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No es por hacerme la estrecha, pero confieso que hasta que empezaron a llamarle “singao” a Díaz-Canel, no había usado esa palabra ni habitual ni excepcionalmente. Hasta hace poco no entraba en mi vocabulario, pero en estos momentos no hay otro término que recoja con tanta claridad la rabia que sentimos los cubanos que queremos un país próspero y con derechos.
¿Es vulgar? Por supuesto. Tan vulgar como el llamado a la guerra civil que hizo ese singao en la televisión pública cubana, delante de nuestras caras, usando de manera absolutamente 'orillera' un dedo índice intimidatorio. No podemos responder con florituras al atropello a nuestra gente.
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La palabra singao es tan amplia como la rabia que contiene. En estos momentos a nadie se le pasa por la cabeza definir al dictadorzuelo cubano como un “malnacido” o un “mequetrefe”. Se le quedan pequeños todos los insultos. A nadie en su sano juicio se le ocurre ahora llamarle “sin sal”, “claria” o “desgraciado”. Todo eso suena ridículo ante la magnitud del daño que este nombrado-a-dedo está haciendo en Cuba.
Obviamente, los comunistas han intentado retar al pueblo llano con otra palabra que aparte de ser vulgar es mentira. Ya no les basta con llamarlo “presidente”. También quieren que creamos que puede competir con el famoso actor porno español Nacho Vidal, conocido por las dimensiones anti natura que aporta al cine de adultos. Las tropas que se creyeron el cuento de Ubre Blanca y que hoy siguen sin el vasito de leche dicen que Díaz-Canel es un “pingú”.
No me gusta prejuzgar, pero me da a mí que no. No tiene pinta. Pasó demasiado tiempo en las tinieblas, avanzando sin hacer ruido, como las serpientes que estrangulan para ahorrarse el veneno. ¿Creen que llegó a donde está siendo un pingú? No, lo consiguió con su perfil bajo, su participa, pero no destaques. Está donde está por aparentar ser gris y sin ambiciones. Así vagó por las tinieblas del Poder Popular hasta que sus competidores desaparecieron y él se erigió como la última carta de la baraja.
Cuando en España me preguntan quién es Díaz-Canel, suelo explicarlo con un ejemplo sencillo. Imagínense que Franco al morir les hubiera dejado otro dictador en herencia y que éste al jubilarse hubiera elegido por sucesor un tercer dictadorzuelo, pequeño, soberbio y terriblemente cruel.
No hay nada más peligroso que un mediocre acorralado. Y eso es hoy Díaz-Canel. Un singao contra la pared que sabe que tiene una diana en la espalda. Quien crea que dentro del PCC carece de enemigos es porque jamás ha leído un libro de historia.
¿Pero por qué le llamamos singao? Además de porque se lo merece, porque hemos encontrado en esa palabra un agujero negro en el que cabe toda la maldad del mundo. Singao no tiene una traducción literal. Es lo que nosotros queremos que sea. Todo y más. Un insulto y un grito de libertad.
Lo vieron claro Al2 El Aldeano y Silvito El Libre. Ellos le cantaron eso de ¡Si yo digo Díaz-Canel, ustedes dicen singao! Maykel Osorbo lo popularizó en la revuelta de San Isidro en abril y hoy si yo grito Díaz-Canel en mitad de La Habana nadie responde: ¡Presente! Y mucho menos contesta: “Pingú”.
Ese cenizo (ave de mal agüero) no merece la tierra que pisa. Singao y bien.
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