No contento con mantener a Alberto Navarro como embajador de la UE en Cuba luego que éste exigiera en carta abierta a Joe Biden la retirada de las sanciones por violaciones de derechos humanos, y evitara calificar a Cuba como la dictadura que es, el socialista español Josep Borrell ha dado un paso más en su política de "sinceridad", al reeditar las mismas pifias de Navarro pero esta vez desde el podio del Parlamento Europeo.
"No creo que volviendo al sistema de incomunicación adoptado por la UE a instancias de otro gobierno español estaríamos mejor y seríamos más capaces de influir y contactar con Cuba”, dijo el Alto Representante de la diplomacia europea, agitando el fantasma del aznarismo.
Sin embargo, la realidad es que ese acuerdo que ahora califica como la “mejor herramienta" para "acompañar" las reformas en la isla se ha demostrado completamente inútil para la causa de la democracia, que es la que debería respaldar Europa. No sólo ha sido más inocuo que la Posición Común, sino que ha servido de complaciente coartada al gobierno cubano. El régimen de Díaz-Canel no sólo ha intensificado la represión y empeorado la situación de los DDHH en la isla sin que Borrell rechistase, sino que también ha sido convenientemente informado de las iniciativas que ponen en peligro sus intereses.
Eso no es diplomacia, sino alcahuetería.
Borrell, que ha decidido ejercer como la celestina del castrismo en Europa, volvió a cabalgar sus habituales podencos retóricos: el "bloqueo norteamericano es malo" y "Cuba no es el único país sin un sistema democrático liberal y multipartidista". Mal de muchos, consuelo de tontos, podría responderse. Pero es mejor constatar que casi cuatro año después del acuerdo, los presos políticos cubanos han aumentado, el régimen perfecciona su entramado legal-represivo y el supuesto "marco" sólo ha servido para hacer llegar dinero europeo a supuestas entidades bajo control que el gobierno cubano insiste en presentar como ONGs bajo la mirada bobalicona de la burocracia europea.
Se lo han recordado ya varios diputados. Pero la mejor prueba de cómo el gobierno cubano se burla de los valores europeos está en el Granma de hoy, donde se califica de "indecencia" el libre ejercio parlamentario de la democracia y la libertad de opinión. Para el castrismo, la pluralidad de opiniones nunca será otra cosa que un "show contra Cuba", de la misma manera que los socialistas españoles nunca admitirán el fracaso de su iniciativa de diálogo.
Borrell, que antaño representó los intereses de las empresas españolas en la isla, es libre de ejercer sus (malas) artes en los nuevos salones diplomáticos. No sabemos qué beneficios habrá sacado de esa lamentable negociación con mordazas. Pero también debería recordar que aquella Celestina experta que consiguió que Melibea se rindiera ante Calisto no acabó demasiado bien.
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