Ángel Manuel Ríos Ojeda tiene 31 años y está vivo de milagro. Su padre, Ángel Ríos Ross, de 46, le asestó 7 puñaladas en Marianao (La Habana). En total el joven recibió hasta 15 cuchilladas, dos de ellas en la cara y la boca y un pinchazo en la zona del pecho. Según han explicado a CiberCuba fuentes del entorno familiar de la víctima, el agresor sólo estuvo una semana en la cárcel. La Policía lo dejó en libertad por la crisis del coronavirus y ya lleva 4 meses en la calle, a la espera de que se celebre el juicio.
El joven apuñalado vivía con su abuelo y su padre en la casa familiar, ubicada en el número 6110 (interior) de la calle 74, entre 61 y Lindero, en Alturas de Belén, Marianao. En la tarde del 10 de abril de este año, la víctima estaba en la cocina con una prima suya con la que tiene mucha afinidad y a la que había invitado a quedarse temporalmente en la vivienda durante la crisis del coronavirus para no estar solo.
Al padre no le gustó la idea y a espaldas del hijo sostuvo un cruce de reproches con ella. Cuando su hijo se enteró de lo ocurrido le afeó que hubiera molestado a su prima.
El padre, que no había ingerido bebidas alcohólicas, salió de la cocina sin decir nada y cuando el hijo, poco después, fue tras él a ver dónde se había metido, se lo encontró saliendo con un cuchillo en alto por la puerta de su cuarto, que da a la sala. No le dio tiempo a reaccionar: el padre le asestó dos puñaladas en la boca.
El joven corrió hacia la cocina y su prima, al verlo sangrando, empezó a gritar y salió huyendo de la casa. El padre, fuera de sí, continuó agrediendo al joven hasta en 15 ocasiones. Lo persiguió hasta el patio, lo acorraló contra una pared y siguió pinchándolo.
Dicen quienes conocen a la familia que nieto y abuelo siempre han mantenido buenas relaciones, que el muchacho no tiene antecedentes penales, ni es conflictivo y que se dedica a reparar aires acondicionados. Al padre, en cambio, lo describen como "un don nadie", que “siempre ha sido un poco egoísta”.
Tras lo ocurrido, el abuelo se fue de la casa familiar porque está enfermo y mayor y una hija suya se lo llevó para cuidarlo. “No ha dicho nada sobre el tema. Guarda silencio. No quiere hablar de lo ocurrido”, comentan fuentes del entorno familiar.
Al joven le han quedado graves secuelas psicológicas después de la agresión. “Al principio no podía dormir. Se despertaba imaginando que tenía el cuchillo dentro de la boca. A cada rato él piensa en eso y se pone muy mal. Eso siempre deja sus secuelas. No es fácil que la persona que supuestamente te tiene que proteger y cuidar de ti, te agreda de esa manera”, aseguran las mismas fuentes.
Tras lo ocurrido en la tarde del 10 de abril de 2020, el agresor fue trasladado a la Estación de Policía. La instructora del caso se acercó al Hospital Militar, donde estaba ingresada la víctima, y le preguntó si iba a denunciar los hechos. Él dijo que sí. Sólo pasó tres días allí y lo mandaron a recuperarse a su casa para evitar cualquier contagio de coronavirus.
Para su sorpresa, a la semana su padre quedó en libertad y volvió al barrio. Con la pandemia no lo dejaron entre rejas y lo mandaron a su casa. Y ahí sigue, cuatro meses después, como si no hubiera pasado nada.
Su hijo, cosido a puñaladas, vive ahora agregado con una tía del padre, mientras el agresor reside solo en la vivienda familiar, a la que el joven no puede acercarse. “Se siente como una nómada. No puede entrar a su casa”, afirman sus allegados.
Hace una semana, otra instructora de la Policía lo citó para continuar con la investigación de lo ocurrido y se sorprendió de que el padre estuviera en la calle. “Rellenó la denuncia hace sólo unos días. Desde que salió del hospital, nadie lo había contactado. Nadie se explica cómo puede seguir ese hombre en la calle, después de lo que hizo”, insisten.
El joven se siente desamparado por la justicia cubana. Es padre de un niño de 2 años, que no se entera de lo que pasa, pero que lo necesita. La víctima tiene miedo de que su padre vuelva a agredirlo y de que quien termine en la cárcel sea él. La familia asegura que vive con el corazón en un puño.
Es caso de Ángel no es una excepción en Cuba. En 2019, un hombre ahogó a su hijo autista, de 10 años, en Caibarién (Villa Clara). Dos años antes, en 2017, otro hombre estuvo a punto de ser linchado en Corralillo, también en Villa Clara, tras apuñalar y matar a su hijo de un año.
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