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Si bien ponerse uñas postizas nunca ha resultado económico para las cubanas, ahora esta práctica popular ha salido duramente afectada por la crisis del coronavirus.
Aunque el siglo XXI ha estado marcado por el uso de uñas de gel, porcelana y acrílico, en los últimos años este último ha sido el material de uso más extendido en la isla por ser el más resistente.
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A pesar de que algunas mujeres prefieren el gel porque se moldea mejor sobre la uña natural y es más ligero y fácil de aplicar, la mayoría elige la durabilidad del acrílico.
Sin embargo, casi la totalidad de los productos utilizados en el arreglo de las uñas postizas es importada y el acrílico, por ser el más demandado, es el que más escasea.
Precisamente la falta de materias primas ha obligado a Noemí a quedarse con la tercera parte de la clientela que tenía en marzo pasado. La manicure de Arroyo Naranjo, La Habana, comenta que “estoy haciendo mucho menos arreglos porque los materiales no me alcanzan para mantener el ritmo que llevaba”.
De acuerdo con la cuentapropista de 46 años, conseguía la onza de acrílico en 50 pesos cubanos (unos dos dólares) y ahora lo hace a cinco y siete dólares “si la encuentro”.
“Entonces, he estado trabajando con un gel al que se le llama ‘de construcción’ y estoy pagando el gel a 10 dólares, pero me rinde más. El gel no gusta igual porque la cubana está acostumbrada a pasar trabajo y se maltrata mucho las manos porque tiene que limpiar, lavar, fregar a mano... El acrílico es lo que está hecho para ella”, afirma rotundamente.
Del mismo modo, la trabajadora privada Yarima, que se dedica a poner uñas postizas desde hace más de una década en la capital, asegura que “yo no sabía hacer las de gel, pero bajé videos de Internet y me puse a hacerlas y ya me salen bastante bien. La situación del coronavirus me obligó a superarme, a pesar de que ya tenía mucha experiencia.
“Además, no solo el acrílico está perdido, también otros productos como las pinturas o los adornos. La suerte es que como mismo se mata trabajando, la cubana tiende a ser presumida y siempre quiere tener las uñas bonitas, así que nos buscan constantemente”, indica la experta.
Por otro lado, Yusimí explica alguna de las interioridades del oficio de las manicures en Cuba: “Hay quien cobra según el diseño de la uña, el tipo de material y la cantidad del mismo que use, pero yo no. Siempre he cobrado una tarifa fija: normalmente el relleno cuesta la mitad de lo que cuesta ponérselas por primera vez. Ahora mismo cobro 8CUC (pesos convertibles) por ponerlas y 4 por retocarlas.
“Creo que por eso tengo clientas que vienen desde muy lejos y que se arreglan conmigo hace años. Algunas vienen cada 15 días, pero son las más adineradas. La media viene una vez al mes. De una u otra forma, cuando volvamos totalmente a la normalidad le subiré el precio: cobraré de acuerdo al largo de la uña, que es lo que hace mucha gente. Si uno no se adapta a las nuevas condiciones, las clientas se van a arreglar a otro lado y mi familia se muere de hambre”, concluye.
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