El mítico músico cubano Arturo Sandoval ha concedido una entrevista a CiberCuba en la que reconoció que no se arrepiente de haberse marchado de su país definitivamente hace treinta años. "Mi destino era que yo tenía que abandonar Cuba", señaló.
Para argumentar su decisión de marcharse de la Isla, puso como ejemplo que en 28 años allí sólo grabó un único disco, sin mucha repercusión. Sin embargo, en 31 años en Estados Unidos, ha sacado 46 álbumes, que le han dado muchas alegrías. Con ellos ha ganado 10 Grammy, 6 premios Billboard y un Emmy.
Sandoval conversó con CiberCuba a raíz del estreno de la película Plantados, de Lilo Vilaplana, a la que le puso banda sonora. Las entradas para ver el filme, estrenado el pasado viernes 26 de marzo en Estados Unidos, continúan a la venta.
Según explicó el artista, él suele componer la música de una película cuando ve las imágenes, a diferencia de otros compositores que prefieren hacerlo mientras leen el guion. Así lo ha hecho Sandoval para otros dos largometrajes de Clint Eastwood, estrenadas en 2018 (La Mula) y en 2019 (Richard Jewell).
En la entrevista transmitida en directo ayer en el programa Las Mañanas de CiberCuba, Arturo Sandoval contó cómo a los 19 años estuvo preso por escuchar un programa de jazz hecho en Estados Unidos, que se cogía en La Habana por onda corta. Fue en la época en la que estaba pasando tres años de Servicio Militar y uno de los mandos de la unidad donde estaba destinado lo sorprendió escuchando una emisora en la que se hablaba el idioma del enemigo.
"Me pusieron tres meses y medio en la cárcel", dijo el músico cubano que en 2013 fue condecorado con la Medalla de la Libertad, la más alta distinción a la que puede aspirar un civil en los Estados Unidos, país donde reside Sandoval desde que abandonó Cuba en 1990 con la ayuda del también mítico trompetista estadounidense Dizzy Gillespie.
Durante toda la entrevista, Sandoval tuvo palabras de cariño y agradecimiento hacia Gillespie, a quien conoció durante un viaje que el maestro hizo a La Habana en 1977. En ese momento, cuando Gillespie le preguntó si era músico, él lo negó porque confiesa que le daba pena reconocer ante un grande de la música, al que él admiraba tanto, que también era trompetista.
Fue a raíz de esa amistad con Gillespie, que en 1978 se plantó en La Habana un directivo de la CBS, luego devenida en Sony, para reunirse con el entonces ministro de Cultura, Armando Hart, y cerrar un contrato de tres años ( 1978 al 80) con Irakere, la orquesta donde por aquella época tocaba Sandoval.
En el 81, Arturo Sandoval se separó de Irakere y creó su propia orquesta. En esa época tuvo varias oportunidades de quedarse en Estados Unidos, pero él tenía claro que no quería dejar atrás a su mujer, Marianela, con la que lleva 46 años casado y al hijo que ambos tienen en común.
Con Marianela a Arturo Sandoval le pasó como con la música: fue amor a primera vista. La conoció en una parada de la ruta 22 en La Lisa y desde entonces son inseparables aunque al principio él reconoce que discutían mucho porque ella estaba ciega con la realidad cubana.
Él, que ya había viajado, se había dado cuenta de que las cosas no iban bien en el país. Poco a poco, ella fue abriendo los ojos hasta que el Gobierno cubano "cometió el error" de darle una visa a ella y a su hijo, mientras el trompetista estaba de gira por Europa.
Fue en ese momento cuando se dieron las circunstancias idóneas para no regresar a Cuba. Era el año 1990 y el país quedó conmocionado con la noticia de que Arturo Sandoval "se quedó".
Desde entonces, Sandoval no ha podido regresar a Cuba. El tiempo le dio la razón. Si hubiera dejado a su familia detrás, el Gobierno cubano no le habría permitido reunirse con ellos a corto plazo.
Fue lo que le ocurrió a los padres del músico, al que un mando de la Seguridad del Estado rompió los pasaportes con las visas y los billetes de avión para impedirles que abandonaran Cuba legalmente para reunirse con Arturo Sandoval. Él reconoce que era el niño de sus ojos.
Fue entonces cuando los padres del más grande trompetista que ha dado Cuba tuvieron que subirse a una balsa y escapar de Cuba cuando tenían más de 70 años. La madre sufrió en el trayecto varias fracturas en la columna vertebral, que le mantuvieron seis meses en silla de ruedas. Ambos murieron y están enterrados en el cementerio de Miami.
Ahora, cuando mira para atrás, no hay odio en el corazón de Arturo Sandoval. Hay dolor y compromiso con Cuba.
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