Día sí y al otro también, los dirigentes comunistas de Cuba no paran de dar vueltas para encontrar una solución a los graves problemas de la economía, sin renunciar a los principios que sustentan el modelo económico y social, es decir, sin dejar de ser comunistas.
Y como eso es bastante improbable que lo consigan, la prensa oficial se dedica a presentar lo que en cualquier país son reuniones más o menos productivas, como “gestas” históricas que, al final, no dan ningún resultado, porque parten de un principio de base erróneo: el modelo no sirve y tiene que ser reemplazado.
Espero que el dirigente vietnamita, Nguyen, antes de marcharse de la Isla haya aleccionado a sus homólogos cubanos sobre la necesidad de ver las cosas de otra forma. Si no es así, mal muy mal lo van a pasar los cubanos en los próximos meses.
El encuentro, dirigido a gobernadores e intendentes, celebrado en el Palacio de la revolución, por videoconferencia, del que se hacen eco Granma y Cubadebate, contó con la participación de Díaz-Canel, Marrero y Valdés Mesa y varios ministros más.
Su punto de partida nos dejó estupefactos. Nada más y nada menos que el cónclave comenzó señalando que “es muy importante tener, en la mayor brevedad y profundidad posible, un retrato de los problemas por cuenta de los cuales, en Cuba, hay personas en desventaja y que necesitan ayuda, en aras de cerrar brechas de desigualdad, y de ir superando vulnerabilidades sociales”.
Que el régimen comunista no sepa cuáles son los problemas del país y tampoco identificar a los vulnerables en la sociedad, no solo es una sorpresa hasta cierto punto desagradable, es un reconocimiento de que esto no puede acabar bien. Ya no solo existe una falta de estadísticas económicas y sociales para realizar un seguimiento puntual de la actividad económica a corto plazo, es que ni siquiera se cuenta con una estimación razonable de la ejecución del presupuesto y su correlato de déficit público, que es el principal problema del “retrato” que dice Díaz-Canel.
Lo más grave de todo esto es que ese déficit, que probablemente ronde un 20% del PIB de la economía o sea incluso superior, es el origen de la aparición de esas vulnerabilidades en la sociedad, al provocar una caída en picado de rentas reales como consecuencia de la inflación actual, que ronda los tres dígitos. Pero esto es complicado de entender para quienes no creen en la eficacia superior de los mercados, con respecto a la planificación, a la hora de asignar los recursos económicos.
Díaz-Canel dijo entonces que había que “orientar la labor social a todo el que tenga desventajas”, y ya estamos en lo mismo de siempre, ¿cómo orientar laboral social o políticas públicas hacia alguien, cuando no hay recursos con los que orientar? Lo primero es producir, y después cuando la economía genere suficiente oferta, el estado puede intervenir y desarrollar políticas para atender a los distintos colectivos vulnerables, que Díaz-Canel desglosó en “mujeres de familias disfuncionales o víctimas de la violencia, madres solteras, madres jóvenes, mujeres, niños y jóvenes, y entre las mujeres y jóvenes, que puedan estar desvinculadas del estudio o del trabajo, o que tengan alguna desventaja social por las condiciones en que viven las personas de la tercera edad”. Se tiene la sensación de que, cada vez hay más vulnerables. El impacto de las medidas de la Tarea Ordenamiento ha sido demoledor.
Además, si después de 62 años, la revolución comunista parece seguir dando vueltas como el hámster en su jaula, porque a estas alturas de los tiempos, andar planteando el trabajo social como la respuesta a las desigualdades sociales creadas por unas supuestas “desventajas” de cuyo origen no se habló, es dudoso sobre todo cuando un régimen político es propietario del 80% de los medios de producción en la economía. Tal vez por ello, esos problemas que aparecen en el “retrato” que citó Díaz-Canel siguen sin solución.
Probablemente, aunque no existen estadísticas, Cuba sea uno de los países del mundo con mayor volumen de empleo localizado en eso que Díaz-Canel llama “trabajo social”, entonces, ¿por qué siguen existiendo desventajas y vulnerabilidades. En este punto, conviene recordar un dato oficial publicado en ONEI. En Cuba, el empleo en la actividad de “Servicios sociales, comunales y personales” alcanzó en 2020 un total de 355.000 personas, el 7,6% del total, más que en otras actividades como Transportes, Hoteles y restaurantes, Construcción y ligeramente por debajo de la Industria manufacturera. ¿Cómo se rentabiliza en beneficio de la sociedad cubana ese sector? Alguien debería dar respuesta a esta pregunta.
Otro asunto de la agenda del dirigente comunista en el cónclave fue el control de la ejecución de los recursos financieros en los territorios, sobre todo los destinados a los vulnerables. Y este es un asunto recurrente, que los gobernadores e interventores no debieron entender bien, ya que, en Cuba, estas administraciones locales suelen cerrar sus presupuestos con superávit (al menos hasta 2019 eso era así, en 2020 por la crisis del COVID-19 ha cambiado) o en equilibrio. Los déficits descontrolados se presentan en el gobierno central, que es el que depende de Díaz-Canel. El dato en 2020 es concluyente: déficit del gobierno central, 17 mil millones de pesos, déficit de los gobiernos locales y provinciales, 2,9 mil millones de pesos, 5,6 veces más. El origen del despilfarro está bien identificado.
La demanda de ser “ágiles, del valor de aprovechar una política que ofrece posibilidades inmensas para ayudar a quienes más lo necesitan y la pertinencia de clasificar a los vulnerables” se la debería aplicar Díaz-Canel a los ministerios que están bajo su jerarquía que son el auténtico origen del quebranto económico que golpea a la nación. Echar culpas a otros de las propias responsabilidades, no forma parte de una agenda de gobierno decente. Si algo bueno hay en el régimen comunista cubano es la descentralización, lo que pretende Díaz-Canel que es enjuagar el déficit de su área de gobierno con la provincial y/o local, una maldad más que no debe ocurrir.
También, cambiando de tercio, se habló del eterno enfrentamiento a las ilegalidades urbanísticas, señalando que “las acciones emprendidas no han sido suficientes, y que se precisa de exigencia y sistematicidad por parte de las autoridades de cada provincia, para que no proliferen las indisciplinas”. En vez de tanta represión, Díaz-Canel debería preguntarse por qué, a pesar del control absoluto de la actividad privada que existe en Cuba, se siguen presentando esas ilegalidades urbanísticas. Y descubriría por qué el Plan de vivienda tal y como está diseñado no sale adelante, y no solo por falta de materias primas, de capacidad organizativa, creatividad y fuerza de trabajo. Este tipo de actuaciones planificadas no pueden salir bien porque se cimentan en un modelo intervencionista que impide a las fuerzas económicas prosperar y que está en el origen de las ilegalidades. El círculo vicioso de la economía cubana, o las trabas que impiden los encadenamientos, en lenguaje fácil de entender por Díaz-Canel.
Después, Marrero intervino para reconocer que “las dificultades objetivas, las carencias, están ahí. Por eso, razonó, de lo que se trata es de preguntar qué más podemos hacer, dónde están las alternativas para avanzar en un frente donde hay muchos problemas acumulados”, una frase con la que, al igual que su jefe de filas, dejó a mucha gente intranquila, al comprobar cuán desarmados están los comunistas cubanos para afrontar una coyuntura como la actual.
Del ministro de agricultura, se esperaba una información más completa y detallada sobre el impacto de las 63 medidas en el sector, pero nos quedamos con ganas de saber. Es igual, porque los problemas de alimentación siguen estando ahí, agravados por precios fuera de control y, asombroso, el ministro reconoció que una de las principales dificultades se encuentra en el hecho de que en las bases productivas “se desconoce lo diseñado, incluidos los modos de su implementación”. Se cree el ministro que los guajiros en el surco están para andar leyendo las 63 medidas, con las que se pretende salvar la agricultura. Hacen bien los guajiros, lo suyo es el surco.
En cuanto a la pandemia, se ofreció información de la evolución ascendente del COVID-19 en los primeros ocho meses, y en el mes en curso (hasta el 20 de septiembre) disminuyó un 7,2% la intensidad de transmisión, al promediarse 7.937 casos por día, contra 8.552 al cierre de agosto, cifras que siguen siendo realmente elevadas para una población de 11 millones como Cuba. Las provincias con los mayores niveles de transmisión en septiembre han sido Pinar del Río, Sancti Spíritus, Camagüey y Holguín, con el 77% de los casos del mes.
Finalmente, se ofreció información sobre la actual disponibilidad de oxígeno medicinal, la situación electro energética, así como el diseño que ya han propuesto los territorios sobre cómo ir reabriendo servicios gastronómicos, comerciales, y otros espacios con los cuales ir reactivando la economía. Y poco más. Después de todo, la situación no da para grandes alardes, y manteniendo al ralentí el motor de la economía, no llegarán muy lejos. La expectativa está en noviembre con la recuperación del turismo de invierno. Apostar todo a la misma ficha tiene sus consecuencias: si el número no sale. Así es el juego de casino que practican los comunistas cubanos. En vez de aprovechar la situación para promover un crecimiento interno basado en el consumo y en las capacidades de la economía nacional por medio de las reformas estructurales que se necesitan, continúan dando vueltas en la jaula, tratando de sobrevivir con un modelo que no sirve.
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