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Hay pitchers que llegan a la vida con todos los argumentos de un campeón. Armados, cabe decir, hasta los dientes. Ponchan, retan, y nuevamente ponchan. Pueden llamarse, por ejemplo, Pedro Luis Lazo, o Rogelio García, o Braudilio Vinent. Basta con verlos caminar para sentirse impresionado.
Hay otros, en cambio, que en el afán de mantenerse en los montículos le tienen que sacar cada gota de jugo a los entrenamientos. Hacen menos estruendo, y sienten una insana predilección por el trabajo. Son los eternos esforzados del deporte, y Alexander Quintero Zamora es un caso modélico.
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Con solo 5 pies 7 pulgadas y unas 160 libras en el cuerpo, el zurdo logró permanecer 18 temporadas con la casaca verde de Cienfuegos. No era, ni de lejos, un pistolero rápido, pero tuvo el acierto de entender que la magia del sudor podía paliar el handicap.
“Yo logré mantenerme gracias a lo mucho que me exigía en la preparación”, me cuenta vía Whatsapp desde el eterno veraneo de Iquique, en Chile. “Sabía que por lo general un pitcher debe ser alto y físicamente fuerte, pero me di una terapia que acabó convenciéndome de que sí podía. Cuando uno hace un sacrificio en la vida, el resultado se ve”.
¿Crees que tu limitada estatura te cerró alguna puerta en el béisbol?
-Estoy seguro. Acabé temporadas entre los mejores zurdos del campeonato y de todas maneras nunca pude integrar el team Cuba.
En efecto, estuviste muy cerca de lograrlo en 1999. ¿Te frustró mucho no ser elegido finalmente?
-Estuve en las preselecciones para el partido contra los Orioles y los Panamericanos de Winnipeg, pero en ambas ocasiones me eliminaron. Había tenido un gran año, con 12-8 y efectividad de 2.71 en casi 170 innings, pero ya ves. Eso me afectó muchísimo y me dejó con el dolor de no poder llegar a vestir el uniforme del equipo nacional.
Háblame de tus características como lanzador...
-Mi velocidad sostenida siempre anduvo por 87-88 millas, con algún envío que llegaba a las 90. Y en cuanto al repertorio, al inicio a la recta y la curva le sumaba un cambio en knuckle. Pero más adelante perfeccioné el screwball, que sería el arma que más me ayudó en mi carrera. Lo tiraba en todo momento y me dio muy buenos resultados. Luego apelé a la slider, y en los últimos años usé también el split-finger.
Los zurdos suelen tener problemas de control, pero ese no era un problema en tu caso.
-Ciertamente los zurdos tendemos a ser descontrolados. Creo que en mi caso mi estatura ayudaba a que a la hora de soltar la bola el brazo estuviera más abajo. No obstante, también puede deberse a que le ponía mucho interés a ese aspecto en los entrenamientos, corriendo constantemente al receptor de un lado para el otro.
Fuiste uno de los pitchers que vivió el paso del aluminio a la madera. ¿Qué tan brusco fue el salto?
-Fue un cambio abismal. Me enfrenté al aluminio durante 10 años y para qué decirte. Esos bates de por sí eran terribles: ahora imagínate si los usaban Linares, Kindelán, Pacheco, Millán, Romelio, Pedro Luis Millán, Padilla, Vargas... Al cambiar para la madera se facilitó un poco el trabajo de los lanzadores.
¿Cómo te preparabas mentalmente para no sentirte defraudado en aquellos equipos cienfuegueros que siempre terminaban en el sótano?
-Hubo un tiempo en que ganar un juego con Cienfuegos era bien difícil. Dejé de apuntarme varios éxitos en partidos que dejé ganando por unas cuantas carreras. Pienso que si en esa época que fui abridor hubiera tenido una defensa más sólida y unos relevos más confiables, habría superado las 100 victorias. Fíjate que en total perdí 55 juegos por una carrera de diferencia.
Sin embargo, pasado el tiempo los Elefantes tuvieron una de las mejores novenas del país. ¿Qué les faltó para llegar al campeonato?
-Esos equipos los formó Iday Abreu y llegamos a alcanzar el tercer puesto en la Serie Nacional. Pienso que debimos ser campeones por lo menos una vez, pero el factor sicológico nos jugó una mala pasada. Peloteros que eran puntales no lograron estar bien y por ahí se nos escapó la posibilidad del oro.
¿Hasta dónde dolió aquella derrota frente a Villa Clara en el play off de la Serie 52?
-Eso dolió mucho. Aquel año le habíamos ganado cinco de los seis juegos del calendario regular a Villa Clara y sentimos que íbamos con grandes posibilidades. Pensar que les ganaríamos y luego discutiríamos el oro nos afectó bastante. Hay que decir que Freddy Asiel estuvo inmenso, y encima tuvimos la mala suerte de que la lluvia le dio la posibilidad de lanzarnos tres veces.
¿Es Iday Abreu el mejor manager que conociste?
-Con respeto para todos los managers que tuve, Iday es el más grande. Por sus conocimientos, por su manera de preparar al equipo...
Después de 10 Series como abridor te pasaron al bullpen. ¿Cómo asimilaste esa decisión?
-Un día el director Narciso Ferrer conversó conmigo para pasarme al bullpen debido a que tenía un brazo fuerte y me recuperaba rápido. Así empecé en los relevos largos y en esa misma campaña (2002-2003) gané 11 juegos y perdí 4, con 3 salvados. Poco a poco le cogí el ritmo a esa función, me gustó, y más tarde el manager Iday Abreu me utilizó como acomodador.
¿Cuál fue el mejor juego de tu vida? ¿Quién te bateaba más, y a quién dominabas mejor?
-El mejor fue en 1997-98 ante Industriales en el Latino. Le tiré 11 entradas y gané 1x0 ¡con bate de aluminio! El bateador que me golpeaba más era Oscar Macías, como quiera que le lanzaba me daba hit. Y creo que al que más fácil dominaba era a Alexander Malleta.
¿Por qué una vez ido de la pelota para cumplir misión en Venezuela, decidiste regresar a las Series Nacionales?
-Desde que estaba allá yo tenía metido en la cabeza volver a lanzar. Así que al regresar comencé a entrenar solo en el estadio de Cruces, y poco a poco fui entrando en forma. Entonces Iday me dijo que si me veía en forma en el Provincial me iba a llamar para el equipo, y así sucedió.
¿Es cierto que adelantaste el retiro definitivo por la actitud de un sector del público, o era algo que de todos modos ibas a enfrentar después de la campaña de 2013?
-Creo que ya era el momento. Llevaba 18 Series, y en la dirección del equipo me plantearon que necesitaban un entrenador de bullpen. Estuve un solo año en esa función, pero la disfruté mucho.
Después de retirado jugaste softbol como tercer bate y centerfield. ¿Te gusta fildear y batear?
-Siempre me gustó mucho jugar a la defensa y batear. De hecho desde que comencé mi carrera en 11-12 hasta los juveniles, jugué en los jardines y también lanzaba. Al finalizar mi etapa en esta última categoría fue que me incliné por el pitcheo debido a que noté que los lanzadores zurdos partían con ventaja en la pelota.
¿De dónde procedió aquella costumbre de usar un guante verde?
-Siempre he sido muy aficionado a las combinaciones en cuanto al vestuario. Casi todos los guantes que se usaban en el país eran carmelitas y negros, pero un amigo que vive en Estados Unidos, Leovel Cardoso, me mandó a hacer un guante zurdo verde, con mi nombre grabado y la bandera cubana.
Tengo informaciones contradictorias sobre tu origen. ¿Eres villaclareño o cienfueguero?
-Nací en Santa Clara, donde todavía viven mi papá y otros familiares. Pero debido al divorcio de mis padres, desde pequeño me mudé con mi mamá para Cruces, en Cienfuegos, y allá hice mi vida.
Y más tarde, emigraste...
-Exacto. El 22 de agosto de 2019 salí de Cuba rumbo a Brasil, y de ahí pasé hace ocho meses para Iquique, en Chile. De momento no estoy vinculado al béisbol, aunque espero poder hacerlo más adelante. Por ahora voy trabajando en lo que aparece.
¿Cuál sería tu Equipo Ideal de Cienfuegos en Series Nacionales?
-Receptor: Osvaldo Arias; Primera base: José Dariel Abreu; Segunda base: César Prieto; Torpedero: Erisbel Arruebarrena; Tercera base: Pedro José Rodríguez; Jardinero izquierdo: Reemberto Rosell; Jardinero central: Carlos Ramos; Jardinero derecho: Sixto Hernández: Bateador designado: Antonio Muñoz; Pitcher derecho: Rolando Macías; Pitcher zurdo: Adiel Palma; Relevista: Duniel Ibarra. En el caso del designado no se debe ignorar a Héctor Olivera, pero es que no podía dejar fuera a Muñoz.
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