A la hora de las celebraciones por el Día de los Padres no suele destacarse el hecho histórico de que la instauración de ese homenaje en Cuba se debe a la persistencia de una poetisa, perteneciente a una de las familias más ilustres y sufridas del acontecer nacional entre la etapa colonial y la consolidación de la república: Dulce María Borrero (1883-1945).
Dulce María impulsó la iniciativa en memoria de su padre, Esteban Borrero Echeverría, una de las personalidades más singulares de la historia literaria, educativa y médica cubana del siglo XIX, y acaso el más olvidado de nuestros pensadores de estirpe patriótica.
Natural de Camagüey, Esteban Borrero fue maestro de instrucción primaria siendo aún niño. Abrió una academia nocturna para adultos en Puerto Príncipe y al estallar la guerra independentista de 1868, partió hacia la manigua con sus discípulos.
En la manigua insurrecta fundó dos escuelas y fue jefe de servicio de avanzada hasta alcanzar el grado de coronel. Cayó prisionero, pero logró librarse de la pena de muerte.
Terminada la contienda independentista se trasladó a La Habana, donde se graduó de Licenciado en Medicina y Cirugía, pero no pudo obtener el doctorado a causa de su falta de recursos económicos. En 1892 viajó a Nueva York para entrevistarse con algunos miembros de la Junta Revolucionaria.
En el destierro, su familia se sumó a la causa independentista y recaudó fondos para la guerra de 1895. Borrero Echeverría revalidó su título de médico y ejerció como maestro.
La tragedia, sin embargo, rondó su existencia. Perdió a sus hermanos Manuel y Elena poco antes del levantamiento del 24 de febrero de 1895, y meses después, el 9 de marzo de 1896, murió su hija menor, la deslumbrante poeta y pintora Juana Borrero, de fiebre tifoidea, a los 18 años.
Esteba Borrero regresó a Cuba en 1902 y ejerció como catedrático de Anatomía, de Psicología Pedagógica, Historia de la Pedagogía e Higiene Escolar en la Universidad de La Habana. En su quehacer literario sobresale particularmente el cuento El ciervo encantado, retrato por excelencia de la idiosincrasia criolla.
Agobiado por los sufrimientos y los golpes demoledores de una vida demasiado intensa, se quitó la vida a los 56 años, el 29 de marzo de 1906.
En ese hombre de fortaleza inmensa y sentido patriarcal estuvieron inspirados los esfuerzos de su hija Dulce María para establecer el Día de los Padres en Cuba a partir del 19 de junio de 1938.
Los influjos de la celebración adoptada en Estados Unidos habían estado gravitando sobre la sociedad cubana de la naciente república. Cuba era extremadamente permeable a los acontecimientos, los latidos cívicos y las modas norteamericanas como factores de modernidad, a pesar del fuerte sentimiento nacionalista que sedimentaba el ideario nacional. De manera que cuando llegaron las noticias a La Habana de que varias ciudades estadounidenses acogían oficialmente una fecha para dedicarla a la figura del padre de familia, los cubanos no quisieron quedarse a la zaga.
En Estados Unidos los antecedentes se remontan a una historia familiar y patriótica. En 1909, Sonora Louise Smart manifestó su voluntad de fijar un día para honrar a su padre, que quedó viudo con seis hijos y se dedicó a cuidarlos y sacarlos adelante contra viento y marea.
William Jackson Smart vivía con sus hijos en una granja en Spokane, estado de Washington, y tenía un reconocido historial como artillero veterano de la Guerra Civil o Guerra de Secesión (1861-1865). Su reputación de guerrero no le impidió ser un jefe de familia ejemplar y un padre amantísimo con los seis huérfanos.
Sonora Louise tenía 16 años cuando falleció la madre y como única hija hembra en el clan familiar, se entregó a secundar a su padre en el cuidado de los cinco hermanos pequeños.
La estimación por su padre era infinita y en una ocasión que escuchaba un sermón sobre el recién establecido Día de la Madre en la Iglesia Episcopal Metodista Central, sintió que la paternidad debía ser exaltada por igual. Fue así que se dirigió a la Alianza Ministerial de Spokane para sugerir el 5 de junio, fecha del cumpleaños de su propio progenitor, como jornada de honor a los padres.
La Alianza optó por elegir el tercer domingo de junio para el homenaje paterno, idea que Sonora Louise había logrado difundir hacia ciudades cercanas, argumentando que los padres se merecían un reconocimiento especial.
El primer festejo tuvo lugar el 19 de junio de 1910, aunque no sería hasta 1924 que se instituyó el Día del Padre como celebración nacional, a instancias del presidente Calvin Coolidge (Por cierto, Coolidge viajó a Cuba en 1928, convirtiéndose en el primer presidente estadounidense en pisar suelo cubano a lo largo de la historia).
No sería hasta 1966 que el presidente Lyndon B. Johnson emitió la primera proclama en honor a los padres y designó el tercer domingo de junio para el festejo. Seis años después, en 1972, la fecha se convirtió en feriado nacional permanente por ley, con la firma del presidente Richard Nixon.
Como mismo sucedió con la adopción del Día de las Madres en Cuba, impulsada por otro intelectual, el periodista Víctor Muñoz en 1921, los ecos de la celebración paterna en el país vecino llegaron a la isla. En realidad, fue la Logia Masónica Los Perseverantes, de Puerto Padre, antigua provincia de Oriente, la pionera de ambas fechas desde el temprano 1920.
Pero no será hasta la intervención decisiva de Dulce María Borrero que el tributo a los padres quedaría afincado nacionalmente en Cuba el tercer domingo de junio.
Internacionalmente, el Día del Padre o Día de los Padres se festeja en la mayoría de los países en esta fecha dominical de junio.
Sin embargo, España, Italia y Portugal, lo celebran el 19 de marzo siguiendo al pie de la letra la tradición católica del día de San José, padre de Jesús y patrono de los carpinteros.
En Europa, Francia y el Reino Unido adoptaron la fecha estadounidense, pero otras naciones lo celebran en meses diferentes o en los primeros domingos de junio, como es el caso de Rusia (febrero); Alemania y Rumanía (mayo); Suiza y Lituania (primer domingo de junio); Dinamarca (5 de junio); Austria y Bélgica (segundo domingo de junio); Estonia, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia (noviembre); y Bulgaria (diciembre).
En América Latina la situación es también variable, pues Honduras y Bolivia siguen la tradición católica del Día de San José (19 de marzo), mientras que El Salvador y Guatemala lo hacen el 17 de junio, Nicaragua el 23 de junio, Uruguay y República Dominicana en julio y Brasil en agosto.
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