Elsa como oportunidad para Cuba

Cuba está herida de represión, pobreza y desigualdad, pero tiene en su capital humano -de dentro y de fuera- una garantía de futuro, que suplante el ruido mentiroso por una convivencia democrática basada en la libertad política y económica, la prosperidad y la justicia, que superen el trauma de casi 63 años con un enfoque valiente, novedoso y desprejuiciado.

Viajeros cubanos © CiberCuba
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Este artículo es de hace 3 años

Elsa podría convertirse en una oportunidad para Cuba, si el gobierno sustituye la retórica por la cooperación nación-emigración, que facilite la llegada de alimentos básicos, medicinas y artículos de aseo, mediante un canal humanitario libre de tasas aduaneras y obstáculos administrativos, sin descuidar la necesaria seguridad de fronteras.

Cuba, como llave del Golfo de México, está en la ruta de tormentas tropicales, ciclones y huracanes que desnudan reiteradamente el general deterioro de la nación, donde a las ventajas del sistema militarizado de Defensa Civil, exitoso en la protección de vidas humanas, debe sumarse el aporte solidario de la emigración, sin interferencias políticas y medidas draconianas.


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La perversa manía castrista de politizar hasta los ciclones no sirve para reconstruir viviendas, reducir las cifras de albergados, alimentar ni curar a las personas, triplemente golpeadas por la escasez crónica, la plaga de coronavirus y la tormenta tropical Elsa, que ya dañó cosechas y dejó a sin luz a miles de cubanos; a falta de una evaluación general de estragos en el oriente, centro y occidente.

El tardocastrismo concibe una "normalización" de relaciones con los emigrados, a partir de que asuman parcialmente sus postulados políticos, especialmente frente al embargo y de apoyo a la diplomacia de bata blanca; y como fuente generadora de dólares y euros para seguir mangoneando la mala suerte de los cubanos; pero sin aceptar las demandas razonables de democratización y respeto a los derechos humanos de emigrados, opositores y activistas.

Cuba está herida de represión, pobreza y desigualdad, pero tiene en su capital humano -de dentro y de fuera- una garantía de futuro, que suplante el ruido mentiroso por una convivencia democrática basada en la libertad política y económica, la prosperidad y la justicia, que superen el trauma de casi 63 años con un enfoque valiente, novedoso y desprejuiciado.

Machacar en la idea de la perversidad norteamericana como causa principal del retroceso de Cuba, además de un ejercicio de desmemoria oportunista, constituye un menoscabo a la soberanía nacional por la pasión anexionista del tardocastrismo, que prefiere reforzar la dependencia de Estados Unidos, antes que liberar a los cubanos.

La clave pasa por aprovechar las ventajas de vivir a 180 kilómetros de la democracia más antigua y del mercado más dinámico y social del mundo; en vez de seguir despotricando contra la Casa Blanca, con el deseo subyacente de que subvencione indirectamente los delirios del Palacio de la Revolución.

El mundo ha cambiado, Estados Unidos ha cambiado; pero La Habana -cual paramecio en medio adverso- sigue enquistada y concibiendo el orbe a su imagen y semejanzas, dividido entre buenos y malos, según el grado de afinidad que muestre o simule ante las ocurrencias tardocastristas.

¿Por qué la casta verde oliva y enguayaberada desconfía tanto de los cubanos y fía su suerte a la voluntad de Estados Unidos?

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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