Las ocho familias cubanas que protestaban por las condiciones inhabitables del edificio ubicado en Zulueta 505, entre Dragones y Monte, La Habana, fueron desalojadas y amenazadas por las autoridades locales y reubicadas en unas antiguas oficinas de Planificación Física sin todas las condiciones necesarias, contó Martí Noticias.
"Nos sacaron prácticamente obligados de los portales, bajo amenaza de que ahí no podíamos estar porque nos iban a meter presos", denunció Hamaya Cuesta, una de las personas que decidió hace unos 15 días exigirle a las autoridades una vivienda digna.
Cuesta contó a ese medio de prensa que entre todos los funcionarios que llegaron al lugar estaban el del Gobierno municipal, la primera secretaria del Partido y los de Vivienda.
La primera noche la pasaron en la sede municipal de la Vivienda "porque en la calle no podíamos seguir", contó la joven y agregó que la justificación que les dieron fue por la situación epidemiológica que tiene La Habana a causa del coronavirus.
Explicó además que los amenazaron con retirares la custodia de sus hijos y que de ellos se encargaría el Departamento del Menores, sin embargo los niños nunca estuvieron en los portales, señaló, sino en casas de familiares.
La solución que les dieron fue ubicar a las ocho familias en unas antiguas oficinas de Planificación Física, donde no pueden conectar los refrigeradores porque el servicio eléctrico no tiene suficiente fuerza y además se ven impedidos de cocinar por el mismo motivo.
La joven asegura que hasta ahora solo han escuchado "mentiras tras mentiras" y exige a las autoridades soluciones concretas para su situación.
Hasta entonces estas ocho familias vivieron en lo que antaño fue el hotel Gran Vía y con el tiempo se convirtió en un solar que se ha ido derrumbando año tras años. En declaraciones a CiberCuba, los vecinos de este sitio aseguraron que la situación es de conocimiento de la Asamblea del Poder Popular.
Declarado inhabitable desde 1978, el edificio ha resistido milagrosamente mientras las familias vienen y van.
"Ya en el ochenta y pico tenían que haber reparado esto y haber sacado personas. En el noventa y pico nacieron niños que se han hecho hombres y mujeres y han tenido hijos y siguen aquí", dijo Antonio Figueredo, uno de los vecinos de la vetusta edificación.
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