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La gran novedad es que no hubo novedad política en el errático discurso del presidente Miguel Díaz-Canel, que afloró sus carencias políticas y personales y su escasa experiencia en comunicar, incluso cuando podría haberse recreado con la eliminación del gravamen fidelista del 10% al dólar norteamericano.
Díaz-Canel recordó a aquel Raúl Castro del 28 de junio de 1989, cuando comentó la detención del General de División Arnaldo Ochoa Sánchez, pese a que la edición del vídeo con su intervención en el Consejo de Ministros fue editada a machetazos, pero dejando en evidencia al mandatario.
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El presidente apareció enfadado, con el semblante desencajado y con una gestualidad de quien está forzado en la interpretación de un papel, pese a que cuidó el peinado y su impecable guayabera, que no se puede comprar en pesos en las tiendas de Cuba.
El presidente mintió sin recato, incluso cuando reconoció que asumían la ofensiva en comunicación por la manipulación hecha por el enemigo de la dolarización de la economía, que la harán para salvarse ellos, visiblemente nervioso y con miedo que se reflejaba en su voz y gestos.
A partir del lunes 20, como adelantó CiberCuba, abrirán 72 tiendas en toda Cuba para vender alimentos y artículos de primera necesidad en dólares, mediante tarjetas electrónicas. Dijo Díaz-Canel, muy bravito, que solo nos habíamos referido a esa medida porque las otras no las sabemos...
Raro presidente que se ensaña con los medios de comunicación que no le bailan el agua y que, en su regaño de marido despechado, recordó los modos de Donald Trump con la prensa que lo cuquea. Serénese, Don Miguel, y abandone toda tentación de enmendar planas ajenas, cuando ni siquiera es capaz de organizar una política de comunicación con verdades y transparencia.
El presidente debía evitar ese formato enlatado de vídeos a través de pantallas planas y salir a la calle, acercarse a los cubanos. Quizá una hora diaria departiendo con sus paisanos en una cola sea más rentable políticamente que 100 reuniones del Consejo de Ministros y otro centenar del Buró Político.
Desde una flotilla de Mercedes Benz artillados, La Habana se ve hasta bonita; pero no sincera. Vuelva a sus orígenes políticos en Villa Clara, deje el carro a la entrada del cementerio y mézclese con los empobrecidos cubanos. Tras sudar con ellos, mientras los escucha, al volver a su vehículo oficial y mirar al camposanto, entenderá que todo, en esta vida, es relativo
¿De dónde sacó Díaz-Canel que ningún otro gobierno ha ayudado a su población; de dónde inventó Díaz-Canel que la crisis es mundial?; macroeconómica si; pero los mercados en España y otros países no se desabastecieron con el coronavirus.
¿De dónde sacó Díaz-Canel que los gobiernos no explican su estrategia?, si son gobernantes sometidos a parlamentos democráticos que ejercen oposición constante y sonante; mientras la Asamblea Nacional de Cuba se reúne dos veces al año para aplaudir las ocurrencias de la casta verde oliva y sus sirvientes.
La verdad tiene un solo camino y con haber informado con sujeto, verbo y predicado bastaba para derrotar al imperialismo y a la contrarrevolución, pero no ocurrió el milagro; sino que divagó -como viene siendo habitual en el presidente- con elementos ya usados desde la época de Fidel Castro.
El COVID-19 ha sido una bendición para la dirigencia castrista porque ha podido justificar con la pandemia su ineficiencia, su falta de voluntad política para asumir los cambios que Cuba demanda con urgencia y el coraje institucional para desmantelar el comunismo de compadres que empobreció a los cubanos.
La mejor estrategia de comunicación pasa por tener algo que comunicar y no valen improvisaciones porque los partes diarios de la Contrainteligencia reflejen el creciente hartazgo de la población y haya que responder a dos notas de CiberCuba que han calado en los cubanos y en sectores del oficialismo.
La prioridad de los cubanos no es saber quienes son los enemigos, ni siquiera les importa ya saber lo malo que son Trump y la contrarrevolución; necesitan saber lo bueno que son Díaz-Canel, Marrero, Valdés Mesa, los ministros y los dos grandes ausentes: Raúl Castro Ruz y Luis Alberto Rodríguez López-Calleja.
¿Que sentido tiene atacar constantemente a Estados Unidos y seguir comprándoles el pollo; cuando en el mundo hay abundantes productores de pollos cebados? ¿Qué sentido tiene seguir alardeando de estrategia médica frente al coronavirus si los enfermos crónicos cubanos carecen de la mayoría de los medicamentos que requiere su tratamiento y de una adecuada alimentación e higiene?
Salud es nutrición y higiene, dos asignaturas pendientes en el catálogo del voluntarismo propagandístico del castrismo empobrecedor. Nutrición es comer con calidad y en varias ingestas al día y la higiene abarca la personal, la familiar y la social.
Dijo Díaz-Canel que la novedosa estrategia a aplicar está basada en los acuerdos del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, que se celebró en abril de 2016; ¿qué habéis hecho en estos cuatro años? ¿van a renunciar los primero y segundo secretario del partido por haber incumplido lo acordado en el cónclave comunista, o serán destituidos junto al resto del Buró Político?
Al referirse a Venezuela, Díaz-Canel llamó opositores a los adversarios de Nicolás Maduro, y a los suyos los llamó contrarrevolucionarios llenos de dinero yanqui. La infamia habitual del incapaz que necesita inventarse enemigos para esconder su miedo y torpeza.
Tras reconocer que su gobierno sigue todos los debates y discursos de academia y redes sociales, incluidos los de sus enemigos; insinuó que quitarán el gravamen del 10% al dólar norteamericano, medida fidelista errónea y que sus continuistas se han negado a rectificar hasta que la terca realidad los ha obligado a intentar hacer de la necesidad, virtud, como pretendió el ministro de Economía, con sus mandíbulas tensas, su mirada disociada y sus manos moviéndose caóticamente.
¡Pobre Cuba!, tiene el peor gobierno en el peor momento.
Y su presidente insiste en advertir que mantendrán las tiendas en pesos y CUC con "un gran esfuerzo", que será baldío como toda estrategia melancólica, incluida la planificación central, pirueta en la que llevan 52 años, todo una vida de ofensiva revolucionaria y victorias para acabar muriendo a orillas el dólar imperialista que -cual Elegguá- abre los caminos, escasos días del 67 aniversario del asalto al cuartel Moncada.
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