El músico cubano Descemer Bueno ha vuelto a manifestar su posición crítica con el régimen de la isla. En esta ocasión, lo ha hecho subiendo un post en su Facebook en el que pide al gobierno que detenga su acción represiva y racista, y libere al activista y prisionero de conciencia Silverio Portal.
Músico, arreglista y compositor de éxito, Descemer Bueno ha protagonizado un diálogo en las redes sociales que trasciende lo anecdótico de su caso y se adentra en uno de los más complejos desafíos políticos y sociológicos que enfrenta la Cuba post castrista.
“Vas por mal camino, sigue en la música” le comenta en la red Yudenny López Alfonso. Y precisamente ese es el comentario típico que ejemplifica el problema que simboliza el caso de Descemer: el problema de la negación de la política, la intolerancia y la incapacidad de concebir un orden de convivencia con respeto a las diferencias.
Mejor no meterse en política es el mantra que repiten todos los cubanos que temen buscarse problemas con el régimen. Durante sesenta años, este régimen se ha encargado de anatemizar y desprestigiar la política, asociándola a una época de males republicanos que, a día de hoy, constituye el único recurso de una nación en busca de su identidad.
Las declaraciones públicas de Descemer Bueno han tenido una gran repercusión por su condición de figura pública exitosa. Su condición de estrella de la música popular le ha dado una relevancia excepcional a sus mensajes, en un sentido u otro. Pero Descemer se ha metido en el jardín prohibido. Hablando de política ha entrado por una puerta y salido por otra.
Como otras figuras de la música y la cultura cubanas, Descemer Bueno se ha visto atrapado en un momento histórico en el que las tensiones de la realidad superan las cabriolas tradicionales de la cama de saltos de la política. Descemer ha vivido el inédito cambio de la política norteamericana hacia Cuba con Obama, la muerte de Fidel, el simulacro del raulismo y la continuidad feroz del régimen que representa el monigote Díaz-Canel.
En ese contexto, artistas, músicos e intelectuales han aprovechado la porosidad de estos tiempos para impulsar sus carreras con una lógica capitalista, residiendo incluso en tierras imperialistas, para luego volver a la simpatía fraterna de una cubanidad representada por agitadores de banderas, plutócratas militares, grises funcionarios y militantes comunistas.
Descemer cayó en la trampa del cambio que nunca ocurrió. Tanta gente víctima de la incultura política oficial, tantos cubanos adocenados en el mantra de que meterse en política es buscarse problemas, terminan por conformar una masa acrítica que solo mira por sus intereses.
Eso sí, la simulación institucionalizada les impone un lirismo rancio de cubanía, de amor por encima de todo, de superación de viejos odios, de voluntad constructiva y patriotismo vacíos que sellan su pasaporte de ida y vuelta al capitalismo, sin complicaciones ideológicas. Claro, esa cascarita se rompe en cuanto se afectan los contratos, se cancelan actuaciones o las redes someten a escrutinio público y vergüenza las declaraciones o actos de estos personajes.
Descemer Bueno es uno de estos personajes. De no meterse en política ha pasado a no hablar de otra cosa. Es el resultado de un proceso doloroso de aprendizaje. La conciencia de la libertad es un estado individual complejo, moldeado constantemente por nuevas experiencias vitales y el contacto con nuevas ideas.
El exilio cubano es un ejemplo de cómo ese aprendizaje individual todavía no ha encontrado la manera de socializarse, de cristalizar en una conciencia colectiva. Es otro de los crímenes del castrismo, la despolitización de la vida pública y la aniquilación de aquellos que “juegan con candela”.
Lo que pasa con Descemer Bueno o con Gente de Zona es el resultado de la práctica totalitaria del castrismo, del maniqueísmo, de la incultura política extendida entre una población sometida a un poder que ha desestructurado la vida cívica y política de la nación, con el único fin de perpetuarse.
Quien ha sido educado todo el tiempo para no decir lo que piensa, termina por no pensar, o por llevar las ocurrencias al plano de las ideas. Son muchos los cubanos que evidencian dificultades para articular un pensamiento político maduro, libre de ideas estereotipadas y de arquetipos inoculados por la ideologización de la vida pública y la propaganda castrista.
Las declaraciones públicas que han sido el calvario de Descemer empezaron defendiendo su derecho a llevar su música a todos lados, desde Miami hasta Siboney. Todos aquellos que le criticaron por su ambigüedad, por su falta de coherencia e inconsistencia ética, tenían razón. Pero Descemer quiso defender su postura en un idioma que no entendía, el de la política.
Luego vino el doloroso aprendizaje. Se sabe que uno aprende más rápido cuanto más tenga que perder en la ignorancia. Ahora Descemer busca su identidad más allá del don artístico que tiene, en ese mare ignotum de la política para estas generaciones de cubanos. Su celebridad y las connotaciones de sus primeros pasos todavía ensombrecen su camino.
A los enemigos que se buscó por su oportunismo inconsistente de los inicios, ahora se suma la condena y ostracismo de aquellos que celebraron sus éxitos como victorias revolucionarias. Duele verlo revolverse contra su pasado y buscar su lugar, su paz espiritual en el presente. Pero va por buen camino, porque no hay mejor que aquel que eliges libremente. Aunque sea en medio de las tinieblas, perseguido por ecos y fantasmas del pasado, pero sabiendo que se aprende equivocándose y que la claridad es un estado mental que se adquiere con dolor.
Desde hace varios meses Descemer Bueno comparte regularmente en sus redes sociales fuertes críticas al Gobierno de la Isla, al que ha calificado de ladrón y racista. En fechas recientes publicó un duro mensaje contra el malparido dictador Fidel Castro a propósito de unas imágenes de represión policial en la provincia de Holguín.
Su activismo político debe ser saludado con respeto. Nadie nace sabiendo, y el parto de un individuo libre es lento y atormentado. De momento no hay pruebas de que sus declaraciones respondan a una larga reflexión sobre estos temas, pero nadie tiene derecho a exigirlas. La libertad es la prerrogativa máxima de nuestra condición humana.
Que Descemer Bueno inicie el camino de expresarse libremente es digno de saludarse. Que se enrede y equivoque en la marcha, es propio del ser humano, contradictorio por naturaleza. Pero que, en su búsqueda, Descemer se pronuncie y tome partido por la libertad de los cubanos, que es la suya propia, es algo que trasciende su persona y construye esa cultura política que necesita la sociedad cubana para dejar atrás el castrismo. Libertad para Silverio Portal. Libertad para los cubanos.
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