Una cubana embarazada intentó comprar un paquete de culeros desechables en La Habana y al momento de pagar le exigieron una tarjeta en moneda libremente convertible (MLC).
Celia García narró en la red social Facebook su experiencia tratando de adquirir pañales para su bebé que está próximo a nacer en Cuba. Este producto es costoso y difícil de conseguir en la isla, especialmente en un contexto en que cambian las formas de pago, en medio de restricciones por la pandemia.
La cubana cuenta como un hecho trivial como el de comprar un artículo de higiene, de primera necesidad, es un acto que en Cuba implica pasar por momentos desalentadores, suplicar favores y hasta avergonzarse porque teniendo dinero, no puedes pagar.
Celia pasaba con su esposo por la intersección de 12 y Línea y al ver que la tienda que se encuentra allí estaba abierta y que tenían a la venta culeros desechables y champú, decidieron entrar para comprar.
Sin embargo, al llegar a los estantes para coger el producto una señora le cortó el paso y le indicó que la tienda estaba cerrando. La embarazada narra que suspiró, pero sin amilanarse insistió a la vendedora “... un paquete de culeritos”, le dijo.
Celia comenta que como muchas cubanas se pone sentimental cuando va a pedir un favor "al poder, al sistema, un favor que es humano, pero que las instituciones dirigidas por personas no entienden. Entonces uno las visualiza como máquinas sin alma", pero para su sorpresa la mujer accedió a facilitar la compra.
La vendedora pidió a una cajera que le venda un paquete de culeros a la embarazada. Por su parte la cajera también accedió, no sin antes quejarse de todo el tiempo que llevaba trabajando y de que ya debía estar en su casa, por lo que estaba haciendo un favor.
Ante el comentario la embarazada con su anhelo de llevar un paquete de culeros se comenzaba a sentir apenada por intentar hacer una compra.
“Me pongo en su lugar y ¡me siento culpable de estar ahí! Piden los culeros y llegan por los aires y cuando voy a pagar, un grito de terror: Es por tarjeta”, narra Celia a quien se le enfrió el alma frente a la solicitud de otra forma de pago que no fuera en efectivo.
Otra clienta en la tienda al ver todo el agobio del acto de compra, intervino pidiendo que por favor le vendieran el paquete de culeros desechables a la embarazada: “Pobrecita, ay ¡Pero véndeselo!” dijo.
Celia cuenta que solo podía pensar “Qué complejidad… ¿Por qué este país es tan complejo?”. Comenzó a sentirse tan agobiada que se echó a llorar quizás por los sentimientos provocados por la maternidad, la familia y hasta por la pandemia.
“A veces uno tiene sentimientos y estos se expresan cuando no puedes comprarle los culeros a tu bebé y simplemente comienzas a llorar y así aprovechas y canalizas todo lo demás”, comenta Celia en su post.
Con un tono de humor negro esta futura madre cuenta que lo bueno de llorar con el nasobuco es que nadie se da cuenta y no tienes que secarte las lágrimas porque se escurren en la tela perfectamente. Celia, una embarazada en La Habana sabe que uno inevitablemente tiene sentimientos y estos, por suerte, encuentran una vía para salir a flote.
Se marchó a casa sin los culeros desechables, con el dinero en el bolsillo, triste, humillada, mientras los pañales que el Estado cubano vende como si fueran “pañuelos de holán fino” reposan en la estantería en espera de una madre con tarjeta en MLC.
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