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A diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de las economías del mundo, en Cuba las iniciativas privadas independientes, lo que el régimen denomina formas no estatales de propiedad, incluyendo el trabajo por cuenta propia, tienen una participación marginal en el conjunto de la actividad económica. Esto no es lo que ocurre en el resto del planeta, donde las empresas individuales, muchas de ellas familiares, y los trabajadores autónomos representan el grueso del tejido productivo.
En algunos países vecinos de Cuba, como República Dominicana, y en otros, con lazos económicos y familiares estrechos como España, las empresas pequeñas de titularidad familiar independiente alcanzan el 90% de las sociedades mercantiles, generan más del 60% del PIB de la economía privada y superan con creces el 70% del empleo empresarial.
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Este rasgo diferencial de la economía cubana es un factor que limita, condiciona e impide que tenga lugar una recuperación vigorosa de la actividad económica, tan pronto como aparezcan los vientos de cola. Precisamente, la economía cubana no se puede beneficiar del peso, la relevancia y la heterogeneidad de modelos que integran al sector de las empresas privadas, que integra las microempresas, a las pymes y las grandes empresas.
En Cuba, la preponderancia otorgada por el régimen a la empresa estatal impide aprovechar las ventajas del sector privado. En un contexto de grave y profunda crisis como el que atraviesa la economía cubana, esa debilidad o ausencia de empresas privadas independientes se convierte en un freno para la recuperación, un lastre que impide superar las trabas y obstáculos que limitan el auge de la economía. La verdadera naturaleza del embargo o bloqueo al pueblo cubano se encuentra en las limitaciones económicas impuestas por el régimen a las empresas privadas.
La verdadera naturaleza del embargo o bloqueo al pueblo cubano se encuentra en las limitaciones económicas impuestas por el régimen a las empresas privadas.
Las autoridades económicas cubanas deberían acercarse a este sector de la economía cubana y escuchar sus propuestas. Este es un momento excepcional para hacerlo. Conocer las necesidades de las formas no estatales de propiedad, del trabajo por cuenta propia, de los arrendatarios de tierras, permitiría incorporar al análisis de la realidad económica una perspectiva completamente distinta a la oficial que utiliza el régimen. Se ha podido constatar con la última reforma implementada relativa a las empresas estatales. Quince medidas que dejan fuera al sector privado. Ni una sola referencia. Y, sin embargo, los emprendedores privados tienen mucho que decir y exponer a sus dirigentes.
Tan solo un breve encuentro para acercar posturas. No esas reuniones en las que se escuchan quejas por la Tarea Ordenamiento y después se aplican parches a costa del presupuesto del estado. Se trataría de hablar con absoluta libertad sobre la economía cubana y su futuro, y explorar las numerosas ventajas que se derivan de la colaboración público y privada en la prestación de servicios públicos. O de la privatización de aquellos sectores que están directamente relacionados con el consumo de las familias. O de qué necesita el campo cubano realmente para producir más y mejor, al margen de las consideraciones ideológicas. O qué tipo de sistema financiero debe existir en Cuba para el crecimiento de la escala técnica de producción.
El sector del emprendimiento privado tiene mucho que reivindicar a la acción del gobierno. Para empezar, el aumento de la recaudación del impuesto sobre los ingresos personales desde 2015 a 2019 ha sido de un 158%, el aumento de la recaudación tributaria total un 18%. El trabajo por cuenta propia ha sido un poderoso instrumento fiscal del gobierno, pero las ayudas concedidas no han estado a la altura ni en volumen ni en adaptación a las necesidades del sector.
Los emprendedores privados podrían decir a los dirigentes que la presión tributaria es excesiva, si no va acompañada de estímulos que aligeren la carga fiscal. Más aún en el momento actual en que muchas iniciativas por cuenta propia han sido duramente golpeadas por la crisis y que, al contrario de lo que ha ocurrido en otros países, no se han recibido ni ayudas directas ni una rebaja sustancial de la carga fiscal.
El régimen cubano arrastra un déficit del 20% del PIB, e incluso superior, pero lo tiene comprometido con la compensación de daños por la Tarea Ordenamiento, dejando completamente olvidadas las reivindicaciones del sector privado, que no son pocas. Y realmente debería entender que no puede existir una recuperación real de la economía cubana si no se atienden algunas de las solicitudes, porque el sector privado, con mayor productividad, flexibilidad y capacidad para decidir, debe ser quien tome la delantera en el proceso de recuperación del crecimiento económico en Cuba. No querer entender estas cuestiones tan relevantes es colocarse en una posición ideológica cerrada y reaccionaria que no es la mejor para estos tiempos convulsos.
Los principales problemas de la economía cubana: producción insuficiente de alimentos, el déficit y endeudamiento fiscal y la baja inversión tienen en el sector privado una referencia principal y difícilmente se podrá avanzar en la consecución de resultados si no se integra el esfuerzo privado junto al estatal.
Se trata de implementar una estrategia que permita afrontar los retos de mejorar la capacidad de crecimiento de la economía (donde el sector privado es más eficiente que el público) apostando por una estrategia de lucha contra el desequilibrio fiscal y el endeudamiento del estado que no se base solamente en el aumento de la recaudación, sino por una reducción de los gastos públicos no esenciales. También ahí el sector privado puede abrir espacios para su crecimiento y consolidación.
En cuanto al necesario incremento de la inversión, teniendo en cuenta que Cuba es uno de los países de América Latina con más bajo porcentaje de formación bruta de capital en el PIB, un 10% frente al 25% de media en la región, se requiere apostar de forma decidida por un nuevo marco jurídico de derechos de propiedad que facilite la base de cualquier proceso de crecimiento de la inversión, ya sea privada o pública. Esa base no es otra que la generación de riqueza, de riqueza privada, que no debe estar sometida a control alguno del régimen ni político, ni ideológico.
Hacer coincidir al sector privado emergente de la economía cubana con el estatal, y promover un diálogo constructivo tiene muchas más ventajas que inconvenientes. Este es un momento propicio para ello.
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