He podido terminar de ver la recién estrenada película "Plantados". En par de ocasiones apagué mi televisor. Demasiados sentimientos invadieron mi conciencia. Esos seres humanos sembraron la semilla que ha germinado en las nuevas generaciones para que la luz de la libertad permanezca encendida, incluso en las peores circunstancias.
El director Lilo Vilaplana y el elenco intentaron demostrar el terror del régimen. Un terror real que hoy en día la dictadura practica en las prisiones de la Isla, sin consentimientos y sin arrepentimientos. En las prisiones cubanas hay muchos Mauricio.
He visto algunos cinéfilos cuestionar el drama de la cinta. Los entiendo. Es muy difícil comprender el dolor y la angustia.
Aún no he visto a un solo ex preso político cubano cuestionar el filme. Todos han sentido en su piel el tormento del cautiverio, esa cicatriz que llevamos dentro y que la película refleja.
El filme es desgarrador y a la vez vivifica la hazaña de estos hombres y mujeres, desconocida por las nuevas generaciones y ajenas a una realidad reciente de la patria.
Fidel Castro implantó el terror pero no logró apagar la antorcha de la libertad y eso se lo debemos a los plantados.
El verdugo carece de alma, su estímulo es la maldad y el odio, pero es responsabilidad de las víctimas sobrevivir al odio y la maldad.
Estoy seguro de que volveré a ver "Plantados", pero le pido a Dios no encontrarme a ningún Mauricio en las calles de Miami. Mi reacción, creo sería diferente a la de Ramón. Y esa resistencia de Ramón por no tomar la justicia por sus manos es la gran moraleja de la película.
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