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La celebración del Día de la Raza en Cuba consiste en motivitos de las envejecidas y manipuladas asociaciones de españoles residentes en la isla, donde la subguara pugna por ser invitada a la tradicional Recepción que ofrece el embajador español para comer caliente; mientras la prensa estatal fantasea con el Encuentro de dos mundos y muchos cubanos viven pendiente de la Ley de nietos.
Cuba, que fue de los últimas colonias en liberarse de España y abolir la esclavitud, mantuvo una relación de familiaridad con España, acrecentada por una historia común de cinco siglos y la emigración de 865 mil españoles en la primera mitad del siglo XX a la isla, donde los 31 de diciembre se tomaban las doce uvas, se comían turrones Monerris y se brindaba con sidra El Gaitero.
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España no dio la espalda al afecto insular, hasta el punto que aun hoy, cuando algo sale mal, los españoles suelen consolarse con un dicho de ida y vuelta: Más se perdió en Cuba y venían cantando; en clara referencia al trauma por la pérdida de la isla y pensando que Cádiz es La Habana con más salero y La Habana es Cádiz con más negrito.
Pero llegó el comandante y mandó a parar expropiando hasta los carritos de granizados y pese a que Francisco Franco siguió vendiendo golosinas y bebidas navideñas, la zafra de los diez millones acabó con las Pascuas, y entonces solo quedó el avión de Iberia aterrizando y despegando de Boyeros, como mágico nexo de unión con la Madre patria.
Los españoles que conservaron su nacionalidad -pese a la ley del 50% de la pentarquía Grau-Guiteras- y los embates nacionalistas del comunismo, siguieron recibiendo en sus casas Cartas de España, una revista en papel cebolla y en colores, con Franco casi siempre en la portada y que, una vez leída, era muy apreciada por los fabricantes clandestinos de cigarros, bautizados como Tupamaros.
En el Ejército Rebelde se integraron varios españoles como los gallegos Manuel y Francisco Díaz González o Generoso Escuredo, que luego ocuparon cargos públicos en la revolución, siendo Manolo el más prominente, como comandante y miembro del Comité Central del gobernante partido comunista.
La alianza con la URSS provocó el desembarco de asesores hispano soviéticos -niños de la guerra- en diferentes ámbitos, incluidas la Seguridad del Estado y la Educación, donde el Gallego Fernández (hijo de asturianos) y ex militar constitucional desempeñó un papel relevante; pero el más prominente en este campo fue Herminio Almendros, emigrado a Cuba como consecuencia de la contienda civil española y padre del luminoso Jorge; borrado de la historia oficial como Lino Novás Calvo; hasta la arqueología post Muro de Berlín.
El resto de emigrados de la Madre patria se dividió entre quienes se fueron del país, se integraron en la revolución y los que resistieron hasta el fin de sus días, soñando con recuperar la bodega o la botica, que vieron destruirse por el general deterioro que persiste.
La desaparición de la URSS provocó una economía de guerra en Cuba, donde los hijos de aquellos emigrados buscaron vías para reencontrarse con España, que ya no era la aldea remota que sus padres y/o abuelos recordaban, sino un país próspero, democrático y con justicia social, socorriendo a sus hijos en ultramar.
Con los españoles que nunca renunciaron a su identidad pasó igual que con la treintena de vecinos de Caimanera, empleados de la Base Naval norteamericana de Guantánamo, que pasaron de ser mirados con recelo a ser respetados y hasta envidiados.
En 2007, con la aprobación de la Ley de Memoria Histórica, el Consulado General de España en La Habana se vio desbordado por solicitudes de Inscripciones de nacimiento en la extensa geografía peninsular e isleña, y parroquias y Registros Civiles se llenaron de emails y cartas de Cuba en busca del papel que desembocara en el pasaporte y la ayuda económica del gobierno central y las autonomías.
Las sociedades culturales españolas, que sobrevivían a duras penas, se vieron inundadas por pioneros que musicalizaron sus pañoletas con doce cascabeles lleva mi caballo por la carretera y la Huella de España se hizo más visible, hasta que otro mal día, el castrismo descubrió que el Centro Cultural español en La Habana era un nido de contrarrevolucionarios y lo ocupó; como antes había hecho con los Gallego y Asturiano y las clínicas mutualistas Dependiente, Covadonga e Hijas de Galicia; por citar solo destrozos en la capital.
Meliá e Iberostar son ahora las huellas más visibles de España en Cuba, donde muchos nietos de españoles preguntan a diestra y siniestra si ya aprobaron la ley que facilite la obtención de un pasaporte europeo, válido incluso para estar hasta 180 días en Estados Unidos, saliendo y entrando a los 90, trabajando por la izquierda; para alegría contable de Bufete Internacional y Consultorías jurídicas.
Mientras llega el acto de jurar o prometer fidelidad al Rey Felipe VI y la Constitución española; un cubano afincado en París, Ferrán Núñez, aboga porque Cuba vuelva a ser dominio de España, avalando su propuesta con datos históricos, como las fallas jurídicas del Tratado de París (1898) y afectivos, incluida la idiosincrasia común.
La ingeniosa propuesta de Núñez entraña el peligro que el gobierno cubano descubra las ventajas de ser una autonomía española que -por disparidad de convergencia socioeconómica con Europa- recibiría y administraría una millonada en euros que no se la salta ni Javier Sotomayor y ordene la desaparición de los restos del cacique Hatuey, la detención de Elpidio Valdés; y a los babalawos área dólar ofrecer misas espirituales a Obdulia Breijo, Rudesindo Caldeiro y Escobiña (Adolfo Otero) y los Chavales de España.
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