Diez mujeres han muerto en lo que va de 2021 en Cuba, y apenas comienza el tercer mes del año. ¿La causa? Ser mujeres. Baleadas, apuñaleadas y reducidas a objetos de propiedad, diez mujeres en menos de 64 días dejaron de cuidar de sus padres e hijos, de trabajar, de luchar por lo que creían justo, de reír, de soñar. Al Día Internacional de la Mujer le faltan ellas.
Hace aproximadamente dos semanas grupos feministas en la isla se dirigieron, sin éxito, a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) para entablar un diálogo con vistas a acelerar el cronograma legislativo que prevé una ley contra la violencia de género para el 2028. Faltan siete años.
Un cálculo estimado, teniendo en cuenta los casi 30 feminicidios ocurridos en Cuba en 2020, advierte que, de mantenerse la tendencia ascendente de violencia contra la mujer, para cuando se apruebe esta ley habrán alrededor de 240 mujeres muertas con violencia en nuestro país.
Para que se tenga una idea de lo que representan, en número, 240 mujeres, he aquí un dato: el Palacio de las Convenciones cuenta con 244 lunetas. En cada congreso de la FMC estas lunetas son ocupadas por las delegadas de esta organización. Ahora, imaginémoslas vacías.
Ni una menos
Maricel González Arencibia desapareció un jueves de enero y fue encontrada muerta días después, estrangulada, drogada y maniatada, con marcas de extrema violencia en una habitación de un hotel de transito de Holguín, ciudad donde vivía. Antes de morir gritó, suplicó y lloró, pero ni su victimario ni los trabajadores del hotel hicieron nada para impedir el desenlace fatal.
El presunto asesino es su ex-pareja y llevaba un año amenazándola de muerte. Nadie se explica cómo Coky (así llamaban a Maricel sus allegados), pudo consentir a la cita. A Coky la sobreviven un hijo de 30 años, una madre ciega y un país sumido en la violencia de todo tipo.
Raidelis Blanco Almenares fue apuñaleada en presencia de su niño de 5 años a mediados de 2020 en Contramaestre, Santiago de Cuba. La madre de Raidelis, también en la casa, intentó defender a su hija con una escoba, como si un palo con cepillo fuera un arma letal.
Al ver que sus esfuerzos eran inútiles, y tras la amenaza del victimario y padre del menor, la abuela agarró al niño y huyó de una muerte segura. Salvó a su nieto, pero nunca olvidará los gritos de ayuda de su hija por la que nada pudo hacer. Ya el asesino había cumplido nueve años de prisión por intentar degollar a su anterior esposa.
Yineidy Alcántara Romo estaba embarazada de 5 meses cuando su ex-pareja la ultimó en su propia casa ubicada en el municipio de Güira de Melena, provincia de Artemisa, y Leydi Laura García Lugo, hallada muerta en un tramo villaclareño de la Autopista Nacional, fue el resultado de un ajuste de cuentas a su padre, según conocidos de la familia.
Panorama institucional en términos de violencia de género en Cuba
En 2019 la investigadora cubana Yuliuva Hernández García aseguraba que en Cuba “las luchas feministas y las comprensiones de las teorías de género han quedado rezagadas”. Entre las atenuantes de la agenda contra la violencia de género en la isla, la autora mencionaba el establecimiento de la concepción de que la revolución por sí misma había eliminado de facto la discriminación de género; no prestar suficiente atención a la violencia contra mujeres, niñas y adolescentes “al punto de que aún hoy no se encuentran fácilmente datos y con carácter público sobre la violencia de género en el país;” así como la no implementación de normas jurídicas severas en este sentido, y la inexistencia de refugios para mujeres víctimas de la violencia machista.
Todos estos problemas han estado latentes en la sociedad cubana por demasiado tiempo.
Desde los inicios de la década de 1960, la revolución monopolizó la agenda por los derechos de la mujer, especialmente con la creación de la Federación de Mujeres Cubanas. El hecho, en sí mismo, no es que fuera negativo, pero a corto plazo negó la pluralidad que había caracterizado la lucha por los derechos de la mujer en Cuba hasta entonces.
Gracias al empuje de diferentes grupos feministas, las mujeres crearon su propio partido en 1912, aunque no fue hasta 1934 que finalmente tuvieron derecho al voto. En 1917 habían logrado hacerse del derecho de la patria potestad y un año más tarde ya podían divorciarse legalmente con pensión alimenticia incluida por parte de sus ex-esposos.
Las cubanas consiguieron que la Constitución de 1940 las considerara en igualdad de condiciones con respecto al hombre; les reconoció el derecho a ostentar cargos políticos, la capacidad legal de administrar sus propios bienes y les garantizó protección a las trabajadoras y gestantes con la introducción de la licencia de maternidad, entre otros derechos. Todo, sin necesidad de estar concentradas ni regidas por una sola organización.
Otros grupos feministas pos-revolución
A largo plazo, la FMC estigmatizó otras iniciativas en este sentido y redujo el marco de acción de las luchas contra la discriminación por motivos de género en Cuba.
Un ejemplo de ello fue la organización de mujeres Magín, creada en 1993 ante la indignación que les provocara la difusión en los medios oficiales de estereotipos denigrantes de la mujer, en momentos en que la economía se desplomaba y había que atraer el turismo internacional a toda costa. Para no hacer larga la historia, la FMC presionó hasta dar al traste con la disolución de Magín.
Otro resultado de este mismo fenómeno ha sido la resistencia a reconocer y a trabajar con otras iniciativas feministas que hoy existen y empujan por un diálogo con las instituciones. Algunas de ellas son: la Red Femenina de Cuba, la Alianza Cubana por la Inclusión, Yo Sí Te Creo Cuba y Alas tensas.
Por otro lado, la participación de esta Federación en actos de repudio en contra de mujeres, por motivos políticos, como manifestación de la obediencia y la subordinación de la FMC al Partido Comunista y a los órganos del estado y el gobierno, atentan contra el mensaje de “Tolerancia cero” ante la violencia a la mujer de esta ONG.
También, y por la misma razón, cualquier crítica a la gestión de la FMC es considerada un enfrentamiento al poder establecido (e impuesto) en Cuba. Esto es un problema para todas las mujeres cubanas. Una institución feminista no debe alentar la agresión contra las mujeres, ni su imagen puede ser más importante que la vida y la integridad de quienes dice representar.
Desafíos actuales
En estos momentos, la FMC ha creado, en fecha tan reciente como el 10 de diciembre de 2020, una “Línea de ayuda, información y orientación sobre la violencia de género” (marcando el 103), que se suma otras alternativas de más larga data como las Casas de orientación a la mujer y a la familia de, la Línea telefónica 106 para denuncias ante la policía y Fiscalía, así como la labor de divulgación de la Revista Mujeres cuyo sitio web, dicho sea de paso, no estaba disponible en el momento en que intenté consultarlo. Tampoco obtuve respuesta de una nueva página oficial llamada “FMC Por La No Violencia” cuando les escribí solicitando más información.
La semana pasada, la FMC y la Unión Nacional de Juristas de Cuba realizaron el Panel “La prevención y atención a la violencia contra las mujeres como prioridad para el Adelanto de las mujeres cubanas. Avances y desafíos”.
En el evento virtual anunciaron un plan integral para lidiar contra la violencia de género, como parte del programa de “Adelanto para la mujer” que se basa en la prevención, en la capacitación y en la incorporación de unos 19 organizaciones y organismos como grupo asesor de la FMC en temas de violencia de género, según refirieron en dicho Panel. Estas iniciativas han formado parte de las demandas de grupos feministas de la sociedad civil que, es válido aclarar, no se encontraban entre los invitados al Panel, a pesar de constituir importantes espacios de probado compromiso y resultados en términos de denuncias, documentación y apoyo. Y si bien es positivo que la FMC esté buscando asesoría y abordando esta problemática desde un enfoque holístico, también es cierto que excluir a otros grupos con iguales intereses obstaculiza el avance de la agenda feminista en nuestro país.
La Ley Integral contra la Violencia de Género en la isla, que las feministas tanto reclaman para que la violencia de este tipo sea tipificada como delito en Cuba, no fue mencionada en el Panel. Tampoco se habló de la posibilidad de crear refugios para las víctimas de violencia de género, ni de las cifras oficiales de los feminicidios, a pesar de admitir que están trabajando con la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) y a sabiendas de que las cifras y los porcientos sí constituyen punta de lanza en la propaganda institucional.
La utilidad de las cifras
En el parlamento cubano las mujeres ocupan el 53.22% de los escaños, pero jamás se ha visto a ninguna abstenerse en una votación. Con un 50.3%, las féminas son también ligera mayoría entre los dirigentes del Estado y del gobierno, aunque no consta una sola queja porque ninguna de ellas haya sido postulada a los cargos más altos del país.
El sexo femenino conforma el 69.6% en Salud Pública y es el grueso de las brigadas médicas en el exterior, pero jamás han denunciado, salvo las que no viven en Cuba, que hayan sido explotadas por el estado con contratos de dudosa legalidad que ni siquiera les permitían llevarse a sus hijos en los largos años que han brindado servicios profesionales en el exterior. Tampoco reclaman los recursos que les faltan a los pacientes.
Las mujeres cubanas constituyen el 70% de los jueces profesionales y fiscales en Cuba, pero ninguna ha levantado la voz públicamente por los niños cubanos que crecen lejos de sus padres por una medida inconstitucional que condena al destierro a quienes abandonan estos contratos en el extranjero. Acaso, a ninguna de estas juristas le ha parecido mal que un funcionario de ETECSA acusado de abusar de una niña de 9 años fuera absuelto por el mismo sistema jurídico para el que estas mujeres trabajan.
En un mundo donde mujeres ya han sido presidentas de un país, han piloteado aviones y han conquistado el espacio en naves cósmicas, ser mayoría en uno o diez sectores sociales no sirve de mucho, especialmente cuando esa mayoría no alza la voz por las que mueren, por las que no tienen voz. No digo, con esto, que las diputadas, juristas y doctoras no estén consternadas por el incremento de la violencia en Cuba. Asumo que sí lo están, que el aumento de feminicidios les agobia y que intentan dinamizar las oxidadas estructuras institucionales, pero la respuesta no puede ser un cuentagotas metodológico de planes integrales. Es imperativa una Ley Integral contra la Violencia de Género en Cuba, y es necesario un trabajo de coordinación con otros grupos feministas de la sociedad.
Tal vez si la FMC y la alta dirigencia del país vieran a las víctimas de la violencia de género como delegadas ausentes a un congreso oficialista, y se pintaran la imagen de las lunetas vacías, las mujeres cubanas pudiéramos tener mejor oportunidad de ser escuchadas y tenidas en cuenta antes, para que las que hoy viven en la violencia y el desamparo no tengan que morir.
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