Como si se tratase de algo oculto, que debe quedar al margen de cualquier ejercicio de transparencia, las autoridades comunistas de Cuba y el Club de París se han reunido en plena crisis de impago de la isla a sus principales acreedores.
Lo que se debería haber tramitado como un ejercicio de información y responsabilidad, se ha acabado resolviendo con una reunión a puerta cerrada, en la que Dios sabe lo que se acabaron diciendo. Más aún cuando en el parlamento europeo se estaba planteando una iniciativa en defensa de los derechos humanos y las libertades en la Isla que pretende abolir el actual marco de relaciones de la Unión Europea con el régimen comunista.
Ricardo Cabrisas, viceprimer ministro de Cuba es bien conocido por los acreedores internacionales de Cuba y, por eso, el régimen le ha otorgado el papel de principal negociador de su deuda externa. Durante su visita a París ha mantenido una reunión con Emmanuel Moulin, director General del Tesoro y, a la sazón, presidente del Club de París, entidad con la que La Habana mantiene impagos y a la que, según fuentes que dicen conocer el caso, podría solicitar un nuevo aplazamiento.
Del encuentro entre ambas autoridades no se ha difundido información alguna de los temas tratados y mucho menos, de los acuerdos alcanzados, si es que hubo alguno. La falta de información atañe al Ministerio de Exteriores de Bruno Rodríguez, más concentrado en preparar la algarada de finales de este mes contra el supuesto bloqueo/embargo de Estados Unidos, que tantos réditos le da cada año al régimen comunista. Por ello, de la negociación de la deuda, a pesar de su relevancia para la economía cubana, no se han ofrecido detalles sobre su contenido.
La tesis general, en la que coinciden expertos consultados, insiste en que los dirigentes comunistas han solicitado un nuevo aplazamiento de la deuda que Cuba mantiene con los 14 países que integran el Club de París, entre ellos España y Francia, con intereses inversores y empresariales muy destacados en la Isla.
Desde 2019, Cuba anunció dificultades para asumir los pagos de la deuda con puntualidad. Luego en 2020, dijo que no podría realizar los pagos y entró en default. Esta situación ha privado al país de obtener financiación en los mercados internacionales para atender la ausencia de divisas por la no llegada de turistas, los menores suministros de petróleo de Venezuela, la caída de las exportaciones (incluidas las de médicos), las inversiones extranjeras y las remesas. Un escenario complejo para una economía que, por su ineficacia e improductividad, debe importar alimentos por más de 2.000 millones de dólares al año.
La crisis de pagos de Cuba tiene su origen como consecuencia de los generosos acuerdos de 2015 con el Club de París, por los que se realizaba la condonación de 8.500 millones de dólares de una deuda total de 11.000 millones fijándose el compromiso de pagar en plazos el importe restante hasta 2023. En vez de concentrarse en eliminar la deuda, el nuevo escenario llevó a las autoridades comunistas a aumentar los niveles de endeudamiento de forma acelerada, y ello, con muy bajos crecimientos de la economía y su correlato de productividad y competitividad exterior, lo que provocó los impagos que comenzaron parcialmente en 2019, y continuaron por la totalidad en 2020.
Fue entonces que el régimen solicitó una moratoria de dos años para un total de unos 200 millones de dólares en atrasos al Club de París, que aceptó solo un año con la posibilidad de renegociar. Cabrisas ha viajado a Paris para exponer el drama de la situación económica interna de la Isla, que jamás sería reconocido en Granma o Cubadebate, pero que responde bastante al colapso en que se encuentra la economía como consecuencia de un deterioro notable de las finanzas, un déficit de balanza de pagos y estatal descontrolados, los efectos de la crisis por la pandemia del coronavirus y la pésima aplicación y gestión de las medidas de la Tarea Ordenamiento. Las cifras ofrecidas dan muy poco margen para aceptar cualquier moratoria, porque la falta de expectativas de la economía para remontar este escenario a corto y medio plazo, son prácticamente nulas.
Del encuentro de París solo ha trascendido una referencia marginal a la cita de Cabrisas con Franck Riester, ministro delegado de Comercio Exterior y copresidente de la Comisión Económica y comercial franco-cubana. Y este tipo de reuniones apuntan ya en otra dirección distinta a la que se define en el marco de los acuerdos con los acreedores de préstamos, de tal modo que además de los asuntos financieros, en dicha reunión, probablemente, habrán aparecido otras medidas urgentes que aun cuando el régimen comunista no quiere reconocer, son la única salida para superar el actual escenario de endeudamiento exterior.
Y puestos a imaginar, qué duda cabe que volvería a surgir el tema de la cooperación internacional y el canje de deuda por este tipo de proyectos, ahora relacionados con el desarrollo local, que tanto gusta a los dirigentes comunistas. No sería extraño que se haya negociado una apertura cuantitativa y cualitativa de proyectos de la Cartera de inversiones. E incluso, la eventual posibilidad de alcanzar acuerdos con pequeños emprendedores privados mucho más activos que las ineficientes empresas estatales.
Desde el Ministerio de Exteriores se informó, de manera lacónica, que en los encuentros mantenidos por Cabrisas en París “han sido tratados los principales temas de la agenda bilateral y también se ha ratificado la voluntad común de ampliar los vínculos políticos, económico-comerciales, de inversión y cooperación”.
En ocasiones, el lenguaje del régimen castrista toma derroteros crípticos que se hace necesario interpretar. La pregunta es ¿qué se entiende por “ampliar los vínculos políticos, económico-comerciales, de inversión y cooperación”? Si no se amplían más es por la voluntad del régimen de La Habana y, por otra parte, porque no hay mucho más para ampliar en las condiciones actuales. Por lo que cualquier extensión de estos vínculos debe orientarse hacia nuevos ámbitos que hasta ahora no han sido explorados en las negociaciones.
¿Y sabemos qué ámbitos son estos? Por supuesto. Los mismos que obligaron a los comunistas griegos de Tsipras y Varoufakis, a vender islotes y patrimonio del estado para pagar las deudas del régimen heleno en 2008. Se que es una historia dolorosa, pero esa “ampliación de vínculos” de la que habla el Ministerio de Exteriores cubano puede tener mucho que ver con la venta de patrimonio estatal (o del pueblo cubano, como declara la constitución) para pagar deudas. Ojo, existen numerosas fórmulas que sin suponer un trasvase de derechos de propiedad funcionan en el mercado de los arreglos de deuda. Pero esta vez, los acreedores no se andan por chiquitas y es muy probable que hayan leído la cartilla a los comunistas cubanos exigiendo propiedades como pago de deuda e intereses. ¿Estamos ya en ese punto? Seguro que sí, y lo peor es que el régimen no dirá nada a los cubanos, lo que sería una vergüenza para los herederos de Fidel Castro. Los griegos comunistas lo hicieron y ahí están, desaparecidos en la oposición.
Los acreedores de La Habana no van a dar más facilidades. Están hartos, y Cuba no puede perder tiempo integrándose en listados interminables de países en desarrollo que como consecuencia de la pandemia reclaman flexibilidad en el pago de la deuda, aprovechando el generoso acuerdo del G20 de conceder una moratoria de un año a 74 naciones y su renovación posterior por seis meses.
Lógicamente, Cuba no puede estar entre los beneficiados por esta medida por su negativa, desde tiempos de Fidel Castro, a integrarse en los organismos multilaterales de financiación como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Esa integración exigiría transparencia en las cuentas y parece que los comunistas cubanos huyen de esas prácticas de forma descarada. ¿Por qué será?
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