El escritor Andrés Gómez Quevedo denunció este sábado que la Seguridad del Estado en Santiago de Cuba está recogiendo todos los ejemplares de su libro infantil Los árboles que querían volar, y que incluso han llevado dos veces a su padre a una estación de policía local.
A través de Facebook, Gómez Quevedo dijo que la persecución de su obra lo “ha molestado un poco”, pero que en todo caso lo considera “una gran falta de respeto porque ese libro, los pocos que lo tienen, lo adquirieron en calidad de regalo y no tienen nada que ver con mi forma de pensar”.
“Ellos no están obligados a entregarlo, eso es un regalo inofensivo”, aun cuando algunos “se han encargado de encontrarle” un sentido presuntamente “subversivo”, apuntó el autor.
Asimismo, rechazó las acusaciones de “asalariado por la disidencia”, que consideró fruto de una “paranoia mal sana”, afirmó que “es totalmente autofinanciado, nada que ver con nada ni con nadie más allá de mi propia imaginación y esfuerzo”.
“Yo escribí una novela infantil, no entiendo cuál es el miedo”, dijo el escritor santiaguero.
Describió su novela como “una parodia de la realidad, es una historia de fantasía y puede ser interpretada de varias formas”.
El otro hecho “extremadamente feo” es que su padre se ha visto obligado a asistir en dos ocasiones a la estación de policía “como si fuera un criminal”, contó Gómez Quevedo en la red social, “solo por tener el libro y con orgullo habérselo entregado a las personas que yo le dije”.
“Mi papá ha sido siempre un hombre intachable, ha cumplido con este sistema en todas las vías posibles, hasta cumplió misión cuando eso no dejaba un centavo, ha sido del Partido, del Poder Popular, director de Educación, de escuelas, mi papá, que muchas veces dejó de pasar tiempo conmigo para irse a reuniones del Partido”, resumió la hoja de vida de un hombre “integrado” bajo el socialismo cubano.
Justamente es esa biografía al fondo lo que, a ojos del hijo, hace “muy feo y muy traicionero” el modus operandi de las autoridades: “todo el estrés y el mal rato y el mal trato por el cual lo han hecho pasar”.
El acoso a la familia no concluyó ahí: “Le quitaron el libro a mi tía que es una mujer mayor. ¿En serio necesitan asustarla así?”
“Me llama poderosamente la atención que no me han llamado ni a mí ni a mi mamá”, continuó el autor de Los árboles que querían volar. “Quizás saben que ella y yo no tenemos miedo y que decimos las cosas como son, y si ellos vienen a apuntar con un dedo, aquí hay dos manos llenas de dedos para apuntarles sus errores también, al final nosotros somos personas que no hemos hecho nada malo”.
Gómez Quevedo también se encargó de despejar otra de alegaciones contra su trabajo: “También hablaron [la Seguridad del Estado] de que si la misma gente de 'aquel libro sobre Carlos Lage' y yo ahí no tengo la más remota idea de lo que están hablando. Con esa paranoia mal sana y esa imaginación creativa creo que son ellos los que deberían estar escribiendo libros”, dijo.
Aclaró que “hace años” intentó publicar su novela infantil en Cuba, y asimismo insistió en que “como creador tengo la libertad de elegir qué y por dónde hacerlo”.
“Cuestionaron si estoy haciendo buen dinero con el libro, qué morbo el de ellos”, subrayó Gómez Quevedo, quien dijo estar orgulloso, junto a su familia, de “este pequeño logro, de este pequeño libro”.
A continuación, exigió a las autoridades en la isla que “no molesten a la gente honrada que lo único que ha hecho es trabajar y entregarse de lleno a todo esto, y aguantar estoicamente”.
“¡Ay qué miedo! Un libro infantil”, exclamó finalmente.
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