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Si normalmente al cubano le dan ganas de tirar el teléfono celular porque “los datos están pésimos”, durante estos días en que la COVID-19 acecha y avanza vertiginosamente, le inundan los deseos de hacerlo picadillo.
Líneas insistentemente fuera de cobertura, llamadas interrumpidas, SMS fallidos, Internet sumamente inestable... Así están siendo las comunicaciones para los que se quedan en casa en la isla.
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No obstante, la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) solo ha dado migajas, luego de soportar una enorme presión popular para que abaratara sus servicios.
En tal sentido, la magnánima compañía ha aflojado la mano al alargar por un mes la vigencia de los bonos de las recargas que se realicen entre el seis y el 11 de abril; además de rebajar el precio de la voz y el dato por telefonía móvil en horario de la madrugada, la tarifa de larga distancia nacional y las llamadas nacionales que se realicen con tarjetas Propia.
ETECSA ha ofrecido también más tiempo de Nauta Hogar y una pequeña reducción a sus tarifas para abril; un mes extra a las facturas telefónicas y las líneas móviles, que no puedan ser pagadas o alargadas, respectivamente; acceso gratuito a EnZona y un descuento en Transfermóvil, ambas aplicaciones bastante poco conocidas en el país.
Pero ETECSA ha accedido a poquísimas de las justas demandas del cubano promedio, que sigue insistiendo en que no son momentos de “pensar en las ganancias”, sino de “solidarizarse” con quienes, encerrados en sus hogares, ruegan por mantenerse informados y en contacto con los seres que quieren, dentro y fuera de Cuba.
Por eso, los cubanos no pueden perdonar que las medidas adoptadas por el monopolio cubano resulten, cuando menos, insuficientes. Pobres. Bien podrían contemplar una disminución de los precios de las llamadas, los mensajes de texto e Internet. O la extensión del tiempo de vida útil de otros servicios, y no solo de la bonificación promocional de recargas que la mayoría de las veces son hechas desde el exterior, por familiares y amigos que hoy permanecen sin trabajo.
A pesar de que, en los últimos días, el tráfico de voz y de datos ha estado al menos un 10% por encima del volumen acostumbrado, el propio Ministerio de Comunicaciones ha asegurado que la red se ha mantenido estable y ETECSA, que es la responsable de hacerle más llevadera la vida a los cubanos, mantiene los brazos casi totalmente cruzados ante la crisis desatada por el coronavirus: ni gratuidad, ni rebaja de los costos a tiempo completo, ni ampliación de la vigencia del saldo fijo o de los paquetes de Internet. Nada de nada.
El cubano promedio considera que si la red se satura cuando se eleva el tráfico, lo ideal sería eliminar el límite de plazo para el uso de datos, pero ETECSA no lo escucha. Está claro que mientras lo obligue a consumir en 30 días los megas más caros del mundo, tendrá que usarlos a la carrera antes de que se venzan, y el flujo quedará cada vez más congestionado.
Al cubano común no le importa demasiado si el aumento de la conexión a Internet en la isla “depende de costosas inversiones” o que los precios de esta sean “un regulador de la saturación comunicativa”, como ha alegado la prensa oficialista.
A la media de los cubanos lo que les interesa, más ante un coronavirus que se convirtió en pandemia, es que no le digan qué hacer con los megas de Internet móvil que paga a precios exorbitantes, si se tiene en cuenta que el salario mensual que reciben es insuficiente para cubrir las necesidades más elementales de cualquier ser humano.
Hay que ser demasiado cínico o demasiado loco para pararse delante de una cámara en la televisión nacional o en una red social y pedirle al cubano de a pie que disminuya el uso de datos móviles, para hacer las comunicaciones más viables, y que prácticamente solo utilice la mensajería instantánea y los sitios estatales, que es donde está “la verdad”.
Datos oficiales situaban al cierre de 2019 en más de 6 500 000 los usuarios que se conectan a la red de redes en la isla, a la vez que indicaban que la telefonía móvil crece a ritmo de más de 650 000 nuevos suscriptores por año, y entre 5 000 y 7 000 clientes diarios que se suman al uso de datos.
En tanto la telefonía fija y la Internet por cable continúan latiendo como una utopía en la mente de la mayoría, las tarifas para hablar, escribir o conectarse desde un celular debieran corresponderse con el bolsillo del cubano promedio, al menos en tiempos de pandemia.
A esta hora solo puedo acordarme del consejo que una amiga residente en España me dio para que no hiciera picadillo mi móvil, mientras intentaba saber cómo estaba ella. “Hazte un chiste”, me dijo. “Y reza: Señor, dame paciencia, porque si me das fuerzas, lo mato”.
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