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Una cubana evocó en redes sociales su traumática vivencia al momento de abandonar la isla en los años 80, la época del conocido éxodo del Mariel, cuando el castrismo promovió manifestaciones de odio y rechazo contra todo aquel que decidió entonces dejar el país y marchar a Estados Unidos.
“Entre palos, piedras y huevos congelados, lanzados por turbas, llegamos allí”, dijo, refiriéndose al traslado hasta el Balneario Abreu Fontán, antiguo Círculo Militar en Miramar, donde concentraban a todos los que deseaban salir del archipiélago.
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“Fue horrible la espera, casi dos meses, sin poder salir a la calle por el temor de ser agredidos. Actos de repudio, amenazas. Contarlo me pone los pelos de punta”, agregó.
“Estaba lloviendo fuerte, aguacero de mayo, y eran tantas las personas, que no había donde refugiarse del agua, así pasamos la noche y al día siguiente, nos llevaron empapados por la lluvia, en un ómnibus al famoso El Mosquito, donde estuvimos una semana”, recordó sobre otro punto de concentración ya cercano al puerto del Mariel.
“Yo llené un bolso de pañales y ropa para mi hija que era una bebita de un año, los demás solo teníamos lo que llevábamos puesto. Mis zapatos se rompieron y andaba descalza, los pañales los ponía a secar con el orine para reusarlos”, cuenta.
“Nos daban un yogurt ácido en la mañana, en el almuerzo y cena, un revoltillo con arroz lleno de piedras, imposible de comer, sacarle las piedrecitas era un martirio, pero para poder comer esto teníamos que ir a un kiosco donde lo repartían y hacer una interminable cola”, expone.
“Yo andaba descalza y donde estábamos era puro arrecife de modo que iba mi hijo de 7 años con su papá, hacían la cola y nos traían al barracón la “comida” a mí y a la bebé, después volvían a hacer la cola para ellos poder comer”, escribe.
Asimismo, cuenta que cuando fue a reclamarle enfurecida a un oficial tras haber maltratado a su hijo hambriento, este le apuntó a ella con su fusil AK. “Los que estaban en la cola me cubrieron con sus cuerpos y al fin el mal nacido, bajó el arma. ¿Como olvidar este hecho?”, preguntó.
“La última vez que miré la costa cubana, un día como hoy, cuando aquel langostero, llamado Niña Zaida, se alejaba de ella, pensé ..... adiós, Cuba, jamás volveré a pisar tu tierra y así ha sido”, añadió.
Asimismo, dice que cada día disfruta de encontrarse en Estados Unidos, donde “tienen carreras universitarias y gozan de bienestar económico y emocional”, y “han creado sus propias familias”.
“No se me ocurre pensar que hubiese sido de ellos de estar bajo la bota de la tiranía, esperando que les vendan unas migajas y los obliguen a agradecerles por eso”, dijo.
“Lo mejor que nos pasó en toda la vida. Hay decisiones que lo marcan a uno, porque un hecho conlleva a otro como un efecto dominó. Nosotros habíamos presentado la salida del país vía Jamaica. Mis padres ya estaban en EEUU después de haber vivido en España, ya eran ciudadanos americanos y nos estaban reclamando. Estuve 8 largos años sin verlos”, narró.
En un artículo publicado en Cibercuba, la periodista Nancy Pérez-Crespo apunta sobre el histórico éxodo: “En la obra cumbre de T. S. Eliot, The Waste Land, hay un verso que dice: "Abril es el mes más cruel" (April is thecruellest month). Ese abril fue y será el más cruel de todos los abriles cubanos. Fue enorme el sufrimiento y grande el precio que pagaron «los marielitos» por su libertad”.
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