Donis Rojas se crió escuchando los planes de su padre para marcharse de Cuba. El viejo nunca se fue. Lo logró él, durante la crisis de los balseros de agosto de 1994. De eso hace ya 26 años. Aunque muchos reniegan de la experiencia, este habanero (del Bahía) lo tiene claro. "Si volviera a nacer, me montaría de nuevo en una balsa", dice a CiberCuba.
Donis se tiró al mar con 19 años, acompañado de otros dos amigos. Estuvo en Guantánamo y Panamá antes de llegar a Miami y de ahí, se instaló en Nueva York. Allí vivió 24 años. En todo ese tiempo no se le pasó por la cabeza regresar a Cuba. Lo hizo en 2018 para ver a su madre porque "ya está viejita".
Ésta es la historia de uno de los más de 30.000 balseros que se fueron de Cuba en agosto de 1994.
Sin despedirse
A Donis Rojas acababan de operarlo. Tenía 20 puntos en la barriga y aunque en ese momento estaba pasando el Servicio Militar, en el Hospital Naval lo autorizaron a irse unos días a su casa. Así mismo, con el estómago cosido de arriba a abajo, se subió a una balsa el 23 de agosto de 1994. "Yo estaba desesperado por irme", dice.
Salió de Cuba sin despedirse de su mamá y ni de su papá, que estaba preso en ese momento. "No me despedí de nadie porque si se lo hubiera dicho a alguien de mi familia no me hubieran dejado venir".
"Cuando uno es joven, no le interesa la vida. Al tercer día de estar en el mar, ya nos habían cogido dos tormentas. Habíamos perdido la comida. Habíamos perdido el agua. Íbamos a hacer un cambio de asiento en la balsa y se nos viró. Se me abrieron los puntos mariposas. Pasamos cinco días malos, malos, malos", recuerda.
Y al quinto día ocurrió el milagro. Por encima de su balsa sobrevolaba el avión de Hermanos al Rescate. Para entonces ya estaban agotados y habían perdido los remos. "Ya no podíamos más. Estábamos quemados completamente. La Guardia Costera nos recogió. A mí me atendieron la herida en la propia guardacosta americana", dice a CiberCuba.
De ese instante en que lo rescataron, Donis recuerda que no podía ver bien. Cuenta que lo molesto no es que el sol te dé en la cara. "El resplandor es lo que te quema. Yo tuve alucinaciones. Veía edificios. Veía de todo. Un amigo mío me tenía sentado en la balsa porque estaba mal, con quemaduras en las piernas, del roce con la goma de la balsa. No podía caminar. Me rescataron en camilla".
Lo dieron por muerto
Donis ya estaba a salvo, en Guantánamo, pero en el Bahía (Habana del Este) se corrió la voz de que había muerto. "Yo soy el único hijo de mi mamá y después que me fui, de mí no se supo nada. Se corrió el rumor de que me habían recogido en el mar, muerto, y mi mamá fue a todas las funerarias y a todas las morgues de Alamar, de Regla y Guanabacoa. Como a los 15 días encontraron mi nombre en la iglesia, en la lista de los que habían llegado a la Base Naval de Guantánamo. Ahí fue cuando dieron conmigo y supieron que yo estaba vivo".
Cuando por fin llegó a Miami, lo recogieron unos parientes. Pero él siempre había soñado con Nueva York y en cuanto se recuperó, cogió su camino. "Ha sido una experiencia muy grande vivir en una ciudad con diferentes tipos de cultura, con diferentes tipos de gentes. He sabido convivir con todo el mundo. Me adapté rápido porque llegué joven".
Ahora, 26 años después, Donis Rojas confiesa que a veces piensa en lo que vivió en el mar. "A mí no se me olvida nunca. Eso es algo que nunca se me va a borrar de mi mente. El que te diga que fue balsero y que ha olvidado esa etapa, está mintiendo. Eso es algo que contaré a mis nietos. Quiero que sepan por qué yo amo tanto la vida, porque la vida me dio otra oportunidad de vivir".
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