No es de extrañar que las redes sociales se escandalizaran ante la compra de 800 autos para uso de las empresas turísticas estatales en Cuba, mientras a los pacientes de COVID-19 —y de otras enfermedades— hay que transportarlos en carretillas ante la escasez de ambulancias.
En julio pasado, durante las históricas protestas de la ciudadanía contra el régimen de La Habana, la población apreció el sofisticado equipamiento represivo con que cuentan la policía y el ejército, mientras los hospitales de la isla sufren la peor decadencia de las últimas cuatro décadas.
A esto se suma que, en el primer trimestre de 2021 la inversión en servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler (que incluyen al turismo) fue 56,8 veces mayor que la inversión en salud y 14,5 superior a la inversión agropecuaria, según datos del propio gobierno cubano.
En 2019, último año disponible en estadísticas, el gobierno de Cuba invirtió 96,9 millones de pesos en Salud Pública y Asistencia Social, mientras que destinó unos 178 millones para construir hoteles y restaurantes.
Obviamente, la pandemia ha supuesto una hecatombe para el ya deteriorado sistema de salud cubano. La situación económica no solo afecta a los hospitales y centros de atención primaria, sino también a las farmacias, totalmente desabastecidas. No por culpa del embargo de EEUU, que excluye a medicinas y alimentos de las sanciones, sino por la imposibilidad de La Habana de pagar sus facturas a otros países proveedores.
La situación sanitaria es “el segundo peor problema” de los cubanos actualmente (59%), solo superada por la crisis alimentaria, de acuerdo con el Cuarto Informe sobre el Estado de los Derechos Sociales en Cuba, presentado por el OCDH.
El 79% de los cubanos califica entre regular y muy mala la gestión gubernamental frente a la pandemia y ¡ocho de cada diez personas! no pudieron conseguir medicamentos en las farmacias.
La grave crisis política, económica y social que vive Cuba afecta más profundamente a quienes no reciben ayuda familiar desde el extranjero. A la dictadura cubana ya ni siquiera le quedan los supuestos símbolos sociales, que antes exhibía ante el mundo. Para todos esos males, la única cura posible, nunca mejor dicho, es una transición democrática y pacífica.
La comunidad internacional debe tomar nota de la grave situación en Cuba y exigir reformas reales al castrismo.
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