La reconocida actriz Aurora Basnuevo, una de las grandes figuras de las artes escénicas de Cuba, acaba de cumplir 82 años de una vida que ha dedicado por entero a la actuación, a su familia y a su público que la adora.
Con más de 60 años de trabajo ininterrumpido, tiene claro cómo quisiera que la recordaran: “como una cubana que ha dedicado su vida al arte y a su pueblo. Que adora a su país y a la Revolución. Soy una actriz que canta, que baila, que actúa, que quiere a su familia y a su hijo con el alma”.
En una reciente entrevista con el portal web Cubadebate, reveló que sus primeros estudios fueron en la Escuela Normal para Maestros, donde se formó durante cuatro años. El magisterio es una profesión que, aseguró, nunca abandonó por completo.
“Eran mil y pico de plazas y yo cogí la 24. Me gradúe en el año 57 e inmediatamente empecé a trabajar. Después del triunfo de la Revolución muchas maestras se fueron, pero yo no. El trabajo se triplicó y tenía un aula por la mañana, otra por la tarde y una última por la noche, en la enseñanza nocturna”, añadió.
“Trabajé de maestra muchísimo tiempo, casi cinco años. Fui directora del kindergarten. Alfabeticé. He hecho de todo y la gente no sabe ni la mitad. (…) Sabes algo, yo fui maestra de Susana Pérez cuando ella estaba en octavo grado”, precisó.
Conoció a su esposo, el actor Mario Limonta, a mediados de los años 50 en la televisión. Ambos se presentaron –y triunfaron– en el popular programa de radio La Corte Suprema del Arte, de donde surgieron artistas de la talla de Celia Cruz, Rosita Fornés, Olga Guillot y Tito Gómez, entre otros.
“Él era estudiante de Derecho de la Universidad y fue allí a recitar poemas. Cuando lo conocí, el mulato era un mangón. Pero yo también estaba divina. Él se me acercó pero, ¡ay, qué va, yo no estaba para eso! Insistió, insistió, insistió y nada. Después nos hicimos novios, nos casamos y hasta ahora. Yo tenía 18 años”, detalló.
Con una rica trayectoria como actriz y cantante, Aurora protagonizó muchas obras en el teatro musical, en el grupo Rita Montaner y en del Teatro Martí, donde se especializó en el estilo vernáculo.
También hizo cine, medio en el que recuerda con mucho cariño el corto Adela, escrito y dirigido por Humberto Solás para su película Barrio Cuba, de 2005.
“He participado también en largometrajes europeos, pero considero como los más importantes Salsa, filme francés de Joyce Buñuel, en el que me vi precisada a hablar francés, y la brasileña Estorbo, con texto de Chico Buarque y dirección de Ruy Guerra”, agregó.
Sin embargo, sin dudas el personaje que más la ha marcado fue la de Estervina, de Alegrías de Sobremesa, en Radio Progreso.
“A ese espacio llego también mediante una prueba. Todo lo que he conseguido ha sido así. Nadie me ha regalado nada, ni Mario. Él no quería que yo cantara en los cabarets, era celoso y me decía que no tenía ninguna necesidad de eso, que terminara. Yo fui figura en Tropicana, era animadora y cantaba”, dijo.
“Por eso, Mario le dijo a Alberto Luberta que yo tenía un personaje buenísimo para Alegrías de Sobremesa, que era un banquete. Cuando le hablé de Estervina y se lo presenté, me dijo: ‘mañana mismo empiezas’. Tuve suerte en ese sentido, pero no por mi cara linda, sino por lo que yo hacía”, recalcó.
“Estervina significó llegar al pueblo y lograr que me quiera como ahora lo hace. Siempre dije que además de Estervina tenía que hacer otra cosa, pero que nunca iba a dejarla. Estervina es el pueblo, es como la gente me quiere. El público lloraba cuando se acabó Alegrías…, me abrazaba y me decía: ’tú no, tú no’”, subrayó.
“San Nicolás del Peladero también fue otro programa que me marcó e hice con Mario durante años. Era la mujer del sargento Arencibia, la guaricandilla. También trabajé para los niños, tengo más de 30 canciones infantiles grabadas como Juan me tiene sin cuidado y la Pavita Pechugona”, señaló.
Aurora relató a Cubadebate una anécdota que revela su carácter de cubana sencilla, amante de la tranquilidad de su hogar. En el año 2000, durante la filmación de la película francesa Salsa, a los dos meses de estar en París, la nostalgia por los suyos la hacía llorar todo el tiempo y el director tuvo que enviarla de vuelta a casa.
“Me mandaron porque ya no podía más de tanta añoranza. No permito que nadie me diga nada en contra de Cuba, porque es lo único que me pone mal. Vine a mi país, estuve una semana, me oxigené y después volví a esa ciudad europea para terminar la película”, rememoró.
Tras interpretar cientos de papeles en la radio, el teatro, el cine y la televisión, la actriz se sorprende de haber podido abarcar tanto.
“Yo no sé cómo pude, pero lo hice. Trabajé con gusto y feliz”, dijo.
“Me siento orgullosa de haber llegado hasta donde estoy. Tener 82 años y mantenerme así no es fácil. Yo conozco a gente que tienen 50 y tantos años y están destruidas. Y yo, ahí, al pie del cañón. Si tengo que cantar, canto y si tengo que llorar, lloro”, agregó.
La actuación también ha sido para ella un aliciente, en medio de sus problemas personales.
“Mientras pueda y tenga fuerzas actuaré y lucharé por todo, por la vida y por este país. Lo mismo me como un trozo de carne o un huevo frito. Yo soy muy cubana, muy reyoya y muy mulatísima”, concluyó.
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