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Ángel Madrazo Giro (La Habana, 1965) fue teniente y jefe de escuadra de la Brigada Especial, un cuerpo de élite represivo al servicio del castrismo; trató de darse de baja por la contradicción que implicaba tener que delinquir para que su hijo tomara leche y, al mismo tiempo, reprimir a delincuentes. Lo amenazaron y permaneció en su unidad hasta que fue detenido en una operación rocambolesca por siete oficiales, tras descubrirse que intentaría irse de Cuba en un remolcador.
Isla de la Juventud, Mozambique, Venezuela, Gorbachov y embajadas extranjeras en La Habana forman parte de su expediente, que acabó con una sanción de casi 16 años de cárcel, que su abogada consiguió reducir a seis con un recurso ante el Tribunal Supremo.
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Madrazo habla sin pelos en la lengua, afirmando que a José Abrantes Fernández lo dejaron morir, y reconoce que perdió una parte de su vida por ponerse en el lado injusto de Cuba, pero la cárcel en el infierno de Ganuza y los avatares en La Condesa y el Área especial de la prisión de Guanajay, acabaron de convertirlo en un patriota democrático, conmovido con el ejemplo de los jóvenes de San Isidro, a quienes admira y alienta. Mientras, trabaja feliz en Estados Unidos, país al que agradece tanto como a su esposa, una mujer que no lo abandonó ni en las peores circunstancias y que juntos se esforzaron para hacerse un hueco en su nación de acogida, donde fueron abuelos y vieron a sus hijos progresar en libertad.
¿Qué motivos te llevaron a firmar la carta dirigida a militares cubanos en activo pidiéndoles que no repriman al pueblo?
Lo que me llevó a firmar la carta de Militares objetores de conciencia (MOC) es una obligación moral para mí, y por eso estoy exhortando a los militares en activo en Cuba, incluso a los que puedan estar en puestos y situaciones como las que viví, que no vayan a usar las armas contra el pueblo, porque ellos son parte de ese pueblo que ha estado sufriendo durante más de sesenta años y, además, son sus hijos, madres, hermanos, etcétera, etc.
Mi firma representa a algunos oficiales cubanos en activo que he podido contactar y están de acuerdo en no apuntar hacia nuestro pueblo. Ellos permanecen en el anonimato por una cuestión obvia y para evitar que los eliminen a ellos y sus familias; no olvidemos que el régimen castrista tiene muchas formas de causar dolor a quien abandone sus corruptas filas.
Hasta ahora, he estado en una especie de invernadero político, pero estoy en deuda con el pueblo cubano y haré todo lo que pueda para lograr la libertad de mi patria. Los valientes jóvenes que protagonizan el Movimiento San Isidro me conmovieron, como me pasa con otros opositores cubanos que llevan años al pie del cañón.
¿Cuántos años fuiste militar y en qué especialidad serviste?
Yo hice diez años de servicio militar, entré directo a la Brigada Especial (BE), después de terminar la academia de entrenamientos. En la mayoría de los casos buscaban jóvenes con conocimientos de artes marciales y/o deportes de combate, y nos daban un riguroso entrenamiento. Alcancé el grado de Teniente y fui segundo jefe de compañía, ascendiendo desde soldado y pasando por jefe de escuadra.
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Los estudiantes-trabajadores cubanos que estaban en Europa del Este y desertaban o cometían un delito, la brigada tenía un personal selecto que iba a buscarlos, les enyesaban parte del cuerpo y traían de regreso a Cuba. Para la lucha antimotín, recibimos entrenamiento de unos asesores polacos, pero nos advertían que teníamos que decir que combatíamos contra graves alteraciones del orden.
El otro entrenamiento que recibimos fue el de antiterrorismo. ¡Qué barbaridad, los terroristas éramos nosotros contra el pueblo cubano!
¿Cuáles son las misiones de la Brigada Especial? ¿Quién o quiénes pueden ordenar a la Brigada Especial reprimir al pueblo cubano?
La Brigada Especial se subordina directamente al ministro del Interior; en mi época al fallecido José Abrantes, que tenía una relación de hermandad con Joseíto (General de Brigada José Rodríguez), y entre ellos decidían las misiones más importantes.
Como oficial de la Brigada Especial, cumplí misiones en Venezuela, reforzando la escolta de Fidel Castro, en su viaje de 1989, intervine en la protección del entonces mandatario soviético Mijail Gorbachov. También trasladamos a todos los estudiantes mozambicanos desde Isla de la Juventud hacia su país (1990-1991), tras haber provocado desórdenes varios; fuimos custodiándolos en los vuelos especiales que se hicieron Habana-Isla Sal-Luanda-Maputo, administrándoles sedantes en el jugo de naranja, y volamos armados y con instrucciones de reducir por la fuerza a quienes armaran lío dentro del avión para evitar que se desbalanceara y sufriéramos un accidente; como resultado de la algarada estudiantil, murieron dos estudiantes, y en esos vuelos trasladamos sus cadáveres.
Mi compañía también intervino en la protección púbica y encubierta de las embajadas en La Habana de Viet Nam, Canadá, Venezuela, México, Argentina, Francia y España; esta última la custodiamos de manera camuflada, vestidos de civil y el argumento que nos dio el mando era que algunas de esas sedes podían ofrecer asilo a cubanos; y la vietnamita por una situación operativa que no especificaron.
¿A qué atribuyes que el reciente fallecimiento del General de Brigada Joseíto Rodríguez haya sido omitido por la prensa oficial cubana y su figura, pese a ser fundador de la Brigada Especial, haya sido borrada de la web del MININT?
Joseíto nunca volvió a ser la misma persona tras las Causas 1 y 2 (1989); y lo golpeó especialmente la muerte de Abrantes. Era otro hombre y, aunque estuvo bajo la lupa, nunca se le comprobó nada importante, pero lo marginaron y, a la hora de su muerte, lo ignoraron y lo dejaron solo como un perro.
¿Qué piensas de la muerte del exministro del Interior, General de División José Abrantes Fernández, mientras cumplía su condena de 20 años de cárcel en Guanajay?
Cuando llegué al área especial de la cárcel de Guanajay, ya Abrantes había fallecido, pero los testimonios que escuché en la prisión me llevaron a la conclusión de que lo dejaron morir. Él estaba aislado en un área grande y se mantenía en buena forma física, pero tardaron como cuatro o cinco horas en llevarlo al médico, según me refirieron otros presos y algunos custodios, que a veces se les soltaba la lengua, quizá en ese eterno juego de decir algo para sacarnos información.
¿Por qué pides la baja del Ministerio del Interior, a cuántos años de cárcel te condenaron, por qué motivo y cómo fue tu vida en las prisiones en las que extinguiste tu pena?
Pedí la baja porque cuando llegaba a mi casa veía que mi hijo no tenía leche y me obligaba a delinquir, acudiendo a mi madre para que comprara leche para mi familia en la bolsa negra; mi casa tenía goteras y malas condiciones y no me ofrecieron alternativa alguna. Obviamente, no di estos detalles como causa de mi solicitud de baja, que no fue aceptada y el coronel Martí me amenaza con mandarme a Cayajabos (Artemisa), a una granja para militares, hasta que la fiscalía tomara una decisión.
Y entonces empecé a pensar en irme de Cuba, pero sin dejar atrás a mi familia. Un amigo me propuso irnos en un remolcador, y me presentó a un exboxeador, Torres Delís, que estaba trabajando en un remolcador moderno, nombrado Dumás; creo recordar que era de fabricación asiática. El expúgil me invitó al barco donde trabajaba y me presentó a la tripulación, solo intercambiamos saludos y no hablamos nada de los planes de irnos, solo me sirvió para comprobar las condiciones de la embarcación, y luego mi amigo y el exboxeador se encargaron de buscar a dos maquinistas navales expertos, los hermanos Perichea.
Poco después, se presentaron siete oficiales en mi casa y me dijeron que había una denuncia contra mí y necesitaban los acompañara para aclarar las cosas, que sabían que yo había acompañado a Fidel en un viaje a Venezuela y era un hombre encojonao, pero que alguien quería joderme; y me sugirieron que llevara mi pistola. Así lo hice y, cuando salía a la calle, vi que mi barrio Atarés (Cerro) estaba tomado militarmente.
Me conducen a la Cuarta unidad de policía, en Infanta y Manglar, donde me recibe un coronel, que colocó su pistola encima de la mesa y me pidió que hiciera lo mismo con la mía. Tuvieron que improvisar un operativo porque compañeros míos se negaron a ir a detenerme y usaron esa estación de policía para el paripé. No me sorprendió porque ya uno de los civiles que estaba en el plan de fuga había sido detenido. Y en mi causa también fue juzgado el expolicía Sergio Morales Castro, condenado a dos años porque ya había conseguido la baja, pero que nunca ha podido salir de Cuba.
Me juzgaron por piratería en grado tentativa, salida ilegal y deserción. Me condenaron a 15 años y 8 meses, pero mi abogada, mediante un recurso que interpuso, consiguió una reducción a seis años, en una llamada resolución conjunta. La abogada lloró de impotencia en mi juicio, pero hizo un buen trabajo.
¿Por qué y cómo vives en Estados Unidos?
Después de haber cumplido mi sentencia completa, al cabo del tiempo recibo una llamada de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, preguntándome por qué no respondía a las citaciones que me enviaban, y les dije que nunca había recibido ninguna citación y acordamos una cita para una entrevista, que concluyó con el otorgamiento del estatus de refugiado para mí, mi esposa e hijos.
Vivo feliz con mi esposa y mis hijos en Estados Unidos. Mi hija hizo dos carreras universitarias y tiene un buen trabajo. Mi hijo está casado, tiene dos preciosas niñas, mis nietas, que viven cerca de mi casa. Aquí conocimos la felicidad que da la libertad a los seres humanos.
¿Sientes que desperdiciaste parte de tu vida?
Sí, me arrepiento de haber sido engañado y manipulado por un régimen totalitario que lo único que ha hecho es subyugar a su pueblo. Y como yo fui partícipe de una forma u otra en el sostenimiento de los soportes de esa tiranía criminal, es hora de luchar y aportar para acabar con la dictadura más dura y jamás vista en Occidente.
Yo ascendí desde soldado a jefe escuadra y hasta segundo jefe de compañía de la Brigada Especial. No me puedo sentir orgulloso, aun cuando haya nacido con la mal llamada revolución. Por eso exhorto a todos los militares cubanos a que reflexionen, que nunca es tarde para tomar la decisiones correctas y ponerse del lado justo de la historia... para que nuestro pueblo no tenga que juzgarlos mañana.
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