La desaparición de la Unión Soviética obligó a Cuba y Corea del Norte a entrar en una fase de autarquía militar para producir y mantener parte de su armamento, circunstancia que estrechó las relaciones bilaterales hasta el extremo que La Habana violó el embargo de armas de Naciones Unidas contra Pyongyang, que recibió helicópteros antisubmarinos a cambio de tecnología de guerra bajo el agua.
Los militares cubanos querían desarrollar un programa autóctono para mantener una reducida flota submarina y sus colegas norcoreanos no eran capaces de producir un helicóptero antisubmarino propio, constató el experto en temas de Defensa e Interior cubanos, Luis Domínguez, residente en Estados Unidos desde pequeño.
La Resolución 1718 (2006) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas estableció que todos los Estados miembros deben impedir el suministro, la venta o la transferencia directos o indirectos a la República Popular Democrática de Corea, a través de su territorio o por sus nacionales, o con naves o aeronaves de su pabellón, tengan o no origen en su territorio, de todas las armas y material conexo, incluidas las armas pequeñas y armas ligeras y su material conexo.
El texto también prohibió acoger a instructores, asesores u otros funcionarios con el fin de impartirles capacitación militar, policial o paramilitar, servicios o asistencia relativa a la fabricación, el mantenimiento o el uso, con respecto al envío de artículos desde o hacia la República Popular Democrática de Corea, para efectuar reparaciones, prestar mantenimiento técnico, efectuar el reacondicionamiento técnico, realizar pruebas, efectuar operaciones de ingeniería inversa y realizar su comercialización.
Pero el gobierno cubano, que apela a ONU en temas de su conveniencia política, violó la Resolución 1718 del Consejo de Seguridad, con la llegada de asesores militares norcoreanos que -junto a vietnamitas- sustituyeron a los mentores soviéticos en las áreas de Defensa e Interior.
En paralelo, Corea del Norte intentó aumentar sus limitadas capacidades de Guerra antisubmarina (ASW, por sus siglas en Inglés) negociando con La Habana, a principios de 2004, la cesión de helicópteros antisubmarinos soviéticos, modelos Mi-14 y Ka-28 con el objetivo de modificarlos y anunciar la producción de su primer modelo propio.
El alto mando militar cubano aprovechó las primeras revisiones, en Rusia, de sus helicópteros soviéticos Mi-14 y dos Ka-28, para enviarlos a Pyongyang, entre 2002 y 2004, a un ritmo de dos aeronaves de combate por año, sostuvo Domínguez.
La Habana, además, despachó hacia Corea del Norte todos los armamentos asociados a ambos modelos de helicópteros antisubmarinos, recibidos de la Unión Soviética, precisó el experto.
A cambio, los norcoreanos decidieron suministrar a Cuba su tecnología submarina, que permitiría el establecimiento de un programa limitado de desarrollo de submarinos en la isla, pero esta circunstancia no ha podido ser contrastada por Domínguez en sus pesquisas.
Los helicópteros Mi-14 mandados desde Cuba a Corea del Norte fueron los numerados como 40, 41, 42, 43, 44 y los helicópteros Kamov Ka-28 fueron el 46 y 47; los militares cubanos encargados de esta operación fueron el coronel Pedro Morfi Guillén, jefe de Armamento de la DAAFAR, y el teniente coronel Jorge Acevedo Matías, segundo jefe de la Empresa Militar Industrial (EMI) Yuri Gagarin, que ordenaron el envío de técnicos para ensamblar las aeronaves en suelo norcoreano.
Los helicópteros cedidos a Pyongyang pertenecían a la dotación de la Estación Aeronaval Mariel, al oeste de La Habana, y la Base de submarinos de Cienfuegos, en el sur-centro de Cuba, detalló Domínguez.
La prisas norcoreanas, atendidas por La Habana, obedecieron al desarrollo de una flota de submarinos en Corea del Sur que -aunque empezó muy tarde el desarrollo de este tipo de armas, con respecto a su enemigo vecino-, a partir de 1990 dispuso de modelos propios Chang Bogo, una versión mejorada y producida bajo licencia de la industria militar alemana, de sus modelos Tipo 209/1200.
Corea del Norte consiguió dotar a su flota de guerra, incluidas las fragatas Najin, del uso de cargas explosivas de profundidad, minas acuáticas y lanzacohetes antisubmarinos, pero se quedó rezagada en helicópteros contra adversarios sumergidos, recordó el experto cubanoamericano.
En sus experimentos para mejorar su flota antisubmarina, Pyongyang intentó acoplar un helicóptero soviético Mi-4, destinado originalmente al transporte de tropas, a una fragata de doble casco tipo Soho, pero fracasó y apeló a la ayuda de Cuba.
Los norcoreanos apreciaron la entrega de Cuba de los helicópteros soviéticos porque, al estar dotados de sonoboyas, permiten detectar objetivos bajo el agua y luego atacarlos con cohetes y torpedos y, disponiendo de radares propios y detectores de anomalías magnéticas y sonar de inmersión también, se pueden utilizar para transmitir datos a otros combatientes navales o la red de defensa costera de Corea del Norte, advirtió Domínguez.
Pero el acuerdo entre Pyongyang y La Habana era otro negocio entre pobres, porque los Mi-14 y Ka-28, últimas adquisiciones de Corea del Norte, eran de segunda mano y, para los estándares modernos, de hecho bastante antiguos.
Cuba adquirió cuatro Mi-14PL de la Unión Soviética en 1983, con cuatro Ka-28 en 1988, dos de los cuales se estrellaron en sendos accidentes.
Imágenes satelitales revelan que los dos Ka-28 procedentes de Cuba no son los únicos helicópteros Kamov actualmente en servicio en la fuerza aérea norcoreana, porque al menos tres más se mantienen en una instalación militar de la costa este norcoreana, al norte de Wonsan, donde los cuatro Mi-14PL también parecen estar basificados.
Domínguez cree que se trata de dos helicópteros civiles, modelo Ka-32, adquiridos sin necesidad de violar el embargo de Naciones Unidas, para servir como fuente de repuestos, para los destinados al combate antisubmarinos, y atribuye su basificación a la importancia estratégica del Golfo de Wonsan.
La desaparición de la URSS obligó a Cuba a reinventar su estrategia defensiva, agujereando la isla de punta a cabo, con túneles y técnicas vietnamitas y norcoreanas, pero también adelgazó su ejército, sabiéndose a salvo de una invasión norteamericana, y el MINFAR se apoderó de la economía cubana, especialmente de su sector exterior; circunstancias que posibilitaron la reexportación y/o cesión de viejo armamento soviético.
En 2014, el gobierno de Panamá detectó un cargamento de 25 contenedores con armas y material militar no declarado, incluidos dos aviones de combate Mig-21, a bordo del carguero norcoreano Chong Chon Gang que, procedente de Cuba intentó atravesar el canal interoceánico, camuflando la carga bélica con sacos de azúcar cubano.
La Habana envió a Panamá al entonces viceministro de Relaciones Exteriores, Rogelio Sierra, que presionó al presidente Ricardo Martinelli (2009-2014) para que dejara seguir el barco norcoreano y tapara el escándalo, pero el mandatario hizo caso omiso de la desesperada petición de La Habana.
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