Hace tres años, Cimafunk no existía. Pero casi de la noche a la mañana, este hijo de Pinar del Río pasó de mecaniquear en un taller de carros y hacerle el coro a otros artistas, a pegarse en cada esquina de Cuba, entrar a una lista de Billboard y actuar en el Madison Square Garden con su propia música como pasaporte.
Fito Páez lo llamó “Dios de Ébano”, Alejandro Sanz lo invitó a cantar Corazón partío y algún que otro experto lo consideró el James Brown cubano. En uno de los más meteóricos despegues de cuantos ha visto la música antillana, su carrera surgió montada en la cresta de una ola donde permanece todavía.
A los 31 abriles, Cimafunk -que de niño tuvo una iglesia cristiana como escenario y de adulto no lee ni escribe música, sino que la siente- desborda de sabrosura cada nota. Reconoce que “tengo muchas influencias, de David Torrens, por ejemplo, o del vocalista de O’Funk’illo, que canté mucho tiempo parecido a él. A veces no te das cuenta hasta que te escuchas”. Pero no le molesta parecerse a ellos porque “lo que yo hago es reciclar la música, juego con cosas que otros crearon. Al final la cuestión es armar el muñeco y ponerle un poco de mí, hasta lograr mi sonido”.
En exclusiva para CiberCuba el popular cantante asegura que “uno siempre está en búsqueda, en transformación constante. Un buen amigo mío, Hernán, me dijo una vez que cada persona saca una conclusión diferente de ti en dependencia de las experiencias que haya tenido contigo. Yo soy diferente para mi papá de como soy para mi mamá porque cada uno de ellos tiene un perfil distinto de mí, porque ellos son diferentes entre sí. Creo que no hay un yo absoluto o un tú absoluto. Trato de ser la persona que mis padres criaron, tratando a los demás como quiero que me traten a mí”.
Justo cuando está “calentando” las redes sociales con el Cun Cun Prá, Cimafunk confirma que el próximo video clip del EP (Extended Play) homónimo será La Papa, que hizo con Diana Fuentes y saldrá a finales de enero. Sin adelantar mucho explica que su nuevo disco verá la luz este año y está siendo producido por Jack Splash, quien ha ganado varios premios Grammys y ha trabajado con artistas como Alicia Keys, Kendrick Lamar, John Legend, CeeLo Green, Katy Perry, Missy Elliott y Mary J. Blige.
¿Por qué decidiste dejar de estudiar Medicina para dedicarte a la música?
No fue una decisión pensada. En la escuela no me iba bien porque tenía la cabeza en otra parte y ya por una experiencia que había tenido en La Habana se me había metido en la cabeza ponerme a hacer música. No sabía cómo, pero sabía qué quería. Y creo que es mejor hacer una mala canción que una mala cirugía. Así que yo dejé la medicina y ella me dejó a mí.
Después de un debut tan exitoso, ¿sientes que todavía estás comenzando?
Yo siempre siento que estoy empezando. Esta es una carrera larga en la que todo el tiempo estás aprendiendo. Yo no creo saber mucho de esta materia aún. Esa sensación de que siempre estás en el principio es rica y te mantiene atento, disfrutando.
¿Qué te enseñó el grabar tu primer disco en casa?
El disco Terapia fue un aprendizaje musical y personal. Me demostró todo lo que podía hacer: organicé la grabación, compuse y escribí las canciones, hice los arreglos, llamé a músicos muy duros y les expliqué lo que quería para que ellos tocaran. La interacción con esos musicazos me permitió aprender cómo se hacían muchas cosas. Fundamentalmente de Roberto Carcasés que estuvo presente y pendiente de la ‘pincha’ todo el tiempo. Fue un paso para sentirme más seguro de mí mismo.
¿O sea, que se puede hacer mucho con poco (materialmente hablando)?
Es cierto que se puede hacer de todo con lo mínimo. Está claro que el estándar de calidad disminuye un poco, pero si la canción es buena, es buena y ya, independientemente de que tenga un poco más o menos de presencia de sonido. Yo hice el disco con muy poco dinero, en mi cuarto, todo minimal y básico. Y trato de mantenerlo así, para no perder tiempo y no autolimitarme materialmente hablando. Para que las cosas suenen a mí y a mi esfuerzo.
¿Cómo se hace música sin leerla ni escribirla? ¿Es algo intuitivo?
Pues todo lo hago a golpe de intuición. Grabo con la voz las ideas que tengo de cada instrumento. Algunas cosas las hago yo mismo en la computadora y las que no puedo, pues llamo a un músico y le mando el audio de mi voz, y ellos lo reproducen y a veces le ponen cosas mejores y sale súper bien. Me siento muy relajado y feliz con esta forma, porque ya sé que funciona. Es muy orgánico para mí y disfrutable porque voy poniendo lo que tengo en la cabeza. Yo no sé de melodía musical ni tocar un instrumento correctamente, pero la cosa sale sola. Estoy estudiando mucho para aprender mejor la teoría, pero la música está ahí aun sin ella, lo que hay es que sentirla.
¿Qué caracteriza al funk de Cimafunk?
Creo que lo diferente de mi funk es que está como flotando, por encima, está pellizcando el groove afrocubano que tiene la canción debajo. Si te fijas en mis canciones la raíz afrocubana está muy fuerte. Me Voy, El Potaje, Alabao, Cun Cun Prá, todas esas canciones tienen un motor afrocubano puro y encima les pongo los elementos del funk que me gustan: el bajo, las guitarras, las marchas. Es eso, que la base es la música afrocubana, o al menos lo que yo entiendo como música afrocubana.
¿Cómo lograste un estilo musical tan propio?
Las canciones salieron solas. El sonido surgió inventando una marcha por aquí, un groove por allá, divirtiéndome, descargándole. Tal vez yo no lo hago aún, pero el que lo oye de fuera quizás sí lo reconoce y lo puede diferenciar del resto. No es más que disfrutar sinceramente lo que estás haciendo, que tu sonido hable de ti y seas tú. De esa manera la gente entiende lo que sale, a lo mejor no le gusta, pero lo identifica conmigo.
¿Por qué es tan importante para ti que la gente se menee con tu música?
Es importante porque a mí me gusta llegar al stage y gozarlo y bailar, y no me refiero a que la gente esté arriba todo el tiempo. Si ves en los shows se hacen pausas con canciones como Faustino Fongo que es una canción a capella completamente, El Blues de Amira, Fiebre o Parar el Tiempo. No es tanto moverse como mantener a la gente conectada contigo sensorialmente que es lo que intento hacer yo con el público y con mis músicos porque esa conexión es lo que nos monta a todos en la misma ola. Cuando logras eso, te das cuenta que no importan las diferencias, todos están sintiendo y moviéndose con el mismo flow. Es como la música tribal africana, que logra aunar a la gente. Si es con una canción para moverse y bailar, rico; si es con blues, también; a capella, como sea, pero todos conectados con el groove. Creo que esa es la base de cualquier show, conectarse con la audiencia para sentirse parte de lo mismo.
¿Cuánto te has propuesto no parecerte a los demás, ser diferente incluso a la hora de vestirte?
La cuestión no es alejarme de otros, sino acercarme más a mi sonido y conocerme mejor. Las influencias son inevitables. Antes de hacer el disco estuve en esa lucha interna de ser diferente, pero me di cuenta de que la cuestión es conectarse con uno, no desconectarse del resto. Acercarse a uno es la talla. Y la pinta vino sola. Cuando tú subes pa'l show es el momento de gozar y yo se lo digo a mis músicos: “La gente y tú te regalaron este momento y hay que aprovecharlo. Si te quieres disfrazar y descargarle así al espectáculo la gente te va a descargar”. Y así empecé a tirarme mis pintas raras; todo tenía que ver con el estilo del funk, el disco, la forma de vestir clásica cubana. Y tuve la suerte de tropezarme con Samantha Chijona, que fue quien hizo todos mis diseños de vestuario y de mis músicos desde antes de mi primer concierto grande en La Tropical. Ella se conectó conmigo e hizo los bocetos y Joaquín, que es un sastre súper legendario en Cuba, los trajes. Es un camino que sigue avanzando y transformándose y volviéndose un poco más serio incluso. Y es muy rico porque Samantha viene con una idea loca y me la muestra y le metemos y lo hacemos.
¿Dirías que eres tan buena gente como tiende a ser el pinareño?
Yo no sé nada de eso (ríe). Creo que en todos lados hay gente buena y mala. Donde yo crecí hay de todo, bueno y malo, pero creo que los pinareños son un poco más pacientes. Lo que sí yo veo en Pinar que no he encontrado en La Habana es una manera de vivir en hermandad, donde la gente comparte. Las cosas se pueden poner malas, pero la gente siempre comparte. Yo llego a mi casa y todo es tan relajado, en el barrio y con la gente, y mientras más te adentras en el campo lo notas más, la gente te da lo que tiene. En La Habana se vive, pero mucho menos, cada cual está por su cuenta, y eso fue algo que me chocó al principio. Yo no creo que sea una cuestión de ser bobos, o buenos, sino de la manera de ser, de atender a las visitas y darle café, almuerzo, o lo que sea, y la verdad estoy súper orgulloso de que sea así porque eso te permite regresar y resetear el sistema con bondad.
Has dicho que cantas como se habla en Cuba. ¿Cómo se habla en Cuba?
Yo canto como hablo yo y como habla la gente que yo conozco, la gente de los barrios, de la zona de Pinar de donde soy, o de la zona donde vivo en La Habana. De esa forma crecí hablando y así mismo canto. Es el caso de ‘calentanda’, o ‘a ripiarse’. Cuando me siento a escribir los textos me salen así. Y esa es una forma de conectarme con la gente. A mí eso me recuerda mucho a Formell, que hacía ese tipo de cosas (a otro nivel lógicamente porque no tiene comparación, Formell era un sabio de la sociedad). Eso de “Que no te dé por eso”, yo lo escuchaba y pensaba: “Lo entiendo tan bien, porque así es como habla la de al lado de mi casa y esa es la manera que me gusta para comunicarme”.
¿Es tu sonoridad un ejemplo del mestizaje cultural cubano?
Yo creo que mi sonoridad tiene mucha cosa cubana y tiene mucho de otras partes, y todo eso se une y forma una buena descarga. Musicalmente es difícil explicarlo. Por ejemplo, el Cun Cun Prá tiene como una marcha de reguetón, una guitarra un poco latinoamericana, un sonido funky, un teclado que parece un acordeón, que te hala también para América Latina, y el groove afrocubano. Creo que es más como lo sienta la gente, pero sí tiene un poco de todo y esa mezcla es la que lo hace divertido porque con la música cubana como base cualquier cosa que le pongas arriba, si tienes buen gusto, suena bien.
Tu más reciente EP ya está oyéndose mucho. ¿Qué podemos esperar de tu segundo disco?
Estoy súper feliz con la salida del EP y trabajando con un productor de Los Ángeles, extremadamente bueno, con el que logramos conectarnos de una manera increíble, y eso es algo que a mí me había costado mucho hasta el momento porque siempre sentía que venían a decirme lo que querían y no a encontrar un punto en común que hablara de mí y de mi sonido. Y con Jack Splash logramos eso, es una persona súper sabrosa. Hemos tenido una química perfecta y hemos hecho las letras, los grooves, en fin, ha sido un proceso muy rico y productivo. El próximo disco está caminando, viene pronto, pero no te puedo decir fecha aún. Estoy trabajando en eso, descargándole, quizás en primavera o más adelante. Es un disco que viene cargado de cariño, de sabrosura y con mucha libertad en el concepto del sonido, que es un poco distinto al de Terapia.
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