La mítica Celia Cruz no tuvo hijos, pero demostró sentir un cariño especial por su sobrina favorita, Linda Bécquer Pritchett, con quien vivió varios años en Queens, Nueva York.
Junto a ‘La Guarachera de Cuba’, un ícono cultural del exilio de la isla en Estados Unidos, Bécquer Pritchett, de 51 años, vivió su niñez y juventud, absorbiendo de su tía el respeto y el buen trato hacia las personas, algo que más tarde la llevarían a inclinarse por la política.
Hoy Pritchett aspira a convertirse en senadora estatal de Georgia por el Distrito 39, luego de que se convocara a una elección especial para reemplazar a la actual candidata demócrata para ese escaño, Nikema Williams.
De sus años compartidos con Celia Cruz guarda muchos recuerdos, pues su tía le enseñó a leer y escribir, pero además le dio importantes lecciones de vida que ahora valora para su campaña política a modo de inspiración.
Con Celia Cruz vivió hasta los 18 años, cuando la artista se mudó a Miami y ella se fue a estudiar a la universidad de Stony Brook. Después abandonó los estudios para incursionar en el negocio de los seguros de vida, antes de volver a retomar su carrera universitaria, esta vez en Saint Leo University, en Florida, donde obtuvo el bachillerato en Justicia Criminal.
CiberCuba conversó con Bécquer Pritchett que, como posible senadora y representante de la comunidad latina, tiene sus planes, desde luego. Entre ellos, revisar las leyes en cuestiones migratorias.
“Quiero que los que están aquí, especialmente los estudiantes y otras personas trabajadores, se pueden quedar en Giorgia. Quiero que no se sientan amenazadas. Los inmigrantes pagan taxes (impuestos). Muchos americanos piensan de manera errónea que los latinos vienen a este país para vivir de la ayuda del gobierno, pero somos trabajadores”, dijo.
“Les cobran los impuestos y, luego, no pueden cobrar seguridad social en el retiro. Eso no está bien”, afirma.
Sobre la forma en que Celia Cruz puede tener relación con sus planes como senadora, Bécquer Pritchett expuso: “Mi tía fue muy respetuosa con la gente. Ella era seria en su trabajo, era muy profesional. Aun así, no dudaba en dedicarle tiempo a otras personas. Si conocía a alguien en la oficina del doctor o en un restaurante, hacía amistad fácilmente. Incluso mantenía la comunicación con gente que conocía de esa manera”.
“Ella me enseñó a atender a las personas. Yo me tomo tiempo escuchándolas. Me escriben, me llaman y yo les devuelvo la llamada o el correo”, refiere.
“La mayoría de mi familia está en Cuba. Sin embargo, siento mucha dicha de haberme criado con Celia Cruz en EE.UU. Siento un gran orgullo de ser estadounidense, ella también lo sentía por la oportunidad que este país le dio. Mucha de nuestra gente en Cuba y otros países está sufriendo y debemos agradecer lo que hoy tenemos. Mi tía no ocultó en absoluto su alegría una vez que se hizo ciudadana estadounidense.
Celia Cruz —cuenta Bécquer Pritchett— la regañaba a menudo para que se diera cuenta de las cosas que estaban bien y las agradeciera, también para que se esforzara. “Ella hizo una buena carrera como artista, pero siempre nos recordaba nuestro origen humilde. Para que nosotros no olvidáramos nunca nuestra procedencia. Quería que yo hiciera las tareas. No complacía los caprichos, quería que uno trabajara por conseguir lo que deseaba. Ella siempre enseñaba a hacer las cosas bien”, explica.
Una persona en particular, la senadora estatal de Georgia, Donzella James, fue quien a la postre le inculcó a Bécquer Pritchett la motivación por la política. En un principio, James le recordaba mucho a su tía: “Una señora super chévere que ayuda y quiere a la gente y batalla mucho por la gente”.
Según la cubanoamericana, James, de 72 años, tiene una memoria prodigiosa. “Lo recuerda todo, como la vez que me conoció en una iglesia. Ella me invitó a sus comparecencias públicas y también a la Convención Nacional Demócrata cuando estaba el ex presidente Barack Obama. Desde el comienzo me ha tratado como su sobrina. Me dice que la llame tía y yo lo hago. La gente se acerca a ella y ella a la gente. Es una persona muy transparente con los otros”, dice.
¿Por qué usted, en lo personal, escogió ser demócrata?
Mi familia era republicana, muchos cubanos lo son, no puedo decir efectivamente por qué, si bien muchos son católicos. Además, son anti aborto y se expresan contra la comunidad LGBTI. Los cubanos somos conservadores.
Cuando me mudé a Giorgia vi que los republicanos tienen problemas sociales que necesitan resolver, pero no tienen el sentido para ayudar a la gente. No quiero que la gente sufra y el partido demócrata es el que apunta a la gente. Los hijos necesitan seguro, las madres necesitan mejores trabajos y los republicanos están contra eso. Puedo estar equivocada. Siendo cristiana yo tengo compasión por la gente, al igual que mi tía.
Ella cantaba para la Liga contra el Cáncer, porque sabía que había quienes no podían pagar tratamiento. El partido demócrata está mejor orientado hacia las necesidades de las personas, todo lo que las beneficia y les brinda mejores decisiones para vivir. El republicano, más bien, es el partido que cuida de los intereses de los negocios.
Los republicanos asocian en su discurso a los demócratas con la izquierda radical y el comunismo, una ideología que encuentra rechazo particularmente entre el exilio cubano ¿Cuánto se diferencia el partido demócrata de esas ideologías? ¿Pudiera el comunismo imponerse en Estados Unidos?
El problema que tienen los cubanos es fundamentalmente con Alexandria Ocasio-Cortez, que habla de demócratas socialistas. Cuando hablan de socialismo, ellos hablan del concepto de que toda la gente tenga acceso, por ejemplo, a planes de salud. No será como en Cuba donde los hospitales no tienes medicamentos, no hay compañías grandes como CVS ni Walgreens. No es que quieran que todos sean iguales como en Cuba, esa no es la idea del socialismo del que hablan los demócratas. Aquí tenemos negocios, trabajos y en Cuba la gente no puede escoger, solo tiene lo que les ofrece el Estado.
Ellos, los detractores de los demócratas, se piensan que es así, pero una realidad es que la gente necesita poder acudir a los doctores. Muchas de las mujeres afroamericanas mueren dando a luz porque no tienen acceso a médicos. Hay cosas que todo el mundo necesita, en Canadá todo el mundo disfruta de los servicios de salud y no necesitan seguro.
Canadá no es comunista, es absurdo. Hay gente que sufre problemas mentales porque han perdido su casa y su trabajo. Hay gente que se ve a sí mismos bien y no mira a quienes tienen dificultades serias, alguna discapacidad u otras. Los pobres merecen ayuda.
¿Qué representa Cuba para usted y cuán cercana emocionalmente se siente ligada a la isla?
Cuba es la tierra de mis padres. Nunca la he visitado. Mi tía estaba contra Fidel Castro, por tanto, no tengo la seguridad que, aun siendo americana, pueda ir allá y no me dejen detenida tan solo por el hecho de mi parentesco. Disfruto de la comida nuestra y de que los cubanos somos gente muy chévere. Me siento orgullosa de mis raíces. Es triste cómo los vínculos no son más fuertes. A la hermana mayor de mi padre la conocí por primera vez hace apenas tres años, por vía Facebook. La gente de Cuba no puede salir, no puede ir a ningún lado. Mi tía hizo mucho por la comunidad de este lado, y a mí eso me enorgullece. Creo que las relaciones con Cuba van a ser mejor si Biden asume la presidencia.
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