel, es una verdadera tortura psicológica.
En estos días es difícil no recordar mis 18 meses en "La Polaca " de Agüica, prisión provincial de Matanzas. Las celdas de esa cárcel están diseñadas para pasar las 24 horas del día encerrado, sólo podías ver más allá de los barrotes cuando te llevaban al médico, visitas cada 3 meses y pabellones conyugales cada 5 meses.
Allí tuve que usar la imaginación al máximo si quería sobrevivir sin enloquecer. Tachaba cada día del almanaque y cargaba sobre mis espaldas con una condena de 20 años de prisión.
Comencé por crear un plan del día.
Después de desayunar, leía La Biblia un buen rato, después escribía cartas a mi familia y algunos amigos, el tiempo lo calculaba por el sol, después venía el paupérrimo almuerzo.
Cuando el Sol llegaba a una línea que hice en la pared, me anunciaba la hora de hacer ejercicios y finalmente me bañaba para leer cuanto libro caía en mis manos.
Después de varios meses en confinamiento el tiempo volvía a sobrar y la mente reinventa nuevos métodos para sobrevivir a la locura.
Entonces apareció el ajedrez. Pero sin tablero. Organizamos un campeonato, varios prisioneros jugábamos de celda a celda, cantando la jugada de cada cual y un juez anotando y llevando la partida. Fue algo divino para la salud mental, los campeonatos de ajedrez duraron hasta salir de ese infierno de hombres vivos.
Durante el aislamiento, cualquiera que sea, hay que evitar que la mente piense demasiado en que estás solo. Hay que darle ocupación. En mi caso leer lo fue todo en medio del castigo.
Hoy llevo más de una semana recluido voluntariamente para evitar que el coronavirus siga expandiéndose todavía más.
Al recordar aquellos días de Agüica me río, pienso y digo: "Ahora tengo a mi familia al lado, tengo comida de verdad, tengo televisión, internet, libros y teléfono". Lo tengo todo. Nada me impide un pequeño sacrificio. Esta no es una Primavera Negra. Es apenas una cuarentena en primavera. No es lo mismo.
La mejor experiencia de estar en solitario, lejos de mi esposa e hijo, de amigos y familiares, es que aprendí a dominar y controlar la paciencia. Eso me hizo definitivamente más fuerte.
(Pablo Pacheco Ávila - condenado a 20 años de prisión en el grupo de los 75 de la Primavera Negra cubana)
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