La filmografía de Nicolás Guillén Landrián (1938-2003), uno de los directores más originales y desconocidos en la historia del cine cubano posterior a 1959, será restaurada por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), informó el portal Cubacine.
El proceso de restauración estará dirigido por el cineasta Ernesto Daranas, director de Conducta, entre otras películas y contará con “el apoyo inestimable de la viuda del cineasta, Gretel Alonso, y de Livio Delgado, fotógrafo de varios de sus más importantes documentales”.
Según un artículo del crítico Joel del Río publicado en el portal del organismo, “el propósito final es que se conozca mejor, se promueva y se reconozca a todos los niveles a todos los niveles la obra del importante documentalista", autor de clásicos como Ociel del Toa y Coffea Arábiga”.
En un intento por abarcar la obra y la personalidad del cineasta, “Daranas y sus colaboradores se proponen también buscar materiales de archivo que ayuden a comprender el proceso creativo seguido por el realizador, así como su trayectoria dentro y fuera del ICAIC”.
La figura de Guillén Landrián es una de las más controversiales en la historia del cine producido en Cuba bajo el patrocino del ICAIC. Olvidado y desconocido por el público, y censurado por los medios oficiales, el realizador podría considerarse uno de los “raros” o “malditos” con más talento dentro de la cinematografía cubana.
Poco antes de su muerte, ocurrida en Miami en 2003, su obra pudo ser exhibida discretamente en Cuba. En 2002 y 2003, la Muestra de Jóvenes Realizadores que auspicia el ICAIC, estrenó la mayor parte de sus títulos dentro de la sección Premios a la Sombra.
En aquella ocasión, el dossier de presentación de la muestra explicaba veladamente el carácter de su obra: “A la sombra (frase idiomática): bajo el amparo de/ en la cárcel/ oculto tras/ en la penumbra/ sin suerte, sin fortuna/ permanecer oculto a pesar de/ puesto a un lado/ reservado”.
Guillén Landrián pasó buena parte de su vida “a la sombra”, después de caer en desgracia ante las autoridades de la cultura y la política, es decir, desde Alfredo Guevara hasta Fidel Castro, pasando por todos los acólitos intermedios.
Como ha sucedido con la mayoría de los artistas cubanos que no entraron en los parámetros que exigía el régimen a sus intelectuales y creadores, Guillén Landrián terminó condenado al ostracismo, imposibilitado de filmar y finalmente exiliado en Estados Unidos desde 1989.
“Fui humillado y proscrito durante toda mi permanencia en el ICAIC y censuraron mi cine debido a mi comportamiento social”. Así describía Guillén Landrián su experiencia de realizador en Cuba en una carta al realizador Manuel Zayas, quien hiciera uno de los documentales homenaje más completos e impactantes sobre su figura: Café con leche (2003).
Para quienes le conocieron, ese “comportamiento social” reprobado por la institucionalidad oficial, incluía una libertad y un ejercicio crítico irreverente que no se correspondía con los parámetros de cineasta comprometido con el proceso revolucionario.
“¿Te imaginas tú lo que fue para mí verme de pronto en los calabozos de Villa Marista? Viendo, según ellos, cuáles eran mis conflictos ideológicos, luego de haber obtenido la Espiga de Oro con Ociel del Toa”, confiesa en una de sus cartas a Manuel Zayas.
“Y no quedó allí. Me mandaron para una granja dos años; granja que era para personal dirigente que mantenía una conducta impropia. Ahí comenzó la esquizofrenia de nuevo, pero más aguda, que me llevó a ser tratado psiquiátricamente por los médicos que había en la prisión”. Esa “conducta impropia” era la etiqueta con la que te marcaban por afición a la bebida o las drogas, o por homosexual. Así empezó una espiral de descenso que incluyó desde juicios militares, calabozo, internamientos psiquiátricos o prisión domiciliaria.
Acusado por los censores oficiales de haber realizado un cine demasiado afrancesado, Guillén Landrián vio cómo se le fueron cerrando todas las puertas en Cuba. “Así malcomencé y malterminé en la industria de cine cubano. Por haber sido sometido a esto, pienso del ostracismo lo peor”, termina en su última carta a Manuel Zayas.
Sin embargo, la cultura oficial lo han incluido ahora en la lista de personalidades y artistas que “merecen ser rescatados” luego de ser marginados y censurados.
Una información publicada en el diario Granma omite biografía “maldita” del documentalista, asumiendo que el desconocimiento de su obra y su figura se debe a la falta de recursos y el mal estado de los archivos del ICAIC, no a la censura impuesta al documentalista.
En todo caso, una vez restaurado, es recomendable volver a ver documentales como Coffea Arábiga (1968), considerado su obra maestra. Encargado por el organismo como un documental didáctico, Guillén Landríán convirtió la experiencia del cultivo del café en el llamado Cordón de La Habana en una "disección del espíritu nacional convulsionado por la política", según el crítico e investigador José Antonio Evora.
En una escena, la célebre pieza "The full of the hill", de los Beatles, acompaña el paso de Fidel Castro, mientras su barba se convierte en granos de café. Evora considera que Coffea Arábiga es "el mejor documental salido de los laboratorios del ICAIC" en esos años.
Guillén Landrián se destacó también como pintor y poeta. Era sobrino del poeta Nicolás Guillén Batista, calificado como Poeta Nacional, quien fungió como presidente fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) entre 1962 y 1989.
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