Díaz-Canel es el único culpable de su ridículo limonero en las redes sociales

Profesores cubanos apuestan por la práctica totalitaria de hincar el diente en la carne flácida.


Este artículo es de hace 4 años

El periodista Raúl Garcés Corra y el profesor Rafael Hernández, director de Temas, critican en Facebook el desempeño de profesionales cubanos de la comunicación por haber descuidado la imagen del presidente Díaz-Canel, desconociendo el impacto que tendría en las redes sociales sus desafortunados comentarios sobre la limonada, el guarapo y la comida precocinada.

Nada nuevo bajo el sol del castrismo, donde siempre hay un pelotón de intelectuales dispuesto a hincar el diente en la carne flácida, en ese viejo vicio cubano de jugar con la cadena, pero no con el mono.


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Pero resulta raro que alguien tan avezado en técnicas de comunicación como Garcés Corra, ex Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, cometa la ¿torpeza? de amplificar un error presidencial, cuando la marea empezaba a bajar. Un viejo principio comunicacional recomienda no avivar fuegos en torno a errores, sobre todo, en una dictadura donde el periodismo es un arma de la revolución.

Sorprende el acto fallido del profesor Hernández que, con los Jueves de Temas, ha conseguido consolidar un espacio plural de reflexión y debate acerca de la realidad cubana y -en su caso- lo más coherente habría sido criticar el descuido presidencial o guardar silencio; pero nunca criticar al periodista o periodistas que reflejaron parte de lo que dijo el mandatario.

El problema no es que existan las redes sociales, sino la pobreza crónica de Cuba que acabó con los frutos menores -entre otros alimentos- y la inestabilidad en los suministros de harina, puré de tomate, queso y energía eléctrica que posibiliten hacer pizzas caseras, casi como aquellas legendarias de Frascatti, Da Rossina, Montecatini o La Romanita.

La prensa anticubana que paga el Buró Político del Comité Central del partido comunista tiene un sistema de filtros en todo lo que publica, por tanto, el reportaje televisivo sobre la intervención de Díaz-Canel fue aprobado por los censores de la estructura partidista y militar del gobierno cubano; aunque ahora quieran echarle el muerto al periodista Boris Fuentes y sus editores en la televisión cubana.

Tampoco sorprende la maniobra del clan de Machado Ventura -muy perjudicial para Cuba- que lleva meses saboteando la labor de la Oficina de Prensa de Díaz-Canel, al que intentan someter amplificando sus descuidos y censurando notas ya publicadas sobre la gestión del gobierno.

Pero el presidente debía tomar buena nota de todo este lío, asumir la prudencia a la hora de hablar, evitando cualquier manifestación infantil de castrismo y ordenar a su jefe de prensa que no se publique nada sin su consentimiento; mientras eso no ocurra veremos una y otra vez ridículos presidenciales y de ministros porque el Departamento Ideológico del Comité Central insiste en hacer ver que Díaz-Canel carece de la grandeza de Fidel y Raúl Castro Ruz, los principales responsables del desastre cubano.

Según Garcés y Hernández, los periodistas se descuidaron ignorando la presencia de las redes sociales. Curioso. Lo grave no es que el presidente de Cuba haya frivolizado con la limonada, el guarapo y la comida precocinada para rematar en hornos microondas; sino el supuesto error de periodistas y editores.

Que Garcés quiera contribuir a la ignominia para conservar la limosna de miembro del Consejo Editorial de Cubadebate, es entendible porque el ex Decano de la Facultad de Comunicación sabe que el guarapo se pondrá a tres trozos a partir de ahora y, es humano, que quiera conservar las ventajas materiales que implica vivir del cuento.

Pero Hernández no tenía necesidad alguna de cometer esta felonía a su edad y mancillando su ganado prestigio dentro de la decadente Ciudad letrada cubana.

A la intelectualidad se le supone una estética moral y pretender culpar a un redactor de un disparate presidencial solo ocurre en sistemas totalitarios; una disculpa de Díaz-Canel y una nota de su Oficina de Prensa habrían bastado para calmar a la indignada opinión pública que padece la escasez crónica de pescado, carne, pizzas, refrescos, limonada y guarapo.

Porque la otra maniobra de los alabaderos de palacio es intentar centrar el tema en las menciones presidenciales, sabiendo que el arroz, los frijoles, el cerdo y hasta el boniato escasean en las mesas cubanas.

Don Rafael, los cubanos han sido empobrecidos, pero no son tontos. Intente ser coherente con su magisterio y evite espasmos como el que acaba de protagonizar porque Cuba necesita de su visión tolerante y, a su edad, colocarse en zona errónea solo contribuye a su desprestigio.

Mañana podrán tronar a medio Sistema Informativo de la televisión anticubana y a algún burócrata partidista, pero los cubanos azorados seguirán poniendo las cazuelas debajo de su televisor -a la hora del noticiero- a ver si les cae algo de tanta abundancia ridícula, obscena y lacerante.

Los sufridos cubanos ya saben lo malo que es Donald Trump, pero necesitan saber lo bueno que son la egoísta y excluyente casta verde oliva y esos compañeros de guayabera de hilo y nasobuco quirúrgico que van y vienen de cosecha en cosecha hasta la derrota final.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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