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Carismática como pocas, Camila Arteche esconde un espíritu arrollador detrás de su bello rostro. Es atrevida, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. La adoran en Cuba, México, Estados Unidos… dondequiera que aterriza, sonríe y su encanto se roba el show. En un mismo cuerpo alberga talento, energía y bondad. Su voz está tan desprovista de disfraces como su carácter.
La actriz, de 30 años, afirma en exclusiva para CiberCuba que el trabajo de la actuación es muy duro. “Parece fiesta, pero no lo es. Siempre tienes que estar aprendiendo y si pasas tiempo sin actuar te enfrías como si nunca hubieras actuado en tu vida. Tienes que aprender la mayor cantidad de cosas posibles y entrenar a diario.
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“A veces los actores pensamos que por graduarnos de una escuela podemos hacer lo que sea y ser estrellas, pero no es así. Tenemos que trabajar mucho y cuando no tengamos trabajo, inventárnoslo nosotros mismos, aunque sea grabándonos con una cámara dentro de la casa para practicar”, explica la popular artista que actualmente se encuentra en Miami.
Todavía con un montón de historias por interpretar y sueños como el de ser madre o crear una organización de apoyo a la independencia de la mujer, Camila dedica sus días a descubrir cuánto le falta, a pesar de tener un largo recorrido en el mundo de la radio, el cine, la televisión, el teatro y el espectáculo.
Porque lo disfruta demasiado, nunca siente que su trabajo sea trabajo. Cuando descansa, también trabaja. Ver películas o conocer lugares nuevos es la mejor forma de aprender de las personas. “Son experiencias que guardo en mi mochila de actriz para después sacarlas. Los artistas estamos trabajando todo el tiempo”, asegura quien es considerada una de las cubanas más influyentes de estos tiempos.
¿Por qué sentías que la actuación era el único camino posible para tu vida?
Desde niña me gustó mucho actuar, crear, disfrazarme, imitar a artistas, y mis padres apoyaron ese interés llevándome al teatro, el circo, los conciertos. Todo eso fue enriqueciendo la curiosidad que ya yo tenía. En la escuela mis profesores notaron mi aptitud para la actuación, se lo dijeron a mi mamá y ella enseguida me llevó a tomar clases de teatro. Por tanto, creo que nunca me cuestioné si quería ser actriz o no, sino que siempre lo tuve muy claro, siempre fue mi pasión. No tuvo discusión nunca para mí porque era lo que más feliz me hacía y lo que más feliz me hace.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de ser actriz?
Lo mejor de ser actriz ha sido la posibilidad de contar historias de personas que quizás no tienen herramientas para que el mundo conozca sus vivencias. O sea, el hacerlas públicas poniéndolas a nivel nacional o internacional para que la gente entienda su situación me ha dado la oportunidad de ayudar de alguna forma. Lo peor ha sido la pérdida de la privacidad porque soy muy reservada con mis cosas. Incluso puedes ver en mis redes que estoy muy activa, pero siempre muestro hasta un punto. Al principio esa falta de privacidad me chocó muchísimo, pero ahora lo manejo mejor.
Entraste por la puerta ancha a los hogares cubanos con la telenovela Aquí estamos. Pero, ¿qué crees que te ha mantenido en la preferencia del público por más de una década?
Todos los que salimos de Aquí estamos fuimos muy afortunados porque esa novela tuvo una popularidad tremenda y después de hacerla nos mantuvimos trabajando muchísimo en televisión, en cine, en teatro. Allí estuve rodeada de gente que me ayudó y me enseñó mucho cuando más falta me hacía porque estaba empezando. Nosotros damos clases de teatro en la Escuela Nacional de Arte, pero nunca nos enseñan técnicas para televisión, que son complicadas. Eso lo aprendí en Aquí estamos: cómo trabajar con los guiones, por capítulos. Creo que lo que me ha mantenido en la vista del público, no sé si en la preferencia, ha sido el trabajo duro. Yo nunca he parado de trabajar. No recuerdo una etapa de mi vida donde me haya acomodado. Me acuerdo de una anécdota de cuando estaba haciendo mi segunda novela y un amigo me preguntó que por qué me preocupaba tanto, que por qué estudiaba todo el tiempo si ya la gente me conocía y yo le respondí que entonces más que nunca tenía que prepararme para un papel, aunque fuera uno pequeñito y en un pueblecito que nadie conociera. Yo sentía que tenía que ocuparme de que cada interpretación quedara bien porque fue lo que escogí hacer en mi vida y lo respeto muchísimo. Lo otro es que yo siempre he sido muy amable con la gente, incluso cuando tengo días malos, porque los artistas también tenemos días malos, y a veces la gente no entiende eso. También tenemos días tristes, también nos molestamos. Incluso para decir que “no” o “hasta aquí”, he sido afable.
¿Qué implica para ti ser considerada hoy como una de las artistas cubanas más influyentes?
Eso implica una responsabilidad tremenda. Cada vez me cuestiono más cuando doy una entrevista o posteo algo ¿qué impacto va a tener?, ¿en realidad estoy ayudando en algo?, ¿qué estoy trasmitiendo con lo que estoy haciendo? Mientras más crece mi visibilidad, es más importante preguntarme todo eso. Es un peso grande que llevo conmigo no solo en las redes o en una declaración a la prensa, sino en la propia vida. La gente te ve todo el tiempo, te observa y te toma como referencia. Empecé a trabajar muy joven, pero no entendí eso hasta pasado mucho tiempo, cuando fui adulta. Todo se resume en eso: responsabilidad.
¿Te ha preocupado que te vean solo como una cara y un cuerpo bonitos?
Sí me ha preocupado que me vean así, sobre todo en mi trabajo. Al principio solo me escogían para hacer personajes de “la bonita”, “la prostituta”, “la dulce”. Antes no quería que me vieran así a mí, a Camila, para que me dieran personajes de otra índole. Ahora, no quiero que les pase a otras actrices ni a las mujeres de forma general. Todavía los papeles femeninos, no tanto en el teatro como en el cine y la televisión, están enmarcados en roles particulares como el del ama de casa, la sufrida, la criada. Están muy definidos, como para dejar claro que ese es el papel de la mujer también en la sociedad. Yo he querido romper con eso a la hora de elegir mis papeles, aunque a veces me gustaría poder escogerlos más. Siempre que puedo doy mi opinión al respecto porque creo que el rol de la mujer ha cambiado muchísimo y eso tiene que mostrarse en el arte también. La mujer tiene que verse desde otra perspectiva porque hoy somos mucho más de lo que fuimos.
¿Qué quieres transmitirles a tus seguidores a través de las redes sociales?
Lo principal que pongo en mis redes es amor y respeto y creo que por eso tengo tan pocos haters. Los cubanos estamos demasiado divididos. Para mí es muy importante promover esos valores entre cubanos. Aunque tenga muchos seguidores de otras partes del mundo, hay muchos que son cubanos, dentro y fuera de la isla. En mis redes busco además que la mujer entienda que ella también puede ser cabeza del hogar, que no solo tiene que ser mamá y cuidar de la casa, que se puede independizar, que puede hacer lo que sueñe. Hablo de esto y me erizo. Ese se ha convertido en mi propósito de vida desde que comencé en la Campaña por la no violencia contra la mujer, si bien era algo que yo ya tenía incorporado en mí. Las mujeres tenemos que aprender a decir que no y conocer realmente nuestros derechos y las oportunidades que tenemos, lo que está bien y lo que está mal. El feminismo no es lo mismo que el machismo, ni es lo contrario. El feminismo se ha tergiversado y radicalizado mucho, pero creo que de manera justa persigue la misma posibilidad de oportunidades y derechos para mujeres y hombres. Y aunque se diga que eso se ha logrado ya o parezca que se ha logrado, en Cuba nos falta mucho todavía.
¿Por qué te involucraste en la defensa de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer?
Desde muy jovencita las circunstancias de la vida me llevaron a ser la que pusiera el plato encima de la mesa y la que llevara el dinero a mi casa. En ese momento me cuestioné mucho por qué debía tocarme a mí aquello, pero hoy lo agradezco. Eso me hizo independizarme, crecer y conocer mucho de la vida y de lo que puedo hacer y aportar yo como mujer. El hecho de ver a tantas mujeres que no saben lo qué es eso me hizo querer enseñárselos.
¿Hasta qué punto crees que la discriminación y la violencia nos afectan?
A veces hay quien no se da cuenta porque son males que nos afectan muchísimo y se expresan en modos muy sutiles como frases. Por ejemplo, cuando un hombre dice que todas las mujeres están locas hay implícita una violencia porque son palabras que dañan a un ser humano. Igual están los piropos, que para la sociedad son parte de la cultura cubana, pero no están bien. Con ellos se les falta el respeto a las mujeres porque, sin conocerlas, irrumpen su espacio. A mí me parece que eso está muy presente hoy y no estoy de acuerdo con que forme parte de nuestra cultura porque no es bonito y las mujeres no nos sentimos cómodas con eso. Hay muchos tipos de violencia que están sucediendo en Cuba, también de la mujer hacia el hombre, no solo en sentido contrario. Y son cosas que no están amparadas por la ley muchas veces y que, incluso si lo están, no se llevan a cabo. Yo he oído anécdotas de amistades y personas que me escriben por las redes porque alguien ha querido sobrepasarse con ellas, incluso violarlas, y cuando van a la policía lo primero que les preguntan es que dónde estaban, a qué hora y cómo iban vestidas. Es como decir que se justifica lo que hayan intentado hacerles o les hayan hecho por como estaban vestidas o por el lugar donde se encontraban. Hay temas tabúes de los que tenemos que ir despojándonos. Estamos en el siglo XXI, hay que hablar más de la sexualidad femenina, del orgasmo femenino, de cómo pensamos, de lo que nos pasa, de lo que nos preocupa.
¿Cómo podría una mujer ganar protagonismo en la sociedad en que vive?
Creo que ante todo teniendo conciencia de los derechos y el poder que tiene. Después de eso, haciéndolo como mismo lo hace un hombre, no hay excusas: luchando por eso, siendo constante y yendo pa’lante. Cuando cualquier ser humano se propone realmente una cosa y va por el camino sin desviarse, sin perder la atención, logra lo que quiere.
Has pasado por teatro, televisión, cine, radio, cabaret... ¿qué te ha enseñado cada medio?
Todos me han enseñado mucho y tienen algo que los hace únicos. La radio fue el primero que conocí y me dio la soltura y la buena dicción, aunque todavía a veces me como alguna letra al hablar. Después hice teatro, que me enseñó de sacrificio y disciplina. La disciplina con los ensayos, el estudio, el sudar, al arreglarte tú mismo el vestuario, los tiempos, etc. La televisión me dio la premura de todo, la autogestión escénica. Se va tan rápido en televisión que uno tiene que agenciarse de muchas técnicas para grabar. El cine te da una responsabilidad enorme porque es perpetuo. Con cada papel que tú hagas tienes que poner todo de ti porque no sabes quién lo verá y qué resultado saques de él, en qué te permitirá avanzar o no. Si quedas mal en un papel es muy difícil que te llamen después. El cine me imprimió esa conciencia. El cabaret me dio muchas agallas. Es de los medios más complicados y arduos que hay y agradezco mucho haber estado durante años en diferentes cabarets en Cuba. Puesta a escoger, me quedaría con el cine porque queda en el tiempo, no es efímero. En otros medios a veces se ensaya durante meses para una sola puesta en escena. En el cine lo haces una sola vez, pero se queda ahí para toda la vida.
En el teatro has sido dirigida por Carlos Díaz y Jazz Vilá. ¿Qué tienen de particular el trabajo de Teatro El Público y el de Jazz Vilá Projects?
En teatro he sido dirigida por muchos más directores, hombres y mujeres, pero Carlos Díaz y Jazz Vilá son con los que más he trabajado. Jazz Vilá fue actor de Teatro El Público, así que yo creo que trae muchas cosas de allí. Su compañía tiene de lo contemporáneo, de lo más actual, de la publicidad. Son cosas que lo definen y que lo han hecho marcar su camino. Teatro El Público fue el primer grupo profesional de teatro con el que trabajé, y de Carlos Díaz aprendí muchísimo. Él trabaja mucho con la visualidad, con imágenes. Aunque estéticamente sean diferentes, creo que tienen mucho de lo popular. Los dos, además de buenos directores, son grandes maestros.
¿Se puede decir que llevas una vida de emigrada?
A mí no me gusta la palabra emigración porque yo voy y vengo hace muchos años. He estado mucho tiempo trabajando fuera de Cuba y luego regreso a trabajar allí también. La gente me pregunta a veces: “¿Te quedaste?” Así me ha pasado cuando he estado en México, Estados Unidos, Colombia, España. Yo solo respondo: “No me quedo en ninguna parte, sino que estoy donde haya trabajo”. Siempre me interesa dejar claro eso. Yo lo que quiero es trabajar en proyectos que a mí me llenen y en los que le pueda aportar algo a la gente. Entonces estoy donde estén esos proyectos. De hecho, ahora mismo está pendiente una tercera temporada de Bailando en Cuba, que ha sido detenida por la cuarentena y ojalá se reanude pronto. Aquí en Estados Unidos estoy en la escuela de Adriana Baraza Acting Studio, que es un sitio espectacular en el que estoy aprendiendo cantidad. Agradezco a la vida por haberlo puesto en mi camino para recibir clases de cine. También aquí estoy llevando la parte de marketing de la academia online que hemos creado Salvador de la Torriente, David Rosales y yo. Está teniendo resultados maravillosos y es algo que me motiva mucho. Hay par de propuestas en México, pero no me gusta dar detalles porque a veces los proyectos se derrumban porque demoran mucho en concretarse y se les cae el financiamiento. Hablaré más de ellos cuando ya esté en el set.
¿Cuán difícil es emprender una carrera como actriz en otro país?
Cada vez hay menos producciones y más competencia. Si es difícil llevarlo a cabo en tu propio país, imagina en otro, donde hay un sistema, idiomas, acentos diferentes. Es complicado, pero no imposible. La clave está en ser constante y estar enfocado, en no justificarse. Si no puedes hacer algo, trabajas lo suficiente para aprender a hacerlo. Cuba funciona sin agentes, por ejemplo, y alrededor del mundo todo funciona a través de agentes: castings, proyectos, todo. Son cosas que uno tiene que aprender: buscar agente, dónde están las castineras (que las hay en Cuba también), entrar al mercado, quedar bien para que te sigan llamando; hacer mucho lobby (los actores sabrán de qué estoy hablando), es decir, ir a eventos donde haya directores y productores que a lo mejor tienen un proyecto para el que te llaman luego. Lo más difícil es seguir superándose siempre.
¿Cuál es el modelo de ser humano y artista al que aspiras?
Tengo muchas referencias que creo que son muy importantes para lo que sea que uno quiera ser en la vida. Como seres humanos, mis referencias principales son mi madre y mi abuela. Como artistas, tengo muchos, si bien trato de hacer mi propio camino porque nadie tiene las mismas experiencias que otra persona. De lo que escucho, de lo que veo, de lo que leo, capto para saber qué me funciona a mí.
¿Cómo te describirías en tres palabras?
Pasión, constancia y viento.
¿Has tenido siempre el apoyo de los que te rodean?
De mi familia, de los más importantes para mí, siempre. Eso es lo que me ha permitido seguir creciendo y trabajando. No me tuve que preocupar por llegar a mi casa a cocinar o ir a buscar los mandados. Si se me rompía un vestuario o se me quedaba algo, solo tenía que llamar y decir: “Mami, tráemelo”. Siempre se han portado increíble. Van a todos los estrenos. Dice mi abuela que es mi fanática número uno y ahí está siempre mi mamá al lado de ella.
Últimamente te hemos visto explotando mucho el baile, ¿qué es lo que más disfrutas de hacerlo?
Si hubiera podido hubiera estudiado primero baile y eso me hubiera complementado como actriz. No es que hubiera querido ser bailarina. A mí me fascina bailar. Lo disfruto mucho. Es algo que me inspira y que creo que traigo de herencia de mis padres. Cada vez que bailo es como si me liberara.
¿Cuán orgullosa estás de ser cubana?
Hasta lo más profundo. Uno no debe renegar nunca de sus raíces. Creo que eso es parte de lo que nos hace únicos. Esté donde esté estoy más que orgullosa de mi cultura, de mi comida, de mi gente, que creo que es lo más auténtico que tenemos como país, el carácter súper hacendoso y alegre que tenemos los cubanos. Yo adoro Cuba, el olor, el mar. De ahí viene todo lo que soy. No hay nada mejor que la patria de uno, aunque a veces duela mucho.
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