Jornada de protestas en Chile deja dos iglesias incendiadas, saqueos y choques con policía

Las manifestaciones recordaron las masivas protestas del año pasado, que dejaron más de 30 muertos, miles de heridos y severos daños materiales.

Una de las iglesias que ardió este domingo en la capital chilena. © El Mercurio/Twitter
Una de las iglesias que ardió este domingo en la capital chilena. Foto © El Mercurio/Twitter

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Este artículo es de hace 4 años

Al menos dos iglesias del centro de Santiago de Chile fueron quemadas este domingo tras una manifestación que congregó a decenas de miles de personas para conmemorar el primer aniversario de ola de protestas, las más graves desde el fin de la dictadura militar (1973-1990).

El primer santuario en arder fue la Iglesia San Francisco de Borja, usado regularmente por el cuerpo policial de Carabineros para ceremonias institucionales, y horas más tarde comenzó un incendio en la Iglesia de la Asunción, una de las más conocidas de la capital, con más de un siglo y medio de antigüedad.


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Ambos templos se encuentran en los alrededores de Plaza Italia, donde este domingo más de 25 000 chilenos conmemoraron el primer aniversario de las masivas protestas sociales que estallaron el año pasado, y que dejaron más de 30 muertos, miles de heridos y severos daños materiales.

Las concentraciones, al inicio pacíficas, por la tarde derivaron en disturbios, saqueos y ataques incendiarios.

Golpeando ollas, agitando carteles y pancartas, los participantes llamaban a votar "Apruebo" el próximo domingo en un referendo sobre la posibilidad de escribir una nueva Constitución que reemplace al texto que data de la dictadura militar de Augusto Pinochet, una demanda clave de las protestas de 2019.

La izquierda insiste en modificar la actual Constitución, heredada de la dictadura y vista como el origen de las desigualdades que aquejan al país. El plebiscito, que iba a celebrarse en abril pero fue aplazado por la pandemia, busca descomprimir la tensión en un país muy polarizado, que hasta el año pasado estaba considerado el más estable de Latinoamérica.

No todos los chilenos están de acuerdo. A finales de septiembre, cientos de ellos se concentraron en Santiago para mostrar su rechazo a la posible aprobación de una nueva Carta Magna.

Las protestas del domingo terminaron dominadas por los hechos violentos, saqueos a comercios y choques con la policía en varios puntos de la ciudad.

Sirenas de bomberos, barricadas incendiarias en carreteras y fuegos artificiales en las calles del centro de Santiago contribuyeron a la sensación de caos en algunos vecindarios. Hubo manifestaciones e incendios en infraestructuras también en otras ciudades del país, según un reporte de Reuters.

Un alcalde del Partido Comunista de un municipio de Santiago fue abucheado y amenazado durante la jornada; más tarde, vándalos enmascarados atacaron una sede de la policía.

Más de 15 estaciones de metro fueron cerradas temporalmente en medio de los disturbios. La policía chilena lanzó gases lacrimógenos y chorros de agua en escaramuzas con manifestantes, a veces violentos, encapuchados y enmascarados.

"Quienes ejecutan estos hechos de violencia no quieren que los chilenos resolvamos nuestros problemas a través de los canales democráticos", dijo por la noche el ministro del Interior, Víctor Pérez, tras una reunión con el presidente Sebastián Piñera y otras autoridades en el palacio de gobierno.

El funcionario destacó el inicio pacífico de las manifestaciones y llamó a los chilenos a resolver sus diferencias en las urnas el próximo domingo 25.

Las manifestaciones del año pasado, que se extendieron hasta fin de año y se apagaron en marzo con la llegada del coronavirus al país sudamericano, llevaron a millones de chilenos a las calles para pedir reformas y mejoras a los sistemas de pensiones, salud y educación.

En medio de violentos episodios de saqueos, disturbios y estaciones de metro incendiadas, el Gobierno decretó entonces un estado de excepción constitucional para dejar la seguridad de la capital en manos de los militares, algo que no ocurría desde la dictadura de Pinochet.

Este domingo la mayoría de los manifestantes llevaba mascarillas, pero había muchas personas agrupadas, lo que levanta preocupación sobre posibles riesgos de las protestas para la salud.

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