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En las redes sociales circulan las imágenes de una farola de la Fuente de la Juventud, caprichosamente colocada en medio de una obra de arte del artista plástico cubano Juan Moreira que decora el suelo de uno de los nodos de la capital cubana.
El hecho no es reciente, pero sí su denuncia en las redes, que se produce después de que varios episodios visiblemente chapuceros despertaran la sensibilidad de muchos cubanos por lo que ocurre con el paisaje urbano, especialmente en La Habana.
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La primera denuncia que se encuentra en Internet sobre esta intervención es del 2012 y se publicó en el blog CubaMaterial, proyecto con el que la socióloga María A. Cabrera Arús ganó el Premio Nuevo Desafío a la Innovación Social.
“Hace muchos años que está seca y sus granitos rotos. Unas columnas de acero atraviesan los dibujos que, dispersos por el piso de losas hexagonales, alguna vez celebraron la juventud y amistad”, indica Cabrera Arús en su texto.
Recientemente una nueva publicación en las redes llamó la atención sobre “la chapuza de la farola”, esta vez escrita por el humorista cubano Iván Camejo, quien en su perfil de Facebook compartió un grupo de interrogantes acompañando la imagen que daba fe del hecho.
"¿Recontextualización del espacio? ¿Intervención estética? ¿Pastiche? ¿Desconstrucción postmoderna? ¿O un comemierda que no sabe de arte y le sobraba un saco de cemento y un tubo?”, se cuestionó Camejo, a sabiendas de que todas estas preguntas conducen a la misma incertidumbre.
El perfil de Facebook ArquitecturaHabana se refirió a la nueva denuncia de la chapucería de la farola destacando la importancia de estudiar estos ejemplos en las escuelas de Arquitectura y Diseño, para indicar lo que no se debe hacer con el paisaje urbano de una ciudad.
“Las luminarias, incorporadas a posteriori, sin tener en cuenta la solución que, por proyecto, se le dio a la iluminación del espacio ni consultar a los proyectistas (que residen aun en La Habana) se pudieron haber ubicado en cualquier otro lugar menos en el centro de las obras”, señala el post.
Los módulos diseñados para la fuente tenían la característica de llevar en el centro un registro eléctrico y esta fue probablemente la justificación para agredir las obras que conforman este conjunto, colocándoles una farora y modificando todo el diseño de iluminación.
La Fuente de la Juventud fue inaugurada el 29 de julio de 1978, como parte de las obras realizadas en La Habana para la celebración del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado ese verano. En el acto oficial estuvo el campeón olímpico Alberto Juantorena junto a miles de jóvenes de todo el mundo.
Esta obra estuvo a cargo de los arquitectos Rómulo Fernández, Miriam Abreu, Jesús Sánchez, José Cuedias y Antonio Pérez González (Ñiko). La fuente tiene forma pentagonal como recreación del logotipo del evento y representa los cinco continentes.
La Fuente de la Juventud se ubica en Paseo y Malecón, uno de los nodos de La Habana, espacio urbano que con la pérdida del arbolado y la degradación de sus áreas verdes se ha vuelto un calvario cruzar bajo el sol cubano.
Era un recorrido habitual, en la época de su creación, para estudiantes residentes en la Beca de calle F y 3ra que pasaban a diario por esa zona de camino al Hotel Riviera o a los restaurantes de esta hermosa área del Vedado.
En su diseño se concibió como un espacio colorido que ofrecía la frescura de una fuente durante el día y un espectacular diseño de iluminación durante la noche, horario en que suele ser más concurrida y disfrutada como zona de esparcimiento.
Los mosaicos de la Fuente de la Juventud no son los únicos que han sido mancillados en La Habana. CiberCuba ha denunciado en varias ocasiones los destrozos realizados en La Rampa a obras de artistas de la vanguardia cubana, por parte de la Empresa Eléctrica de la capital fundamentalmente.
Tiene que parar en Cuba aquello de que “la culpa no la tiene nadie” y todas las instituciones se sacudan el problema y lo dejen en el aire para que se lo lleve el viento. En esto radica la importancia de la denuncia de los problemas del paisaje urbano en los medios y redes sociales.
La Habana pierde cada vez más estos espacios públicos en los que la gente puede sentarse en paz a tomar un helado, un granizado, o sacar un pomo de agua de la cartera y tranquilamente descansar las piernas, algo que parece increíble en una ciudad en que todo se hace básicamente a pie.
Los cubanos se encierran en sus hogares, viven hacia adentro sus dolores y la ciudad va quedando abandonada a su suerte. En los 500 años de La Habana las personas se sorprendían con la belleza de sus construcciones, que cogieron un respiro, una bocanada de aire tras décadas de absoluta destrucción.
Una ciudad no se defiende sola, necesita de las voces de periodistas, arquitectos, urbanistas, artistas y especialmente ciudadanos sensibles, no aferrados al “amor ridículo a la tierra”, sino consecuentes con el espacio que habitan o habitaron alguna vez.
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